lnmo

La historia de la noche (II)

(2). Conexión Levante

“No sé muy bien qué busco”, me digo a mí mismo mientras me introduzco el índice en el ojete y palpo distraídamente buscándome el punto P. Claro, es una metáfora. Mirar a la realidad con el dedo metido en el culo, la búsqueda exterior y la profundización en uno mismo, TODO ES ARRIBA COMO ABAJO, aquiniano, escolástico, Longinos escarbando la verdad a punta de lanza en el costado del Hijo de Dios… Un poco de hígado de Hijo de Dios deglutido da fuerza mística, como comerse el corazón del enemigo vencido da fortaleza… La templanza es otro cantar, eso es practicar. Y encontrarme la próstata parece vital para el equilibrio del universo, en este momento.

Bajo por el ascensor mientras me olisqueo disimuladamente la punta del dedo, casi como algo mecánico e inconsciente. Me arreglo la corbata en el espejo, me miro los zapatos tan limpios que puedo ver mi sonrisa reflejada en el empeine. En la suela, sin embargo, me consta que hay restos de una mierda de mastín del Pirineo en la que resbalé esta mañana al salir del portal a toda leche. Tengo un vecino muy hijo de puta al que le encantan los perros enormes y siempre los saca a pasear sin bolsa. Debía de llevar unas cuantas horas sin salir, el animal, para dejar semejante montón de excrementos justo al traspasar la entrada al edificio. Lo llevaba en los dientes, como se suele decir. Me entretuve unos segundos en intentar limpiar el desaguisado con unas hojas de acacia, pero solo conseguí mancharme los dedos y maldecir aún más alto.

Mi nivel de estrés aumenta exponencialmente en cuanto piso la calle. Eso es solamente durante el día, luego a la noche el mundo se vuelve algo mucho más manejable y privado, la gente desaparece y solo quedan “nosferatus” salidos del ataúd en busca de sangre, chulos y putas. Y los que sirven la mercancía a todo el circo de chalados. Y policías, de patrulla o de putas. En la profesión, es importante dosificar los tiempos y manejar prudentemente los riesgos. Me refiero a la de policía, no a la otra.

El camino de la Central a casa es mecánico y procesado, con muchas pausas en medio del tráfico para pensar, así que le doy unas vueltas al sorprendente encargo de mi ex jefe. Debo averiguar algunos detalles sobre determinado homicidio. Nada profundo, un par de preguntas bien dirigidas, unas impresiones generales sobre “quién sabe qué”, pasarse por un par de bares… gente pendenciera, hinchas del fútbol o algo así. “Nada demasiado complicado para Martín, ¿verdad, cabroncete huelecoños?”, eso me había dicho el mamavergas de Juan Sans.

No contento con haber sido mi jefe directo durante doce años, ahora que la vida me ofrecía un cómodo despacho de sub-inspector debía antes resolver algún asunto sucio que ningún cabrón se atrevía a encarar personalmente, ni el CESID, ni Jefatura Superior, ni el CNI que lo pariera se iban a manchar las manos con la muerte de un poli más corrupto, sucio y degenerado que los miembros de los grupúsculos en los que se infiltraba. Hugo "el Ladilla" no había sido el mejor de los hombres, pero ningún compañero merecía ser decapitado con su polla en la boca. Y como no eran pocos los enemigos que tenía el pobre desgraciado (incluido, se decía, el jefe de asuntos internos por cierto asunto “muy interno” con su cónyuge), no era fácil saber por dónde empezar a cortar la tela. “No sé lo que busco, pero sí dónde empezar a buscar”. Hinchas del Rayo. Y una poca polla. Mierda de tal calibre no es de pekinés.

Resulta que hay un bar en Conde de Casal regentado por un tal Seguí, Ignacio o Luis Miguel, no recuerdo, o son dos hermanos, creo. Allí no se alcanza el clímax futbolero de la zona del Puente, pero sirve de refugio para algunos seguidores menos radicales. Y es punto “caliente”, es decir, se puede conseguir casi de todo menos puta heroína. Oropesa. Mutilaciones. “Para mí que el Ladilla se empolvó la nariz más de lo que su bolsillo podía permitirse”. Eso mismo le había dicho a Juan nada más oír la historia, pero el cabrón no es fácil de descifrar cuando se cierra en banda. Se queda mirándote pensativo, con esa cara inexpresiva que hace que pienses si será igual en la cama, si habrá alguna hembra incluida su mujer que pueda sentir algo por un ser que te devuelve la nada más absoluta con su mirada. Si los ojos eran el espejo del alma, Juan Sans no tenía más que un insondable agujero en su lugar. En ocasiones pienso que se ríe de todo y de todos, hasta del tedio que le provoca tener que aguantarnos. Luego le miras un rato y te parece que en realidad le preocupa todo en exceso, solo que ya le ha dado todas las vueltas posibles a un gran número de datos y la respuesta del enigma no ha aparecido, con lo cual parece animarte a observar a ver si tú descubres lo que se le ha pasado por alto.

No fue mal jefe, a pesar de que me obligó a pasar la mitad de mi tiempo en activo metido con skinheads, sudacas, sicarios y putas, siempre infiltrado en la más selecta mugre. Ni para esto último que me ha pedido, el muy hijoputa, antes de jubilarme “en vida laboral” en un cómodo sillón de skay, “por los viejos tiempos y porque tú sabes hacer este trabajo”, dorándome la píldora así a lo “suavón” pero a la vez picando mi olfato de madero lo suficiente para que termine haciéndolo por interés propio. Así se las gasta, el grandísimo cabrón sibilino.

“Bien, si él tiene sus dudas, yo tengo casi “clarinete” lo que ha pasado. Hugo estuvo infiltrado en muchos grupos de diferente calado y nivel social, pero eso fue hace tiempo. Ahora andaba quemado y en asuntos de poca monta, luego es bastante probable que hiciese un encargo chapucero, se viese pillado y sin blanca, y descubriese que se le había acabado el crédito”. De la forma más meridiana posible, y a la manera brutal de las mafias colombianas con sede permanente en bares de valencianos del sudeste madrileño.

Así que, enfundado en la camiseta de Jonathan Viera, con la libertad horaria que mi divorcio me permite y el poso de cientos de vigilancias realizadas, traspongo la puerta de “Marina Dor”, la puta ciudad de vacaciones, dispuesto a pasar una tarde – noche de gin tonics y soporífera atención auditiva y visual. Corto y fuera. 

 

 

 

 

Imprimir

lanochemasoscura