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Francis Ford Coppola on the road

Coppola en el set de Apocalipsis Now
"Lay down. Lay down like an animal and wait."
Charles Bukowski

Este año el premio Princesa de Asturias de las Artes ha recaído con todos los honores en en el director italoamericano Francis Ford Coppola. Hasta aquí ningún reproche, el director atesora una carrera que ya quisieran muchos de los llamados números uno. Lo que llama la atención, es que el premio lo concedan en España, un país que no estrena las películas de Coppola en salas desde hace más de un lustro. Atrás quedan las colas kilométricas frente a los cines para ver el Padrino o los colmillos afilados de su versión (nada desdeñable) de Drácula para al final, derretirse (literalmente) ante los rasgos apolíneos made in Brat Pack de Rebeldes.

Hace mucho que las deslumbrantes luces de las marquesinas no alumbran al maestro y, Coppola, cual personaje shakesperiano, transita en paralelo al Chico de la Moto, el inolvidable protagonista de Rumble Fish (La ley de la calle/1983) que interpretaba el actor Mickey Rourke. Al igual que el Chico de la Moto, Coppola vuelve sobre sus pasos para descubrir un reinado usurpado por amantes del vil metal y señores de la guerra, los caballeros Templarios; defensores del cine como arte y no como entretenimiento, han sido expulsados. No queda nada, polvo, historia...

American Zoetroppe StudioCae la noche en L.A., los coyotes deambulan por la carretera de Mulholland y Francis Ford Coppola los ignora a caballo de su moto atravesando Burbank y los estudios. Tragando saliva, como lo aria un condenado a muerte, siente el instante de un instante al reconocer que los años de hipotecar la casa con el fin de conseguir presupuesto para comprar metros de película, se han agotado. Ya no volverá a cruzar el país con una banda de forajidos(entre ellos un jovencísimo George Lucas/Star Wars, American Graffiti, etc.) y una cámara de 35mm para rodar una road movie de bajo presupuesto que, a la postre, será premiada con la Concha de Oro del festival de San Sebastián, me refiero a Rain People. Tampoco espera el regreso de productores megalomanos como Robert Evans arañando su puerta con los derechos del Padrino bajo el brazo, suplicando airadamente frente a sus dudas de “autor” por rodar la película que acabara por catapultarlo al paseo de la fama. Como olvidar los años creando precedentes al estrenar la misma película en cien salas simultáneamente, sobrevivir al éxito y despertar en una la húmeda selva de Filipinas. Reescribir un guión bélico inspirado en “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad mientras Mr. Marlon Brando come bananas en su roulotte con el taxímetro en marcha. Reaparecer de los infiernos, tras un rodaje de tres años, con la Palma de oro de Cannes y el sueño cumplido de abrir un estudio propio: American Zoetrope. Hogar de directores díscolos y mentes creativas, antagonía total al maniqueo Hollywoodiense, un lugar, en suma, por el que transitar hacia la modernidad... Por desgracia el proyecto murió en boca de gol, obligando al director a trabajar por “encargo” buena parte de los ochenta y noventa con el fin de devolver las deudas generadas por el estudio.

Repasando la carrera del director era lógico creer que volvería a resurgir de las cenizas por tercera vez, emulando al mismísimo Hidalgo de la triste figura. Nos equivocamos. Las heridas tardarían en cicatrizar a pesar de los buenos números de Dracula o las ínfulas à l'auteur de Rumble Fish. El cine como extensión de la vida, rodar por encima de todas las cosas: ¡a tumba abierta!, se termino, al menos para Francis Ford Coppola.

Jaques KerouacLlegaron vientos de cambio y el director prefirió pasar los años dedicado a sus viñedos, propiedades y producciones desde el lado menos afilado del engranaje. Ante semejante panorama algunos proyectos quedaron en el tintero, entre ellos “On the Road” la novela del escritor Beat Jack Kerouac. Coppola poseía los derechos desde sus años de bonanza económica con los Padrinos, pero entre la pesadilla en Filipinas, la bancarrota y dos décadas para olvidar, el proyecto no vio la luz hasta 2013 con una flácida versión dirigida finalmente por Walter Salles ( Diarios de motocicleta). En este caso Coppola se reservo el crédito de productor, los años de Rain People, habían quedado atrás. La cinta tubo una tibia acogida a pesar de las numerosas ediciones que cada año aparecen de On the Road, la vitalidad de la páginas de Kerouac se quedo en sus páginas, incapaces de atravesar el celuloide. El cine ya no se rueda con ese espíritu libre. La tecnología, el culto a la verosimilitud que imposibilita cualquier desahogo artístico por parte del realizador o la influencia exagerada de los mercados como jueces absolutos de la creación, han convertido al séptimo arte en un producto de las corporaciones y, esos margenes, no son del gusto de Coppola. No es de extrañar que en la entrevista previa al premio Princesa de Asturias nos dejara la siguiente reflexión:

“Hoy no veo ese riesgo en el menú de los grandes estudios, y como creador debes apostar por las obras personales, únicas. Si hacemos lo que nos parece interesante es posible que a alguien le acabe gustando.”

Francis Coppola atraviesa Burbank y los estudios a lomo de una reluciente Harley Davidson, reposando, a la sombra de su nombre.

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