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20 años no es nada...

kids 1

Una vez fui un joven lleno de entusiasmo. Un muchacho que reaccionaba en positivo ante cualquier viento de cambio, ante la más mínima expresión de novedad, a pesar de no saber reconocer muy bien qué expresión era esa o dónde se encontraba. Pero la rastreaba por tierra, mar y aire. Al acecho de la modernidad con la brújula de explorador y mi camiseta de los Stones. No siempre había algo que absorber, había findes en los que todo quedaba reducido a una sala de billares de primera hora ( las horas nocturnas eran de uso exclusivo de los mayores) y un paquete de tabaco rubio a pachas con los colegas de manada. Escuchando canciones de moda y persiguiendo a las chicas del insti con una media verdad entre los dientes. Corría el otoño del año 95 y aquí el abajo firmante tenia apenas unos escuálidos quince años, los noticiarios hablaban de muchas cosas que por suerte he olvidado ya, pero recuerdo al menos un huracán, uno que venia pasaporte en mano desde el otro lado del charco con costuras de celuloide. El culpable de tanto revuelo era un fotógrafo de cuarenta años que había cometido la desfachatez de hacer una película protagonizada por chicos de nuestra edad en actitud desmedida. Su nombre: Larry Clark. Y el titulo de la película que brillaba en las marquesinas como una venganza contra el establishment no podía ser más agudo: Kids 2KIDS. Escrito en mayúsculas y con letras de fuego, un puñetazo para cualquier chaval aburrido de la periferia, para cualquier aspirante a Rimbaud de cantina, para los huesos rotos de los skaters de provincias y las lenguas revoltosas de quinceañeras en locales light. Una película, en definitiva, que estaba destinada a cambiar las cosas, si las cambio o no me abstengo, decía Mao Tse Tung que una sola chispa puede incendiar la pradera, desde luego KIDS, la peli producida por Gus Van Sant, la peli que nos descubrió la mente retorcida de mi admirado Harmony Korine y que elevo a categoría de stars a Rosario Dawson y Chloë Sevigny, nos dio alas. Recuerdo salir del cine en estado de shock con mis amigos teen, habíamos entrado en la sala comiendo palomitas y pastillas de regaliz, salimos con la conjura de conseguir éxtasis para el próximo fin de semana. No volvimos a pisar la sala de billares de primera hora, no volvimos a dejar de brillar, nadie volvió a contarnos como ser joven, ¡eramos jóvenes al fin! KIDS y sus chicos de los suburbios nos abrieron la puerta, nos dijeron: ¿Qué hacéis ahí tíos? No nos hizo falta nada más, nos vimos reflejados en Telly, Casper, Harold y el resto de la banda, del mismo modo que los chicos de los cincuenta se vieron reflejados en James Dean o en los sesenta en Fonda y Hopper.  El ciego duró quinientas noches y todas de M, la bajada nos metió de pleno en los veinte y ya casi nos pesaba arrastrar el skate por la pista de baile. Muchos se quedaron por el camino, otros tantos en la parra y, unos pocos nostálgicos, pasamos a engrosar las filas de neófitos que año tras año recuerdan entre cirios y ofrendas florales la efeméride. De ahí casi una vida, veinte años, veinte años se cumplen de aquel huracán, ahora un poco más viejos, saturados por quehaceres domésticos, fuera ya del peligro nocturno y de la violencia de los callejones del sueño, levanto mi copa de Fanta recordando las sonrisas de unas noches salvajes que nunca podre olvidar. ¡Salud!

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