Diario de una funcionaria primeriza

Ocurrencias y desocurrencias

ocurrencias1

Un buen día recibo una llamada de Jefe Ausente. No llamaba muy a menudo, por lo que el hecho de que lo hiciera, ya en sí mismo, mosqueaba.

-Vente a verme a mi despacho.

Sin más explicaciones. Así que me quedé con cara de tonta: ¿qué había hecho yo para tener que ir al despacho de Jefe Ausente? ¿Por qué no llamaba a Funcionario Tópico?

ocurrencias2Por cierto, que pude ver los ojos de terror de Funcionario Tópico ante la posibilidad de que, como ambos dos nos temíamos, me quisiera mandar a algún otro lugar de trabajo. Si yo no estaba, podía acabársele el chollo de tener a alguien siempre en el despacho durante sus (largas) ausencias.

Así que me fui para allá. Recordamos que el despacho de Jefe Ausente no estaba precisamente a corta distancia de Lugar de Trabajo así que, andando, tras una media hora llegué a su despacho.

-Vente conmigo-me dijo, sin más. Y salió del despacho. Y yo le seguí.

Me llevó a otro despacho donde había dos mujeres y un hombre.

-Esta es vuestra nueva compañera-dijo.

Hubo un jolgorio general. Parecía que realmente les hacía ilusión tenerme de compañera. A mí no tanto, puesto que no comprendía absolutamente nada de la situación. Poco después, llegué a comprender menos todavía.

Jefe Ausente se acercó a la que era la jefa del lugar, le explicó quién era yo y le dijo.

-Quiero que le enseñes todo lo que sabes del Programa Z, para que luego lo pueda usar ella en Lugar de Trabajo.

ocurrencias3La señora se quedó bastante sorprendida, puesto que era la primera noticia que tenía sobre mí y sobre sus nuevas labores como profesora del Programa Z, que era un programa que había sido muy usado en la Administración X, pero que entonces estaba en vías de extinción.

Hay que decir que la señora en cuestión no era subordinada de Jefe Ausente, pero ante tal orden, tan imperativa como inesperada, no pudo más que decir:

-Vale, le enseñaré.
-Entonces aquí te quedas con ellos-me dijo Jefe Ausente. Y se fue. Y allí me dejó. Y yo seguía sin comprender muy bien lo que quería que hiciera allí con esa gente.

La jefa, que se tenía que ir a desayunar, me despachó con un “vente ya mañana”. Pero aun así me quedé un rato, porque la otra mujer que estaba en el despacho enseguida me acogió en su seno.

-¡Qué alegría una compañera nueva! ¡Con la cantidad de trabajo que tenemos! Ya verás que bien vas a estar aquí con nosotros.

Y así estuvo un buen rato, mientras yo me preguntaba que, si tenía tanto trabajo, ¿qué hacía dándome conversación durante una hora?

Entonces volvía a Lugar de Trabajo y le expliqué a Funcionario Tópico lo que había pasado. También le dije que no entendía muy bien si quería que trabajara allí (como se había pensado la funcionaria simpática que me estuvo dando conversación) o simplemente que fuera a aprender el Programa Z, sin más, que era lo que yo finalmente había entendido.

Al día siguiente me dirigí directamente para allá. Todos los funcionarios del despacho estaban ya sentados en su mesa, pero no me recibieron con la misma efusividad del día anterior.

ocurrencias4La jefa se levantó y se dirigió hacia mí.

-Mira, que he estado pensando, y no sé muy bien qué es lo que quiere Jefe Ausente que haga contigo. Yo te puedo enseñar el Programa Z, pero es que aquí no lo usamos normalmente, y ahora tenemos mucho lío y no puedo estar contigo haciendo otras cosas. Casi mejor que te vayas a Lugar de Trabajo y cuando yo esté menos liada te llamo para enseñarte.
-Vale.-¿Qué otra cosa podía decirle?

Así que volví a Lugar de Trabajo con mi querido Funcionario Tópico, que se sorprendió tanto como yo de mi vuelta.

Días después recibí una llamada de mi “profesora”. Fue una llamada un tanto extraña.

-Llamo para despedirme de tí.

Que yo pensé, ¿se irá a algún lado?

-Porque no te voy a enseñar el Programa Z. Porque yo no lo uso para trabajar y no tengo por qué enseñárselo a nadie porque no es mi trabajo, es un marrón que me ha querido encasquetar Jefe Ausente y no estoy dispuesta y menos ahora que se ha dedicado a ponerme verde por los pasillos, diciendo que no quiero hacer nada, que no trabajo. Y que yo no tengo por qué hacer lo que él diga, que no es mi jefe.

Así, sin respirar.

No sé lo que pasaría en aquellos lugares, pero creo que por mi culpa se rompió una amistad. Igual una amistad no era, pero sí una relación cordial…Que tampoco fue por mi culpa, que yo a día de hoy no sé muy bien para que fui a ese lugar…

Imprimir

lanochemasoscura