Diario de una funcionaria primeriza

El teléfono, ese gran entretenimiento

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En Lugar de Trabajo había tres teléfonos (ya he dicho que el mío era un teléfono-fax).

 Curiosamente, Funcionario Tópico y yo compartíamos la misma línea, y en la otra parte del despacho había otro teléfono con una línea distinta.

Se usaban muy poco. Para recibir llamadas, quiero decir, porque para emitirlas…posiblemente las Comuniones de los hijos de los mayores accionistas de Telefónica fueron pagadas a cuenta del gasto de teléfono de Funcionario Tópico.

Llamaba a todas horas, a toda la gente que uno se pueda imaginar, familiares, amigos, conocidos,  desconocidos…

Por desconocidos no quiero decir empresas a las que normalmente, por unas cosas o por otras tienes que llamar, que también, si no verdaderamente desconocidos. No sé si para él, pero la gente a la que llamaba, a veces, parecía no conocerle.

Me explico:

Día 19 de marzo (no recuerdo el año exacto). Aparece Funcionario Tópico por la puerta.

-Hoy es San José.

Yo, que me parece una chorrada bastante grande el tema de los santos (¿en serio hay que felicitar a la gente porque se llame como el Santo de turno del día?), pensé “pues vale”, pero dije, en un alarde de elocuencia:

-Ah

Tras esa gran conversación, Funcionario Tópico se sentó en su mesa y sacó una agenda de teléfonos cochambrosa.

Sí, agenda de teléfonos (cochambrosa) en pleno siglo XXI, porque Funcionario Tópico era muy suyo y, aunque le gustaba mucho hablar por teléfono,  lo de tener móvil no iba con él, así que iba a todas partes con la agenda en cuestión, a la que, de revenida y roñosa que estaba, se le iban cayendo las hojas.
Agenda cochambrosa en mano, coge el teléfono y se pone a llamar a todos los Josés, Pepes, Pepas, Josefas y Marijoses que tenía anotados. Con algunos la conversación fluía bastante bien, pero con otros era del estilo…

-Hola Jose, soy Funcionario Tópico, te llamaba para felicitarte el Santo. Si hombre, Funcionario Tópico, el del pueblo. Que sí, el hijo de la María. Que sí que nos conocemos, de la vez esa que echamos un mus a media tarde. Que sí, que nos hemos visto muchas veces. ¿Cómo no te vas a acordar?

El aburrimiento en Lugar de Trabajo era bastante tedioso pero, afortunadamente, a mí no me dio nunca por llamar como loca a gente a la que conocía prácticamente de vista. Tampoco me da por pedir o dar el teléfono a gente que no va a saber quién soy si la llamo, la verdad.

Pero Funcionario Tópico y el teléfono eran uno.

Yo, que estaba ansiosa, ya no diré por trabajar, pero por hacer algo con mi vida durante las horas que me pasaba allí, en cuanto sonaba el teléfono lo cogía.

Bueno, realmente solo lo hice una vez, porque, inocente de mí, no conocía los códigos de comunicación de Funcionario Tópico con sus hijas y claro, cometí un error imperdonable.

-Lugar de Trabajo-dije  alegremente al contestar el teléfono, que solamente había sonado durante un microsegundo.

-¿Está Funcionario Tópico?-me preguntó una voz dubitativa que parecía recién levantada.

telefono2Me recordó a mi padre que, cuando era pequeña, se quejaba de que los “niños” usábamos esa fórmula cuando llamábamos a casa de nuestros amigos, sin saludar ni identificarse ni nada, simplemente preguntando ¿está…?

-Funcionario Tópico, preguntan por ti-le dije, amablemente.

De mala gana, Funcionario Tópico cogió el teléfono para colgarlo acto seguido. De forma inmediata, realizó él una llamada rápida, tras la cual me comentó:

-Cuando suene el teléfono, no lo cojas inmediatamente, porque si lo coges tan rápido parece que es que no tienes trabajo, déjalo sonar un poco.

Funcionario Tópico siempre instruyéndome con su infinita sabiduría sobre el arte de aparentar estar hasta arriba de trabajo.

-Además, muchas veces mis hijas me dan toques para que las llame y si lo coges ya le cobran la llamada a ellas.

Efectivamente, las hijas de Funcionario Tópico (que eran más o menos de mi edad, por cierto), hacían básicamente lo que en esa época hacíamos todos, tristes usuarios de móviles prepago,  cuando queríamos hablar con papá: darle un toque (lo que viene siendo un llama-cuelga) para que llamara él,
flamante usuario de un contrato de telefonía móvil. Con la salvedad de que Funcionario Tópico no tenía móvil, así que los toques se los hacían al teléfono de Lugar de Trabajo.

Pero no siempre las llamadas de las hijas eran para hablar con él, que ya me parecía a mi excesivo tantas ganas de hablar con su padre cuando vivían con él y podían hablarle más tarde. En (muchas) ocasiones, lo que querían las niñas era hablar con una tercera persona, pero claro, no querían era pagar la llamada.

Lo que hacían entonces era dar el toque. Papá las llamaba y les pasaba con la persona o entidad con la que las niñas querían hablar. Así la llamada no la pagaba ni la hija, ni el padre. La pagaba la Administración X.  

Reconozco que es una estratagema muy hábil, a mí nunca se me hubiera ocurrido. Tenía tanto que aprender…

Normalmente, al sonar uno de estos toques, Funcionario Tópico acudía raudo y veloz al amparo de sus hijas, si bien a veces le costaba una llamada fallida averiguar cuál de las dos era la que necesitaba su auxilio. He de decir, en defensa de la hija pequeña que parecía estar algo más espabilada, que la inmensa mayoría de las veces se trataba de la hija mayor.

El problema era cuando Funcionario Tópico no estaba, porque había salido al baño o a cualquier sitio. Entonces el toque, al no ser inmediatamente respondido, se repetía cada pocos segundos, dejando claro que la paciencia no era una de las virtudes de las niñas.

Si no había respuesta, el toque se repetía y se repetía y se repetía y se repetía y se repetía…Hasta que me tocaba las narices y cogía el teléfono.
Entonces, una  voz dubitativa que parecía recién levantada me preguntaba:

-¿Está Funcionario Tópico?
-No, no está.-contestaba yo, lo más borde que podía.
-Vale, gracias.

Y me colgaba.

Y así iban pasando los días.

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