Mike Esbirro: En tierra de nadie

No habrá mañana

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-¡Hoy es tu cumpleaños! Si, ya se, pensabas que hoy follaríamos. Después de discutir, por supuesto.-El tono de la frase, burlón y ácido, se esparció en la penumbra de la habitación dejando un poso de amargura macerada en las entrañas.

Apenas se adivinaba su esbelta figura deambulando al fondo de la habitación. La estancia era un nido de sombras y claroscuros que, unidos a la espesa niebla provocada por el humo del tabaco, otorgaban a la escena un cariz onírico y turbador. Tan solo una vieja mesa redonda como único mueble y un herrumbroso flexo incandescente en el centro como única luz. Varias botellas de blanco Verdejo, media docena de copas reventadas contra el suelo y decenas de colillas a modo de alfombra grotesca. Era una habitación clandestina, de esas que se alquilaban a parejas y amantes en hoteles ya abandonados para dar rienda suelta a sus mas oscuros deseos. No era la primera vez que se encontraban allí, pero las circunstancias eran otras.

nohabra2Se había vestido a conciencia para la ocasión. Lucía un llamativo vestido plateado largo hasta los tobillos con un escote muy pronunciado en forma de uve cuyo vértice se perdía mas allá de sus senos. La espalda desnuda, hasta donde esta pierde su nombre, mostraba unos hombros rectos, altivos. No escatimó en detalles esa noche: uñas,labios, rimel, perfume...todo en ella estaba pensado para no pasar desapercibida, siempre fue así. Jamás cogía el metro porque según ella sudaba. Llegó a operarse para evitar hacerlo en cualquier circunstancia. No podía soportarlo. El mero hecho de rozarse con la plebe le provocaba urticaria, aunque sabia ocultarlo notablemente bien. Pasaba por una mujer inteligente, de trato agradable y sociable, pero terriblemente complicada y enloquecida en su vida personal. Otro ejemplo más de humano pergeñado en la cumbre de la vorágine capitalista.

Esa noche estaba sumamente nerviosa. Se descalzó para andar mas cómoda. Los cristales esparcidos por el frío suelo laceraban sus pies sin que ella sintiera apenas nada. La inquietud la empujaba a recorrer el cuarto sin poder detenerse, impregnando las huellas de sus pies ensangrentados a su paso, cual zombi hambriento en busca desesperada de una presa. Encendía un cigarrillo tras otro de manera obsesiva, sin llegar a apurarlos, era un reflejo ansioso, incontrolado, apenas interrumpido para asir con fuerza la ultima copa vino. El temblor en sus manos evidenciaba que estaba comenzando a perder el control. Tras estallar la copa contra la pared desnuda en otro espasmo de ira, se acercó a la ventana de manera vacilante. Una fugaz mirada a una luna llena, ensangrentada, y una tímida y aterciopelada caricia al gélido marco de la ventana provocó que comenzaran a brotar sendas lagrimas de unos ojos desgarrados por el odio y el rencor. Se giró vertiginosamente para mirarlo una vez mas.

En el centro se hallaba él. Completamente desnudo, fuertemente atado y amordazado a una recia silla de madera, la cual a su vez había sido anclada con escuadras de acero al suelo de terrazo. Tenia la cadera notoriamente hacia delante, lo que permitía que su sexo colgara por delante del asiento, en una postura sumamente incomoda y a todas luces dolorosa. La amarillenta luz sobre la mesa le apuntaba directamente a los ojos y le otorgaba un aspecto macilento. El frío sudor del miedo le cubría por entero. El terror más pavoroso dibujaba muecas imposibles y espasmódicas en un rostro cuyos ojos abandonaban sus cuencas tratando desesperadamente de tomar contacto con aquel enloquecido ser que vaga a su alrededor al abrigo de las sombras.

nohabra3La mente humana y sus recovecos. Puertas negras de oscura piedra que jamás debieron ser abiertas. Terribles criptas depositarias de instintos descarnados y desgarradores que todo ser porta consigo. Lugares olvidados en pos de la supervivencia de la especie. Las adicciones, el odio, la ambición desmesurada, el rencor, la envidia mal gestionada, una soledad no apreciada...caminos que no se deben transitar asiduamente so pena de encontrar por casualidad nuestra oculta caja de Pandora.

-¡Me debes el dinero de la moto!- le increpó bruscamente, oculta por la sombra que la luz sonrosada de una media noche despejada proyectaba tras su figura.
-Justo ahora faltan dos minutos para la media noche. Es nuestra hora, ¿recuerdas? La hora de la lujuria que hasta no hace mucho nos arrastraba. Pero no, hoy no va de juegos, o si, según se mire...- se pudo escuchar una leve sonrisa alocada y nerviosa, indisimulada.

Caminó despacio, bordeando las paredes, siempre al abrigo de la oscuridad. Empezó a hablar en un tono sosegado, como si de repente le lloviera lucidez. Sus palabras se dejaban llevar hasta perderse en pausas interminables.

-Me has dado muy mala vida estos meses... me has jodido bien, maldito cerdo. Sí, tú y tus asquerosos hijos fruto de tu relación con esa borracha... me engañaste, sabias de mis carencias afectivas, que era huérfana, la pésima relación con mi familia, mi fuerte carácter, mis ansias de compañía...mis fracasos afectivos...y cómo no, mi amplia fortuna....- se detuvo justo detrás de la silla, posando sus heladas manos en los hombros del infortunado. Se inclinó hacia delante buscando sutilmente la nuca del reo para comenzar a susurrar de modo irónico y amenazante.

-Porque en realidad eso fue lo que llamo tu atención, mi dinero. Típico, de película, tan evidente que no quise creerlo...eras tan atento...quisiste casarte conmigo al mes de conocernos; yo no podia creerlo. Y al poco, me quedo embarazada...de ti, si maldito cabrón, tuve que abortar, sola, sin noticias de ti- las lagrimas consiguieron quebrar su voz unos segundos.

-A partir de ahí todo fue a peor. Me dejabas, volvíamos, me dejabas otra vez, los insultos y las faltas de respeto, las borracheras descontroladas en tu casa, el abandono, la ira , las esperanzas rehechas y rotas decenas de veces. Me has mantenido en una montaña rusa de emociones, abandonada a las pastillas, el alcohol y el tabaco...me consumía, me ahogaba en mi propia mierda. Me dabas asco, pero seguía creyéndote, ¿sabes?- soltó a su victima para retomar su particular excursión por la penumbra.

Lentamente, sintiendo quebrarse en cada paso, se acercó a la mesa. Sobre ella brillaba un Smith&Wesson 38 Special de 9mm y una caja de munición. Él contemplaba horrorizado sus manos trémulas acariciando el arma.

-¿Conoces este revolver? Con él gané el campeonato de tiro de la Comunidad de Madrid, modalidad autodefensa. Te excitaba verme disparar. Aún recuerdo el sexo loco en los baños de la galería de tiro- una amplia sonrisa, tensa, adornaba su semblante mientras introducía pausadamente las balas en el tambor, sin prisas y procurando no dar la espalda al desdichado. Deseaba que grabara en su mente cada gesto, cada palabra.

-Justo cuando quería morirme volviste a la carga: “ahora si, ahora va a salir todo bien”- lo dijo con descarada retranca y sorna, gesticulando exageradamente revolver en mano y comenzando a reír descontroladamente.

Tras dar con su cabeza involuntariamente contra la pared, volvió en si para salir bruscamente de la oscuridad y clavar con furia el frio cañón del arma en la frente del desgraciado. Por primera vez pudo verla. Su larga melena cobriza le tapaba medio rostro. La otra mitad apenas de adivinaba bajo una amalgama de maquillaje disuelto por las lagrimas. Los ojos limpios, punzantes, cargados de inquina y determinación asesina.

-Hace dos días me llamó tu socio. Lo cantó todo. El plan con tu mujer, vuestra falsa separación, la trama para seducirme. Incluso habíais pactado el reparto de mis viviendas!!! ¿Pero cómo pudiste ser tan necio de contarle a nadie algo así?!!!-sus gritos eran lacerantes cuchillos en el rostro atormentado infortunado. Con los ojos fuera de sus cuencas trataba desconsoladamente de decirle “no por favor, Dios mio no lo hagas”. Se removía en la silla, retorciendo su cuello en todas direcciones, intentando mascullar palabras ininteligibles entre simples bufidos.

-Me has destruido maldito perro- no era mas que un susurro apagado bajo el amargo llanto. Sosegadamente dio varios pasos hacia atrás sin dejar de apuntar. La voz se tornó dura, áspera.

nohabra4-Despídete de tus hijos, de tu mujer, de la vida!!!- bajó el revolver despacio, apuntando descaradamente hacia su pene. Los espasmos se apoderaron del condenado que horrorizado entro en un estado de shock.

-No habrá mañana!!!- el disparo restallo con violencia. El impacto secciono el miembro viril y convirtió sus testículos en una masa sanguinolenta. El dolor de los enfermos, de los hambrientos del tercer mundo, de las madres de la plaza de mayo, de las victimas de todos los terrorismos, de todas las guerras, de Hiroshima...todo ese dolor se manifestó en el alarido más brutal, pero a la vez hermoso, que conocieron los tiempos. De fuerza tal, que fue capaz de proyectar contra la pared la cinta americana que momentos antes le amordazaba.

-Mira lo que has hecho bastardo! Has echado a perder mi vestido !- el olor dulzón de la sangre se mezclaba con el de la pólvora quemada ofreciendo ese particular y moderno aroma de muerte. Ella, enloquecida, limpiaba con dificultad la sangre y restos que salpicaban su faz.

-¡¡¡Maldito hijo de puta, cállate, cállate, cállateeee!!!

Disparó cinco veces más. Cuatro en el pecho y el ultimo certero, limpio como una mañana de primavera, entre los ojos. Silencio.


….........................

-¡Paco! Con leche descafeinado y dos porras!-la mañana despierta frenética en El Ovni. Ratas de ciudad hambrientas asoman sus entumecidos hocicos peleando voraces por un puesto en la barra. Todas quieren su ración de queso.
-¡Coño Julián, bien hallado!, oye, ¿te has enterado del suceso de anoche en el hotel ese desvencijado de la calle Princesa? Muy “gore” tío. Ella se debió tirar por la ventana. La encontraron horas después en un callejón medio comida por unos perros callejeros. ¡De película macho! ¡Cómo esta Madrid!-Julián le observó en silencio, con evidente cara de asco.
-Perdona macho, se me olvida la hora, ahí tienes tu café.

Con la atención puesta en dar infinitas vueltas a la cucharilla, Julián piensa en cómo contar que estaba allí, tras aquellos muros, viéndolo todo tras unos disimulados agujeros en las paredes que, para gente que voyeur como él pagan por acudir alguna que otra noche a ver a las parejas fornicar.

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