eva cuervo

Hostia puta (II)

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La ermita.

Desde siempre pasaba los veranos en un pueblo de Salamanca. Durante un par de meses se llenaba de gente de fuera, familias que volvían a casa de sus padres o abuelos, como nosotros. A veces nos juntábamos más de veinte personas por los bares y nos íbamos a beber a la ermita, que tenía mesas de piedra y árboles, era un sitio bastante chulo. Venía con nosotros un chaval del pueblo que se había ido a hostiaputa27Madrid a trabajar de portero en una casa, era gordo, calvo y tenía muy mala ostia, de esas mal disimuladas. Se le notaba la pluma a diez kilómetros, en un pueblo pequeño ser homosexual debe ser de lo más jodido y la verdad es que siempre había alguien, de coña y tal, pero tocándole los huevos. El caso es que ese día se pilló un pedo de los de ir a cuatro patas y le dio la llorona. Se puso allí en medio a grito pelado, que si en el pueblo le habían tratado muy mal, que si allí nadie le quería, mientras algunos le seguían vacilando y claro, se le hincharon los huevos y se puso a recitar los nombres, apellidos, profesión, ascendencia y descendencia de los tíos del pueblo que se había tirado. Ahí sí, algunos estábamos descojonados, a otros ya se les fue borrando la sonrisa porque en los pueblos todos son familia y casi seguro que les iba a tocar la pedrea. Qué risa.

Un Clavo.

En el barrio había un solar en cuesta, al lado de la pista donde ahora está el edificio del albergue. Después de salir del colegio lo normal era no parar por casa hasta la hora de cenar.

hostiaputa23Era verano o casi, porque estaban preparando la hoguera de San Juan, recuerdo andar por allí, entre las maderas y las mierdas que habían apilado y el juego consistía en tirarme de rodillas pendiente abajo, por la hierba. En una de esas deslizadas caí sobre una madera y al ponerme de pie tuve que sujetarla para sacar un clavo de mi rodilla.

Empecé a sangrar, me quité la chaqueta y me la até a la rodilla. Todavía me quedé un ratito en los columpios del parque que había más abajo, en el Redonchel. Cuando llegué a casa me llegaba la sangre a los calcetines.

El plan solía ser que si abría la puerta mi abuela era mejor cerrar la boca, porque lo mismo le daba por calzarme una hostia. El susto que se llevaba ella solía ser proporcional al que te ibas a llevar tú.

Hubo suerte y abrió mi madre y entonces ahí ya sí, empecé a llorar como si no hubiera mañana.

Ya tenía yo claro lo de los tiempos para cada cosa.

La ruina.

Una de las últimas veces que nos vimos me dijo que no sentía nada, que no podía sentir nada.

Nos conocimos en el verano del 88, yo tenía 13. De vacaciones en un pueblo de mierda de donde eran nuestras familias. Nos caímos bien a los cinco segundos. A mi madre no le gustaba hostiaputa25y a mí eso, pues mejor. Me llevaba 4 años y hacía lo que le daba la gana, y cuando digo hacer, también quiero decir follar. Para mí era una novedad. Sus padres se acababan de divorciar y aquello en el pueblo era un escándalo. Antes la gente no se divorciaba.
A ella se la soplaba que yo fuera en silla de ruedas...pero de verdad.

Fue mi mejor amiga durante muchos años, pasábamos los veranos juntas y fueron unos veranos de no parar por casa, de fumar, beber y risas, lo que son los veranos cuando tienes 16 años y todo te importa un huevo.

Ella salía con un chaval que ya era mi amigo antes de conocerla, y me tocó estar en medio cuando le dio puerta y le jodió vivo, y yo no sabía a qué venía tanto desprecio después de mogollón de años. Si vas a dejar a a alguien, pues eso, déjale, no era necesario convertirlo en un cadáver andante.

Después ya nos vimos menos porque empezó a trabajar en hostelería en sitios diferentes, por temporadas. Nos llamábamos por teléfono y me informaba puntualmente de dónde estaba y a quién se estaba tirando, por lo generalhostiaputa24 tios que no le importaban una mierda.Luego supe que algunos fines de semana de los que pasaba en casa estaba intentando dejar las pastillas, que estaba enganchada y jodida. Por días tenía ataques de ansiedad y estaba de bajón, y otros andaba pasada de rosca. El último verano que nos vimos en el pueblo a mi se me empezó a acabar la paciencia, porque irse de fiesta con alguien que sabes que está jodido y huyendo de noséqué es una puta mierda.

Intenté ayudarla, estar con ella de tranqui, pasaba unos días medio bien y vuelta a empezar otra vez, dando por culo para salir a beber. Cuando pasó dos días sin aparecer fui a buscarla a su casa y me dijeron que se había pirado, sin decir nada, sin más.

Todavía vino algunos fines de semana más a casa y yo tuve la brillante idea de llevarla a un concierto con mis colegas. Que terminó tirándose a uno esa noche, naturalmente. Luego supe que estuvieron bien una temporada, que por él todo guay. Pues mira.

Y poco más, ahí la dejé ir, ya no tenía más que dar. Ella estaba con lo suyo y yo en otra galaxia diferente. De verdad, espero que le vaya bien.


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