Loreta Pumay

Realidad aumentada para disminuidos

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El camarero hace maromas con bandejas en alto sobre la gente. Me pierdo en su agilidad, lo envidio, no podría estar tan atenta a todo, son tantas cosas… y en mi mesa la letanía ya conocida, repetida en mil conversaciones, según el día y los asistentes, pero la misma, el reproche a nuestro tiempo: sabemos de la manipulación de la tele y las redes sociales, que lo que nos espera es una crisis tras otra, que los rosarios de felicidad cuyo hilo seguimos con tanto entusiasmo no son más que las últimas tendencias de bienestar, una estrategia comercial o la idea de un especialista famoso. También sabemos que podemos reprogramar nuestra mente, que nuestro cuerpo de agua se carga con nuestros pensamientos, por eso el yoga, la meditación, la consciencia de lo que compro y a quien lo compro, lo que consumo y lo que me como, qué le doy a mi cuerpo, parece que somos dos, mi cuerpo y yo… y que lograr nuestra felicidad depende de…

Me perdí de algo. ¿Qué es lo que sabemos?

Bueno, no me presiones tanto, quizás en verdad no sabemos nada, parece que entendemos, pero en verdad no tanto, ¡cómo saberlo! ¿Cuál es el baremo? Porque apenas usamos nuestro cerebro, según dicen los expertos (que tampoco es que nos superen en mucho); sabemos que lo subutilizamos, eso sí, pero no sé cómo sería aprovecharlo a tope. Identifico fácil la tontería, sé que desperdiciamos nuestras capacidades babeando, produciendo baba, y que por eso es que muchos andamos con un termo en la mochila y se nos recomienda beber no sé cuántos litros de agua al día, tampoco realidad2más que esos; y sé que no es por la hidratación de la piel, ni por nuestro metabolismo, ni por el propósito de ser perras elegantes, ni las funciones vitales, ni nada de eso. La verdad es que debemos tomar mucha agua para que sigamos generando más y más baba. Sí, la baba mueve al mundo; detrás el sexo y el dinero, la baba es lo primero.

Y voy por el sexto vino y me vengo arriba. Soy malísima bebiendo; o buenísima, depende. Y recuerdo haber leído sobre el magnífico crecimiento del mercado del agua embotellada en España, en Europa, ¡en el mundo! No es para menos, porque hay mucho cuerpo tonificado y cirujiado por ahí, todos tan provocativos que es inevitable salivar. ¡Y más cositas!, sí, cositas lindas por todas partes, esas tiendas de mil cositas de colores lindos, texturas suaves, todo tan práctico, dan ganas de comprarlas todas, y comienzo a salivar. Y alguien confiesa que le encantan esos lugares online donde el surtido de objetos es infinito, son perfectos para echar un vistazo en el tiempo muerto, tiempo desecho, tiempo mandado al cubo de residuos porque es el que enlaza tiempos verdaderos, cuando los minutos no son de tránsito, cuando el tiempo cumple con un objetivo, ¡una mierda cómo dividimos y organizamos el tiempo! Yo también lo hago y es peor porque no compro nada, nunca compro, sólo miro y babeo encontrándole lugar a cada cosita, en mi vida o en otra vida propia posible, o en alguna vida soñada, o en otras vidas reales que no son la mía. Todo es práctico, todo es útil, qué fácil sería cocinar, ordenar, acumular… todo más fácil. Si es complicado no sirve, si requiere mucho esfuerzo, ¿qué sentido tiene? Que sea más fácil, de eso va esto. Que en la mañana, a prisa, pueda poner algo rápido para la merienda de mi hijo, que al llegar a casa rápidamente tenga una comida o una cena, que disponga fácilmente de las propiedades que acumulo en mi armario, que no sea un coñazo limpiar, ni conservar, ¡que desaparezca esa expresión y nada vuelva a ser un coñazo! Y me doy cuenta de que estoy escupiendo al hablar, me escurre baba por los labios, me limpio la boca y pienso que estoy borrando el labial que la hace provocativa, ¡pero no!, el labial es permanente, es otra cosita de esas maravillosas que se ajusta a las eventualidades de la vida, y babeante me levanto y brindo por la creatividad humana, que piensa en todo, todo lo prevé, es admirable. ¡No puedo dejar de babear!

realidad4Y esta chica, a la que he visto dos veces, me acompaña al baño. Solo estoy mareada, explico, y me reprocho en silencio, no tengo por qué explicar. Y en ese tiempo muerto en el que arrodillada veo remolinos de agua, unos tras otros, pienso que me siento feliz, que la vida no es tan complicada como anoche me lo parecía mientras escuchaba a mi hermano diciendo que quería hijos pero que su novia no y que, después de todo, qué es lo que queremos en la vida, ¡pues la felicidad! Y qué ganas de complicarse con hijos si ahora es tan fácil ser feliz. ¡Eso es! Felicidad y facilidad, ¡Esa es la clave de la vida! Somos los mejores seres del planeta, amxs y señorxs, nuestros anhelos son lo más noble que hay sobre la Tierra. ¡Déjame! Estoy bien, voy en un rato. La vida es feliz cuando todo es fácil; no quiero arar la tierra y machacar mis manos durante horas, ni lidiar con el clima caprichoso, ni con los bichos ni otras eventualidades. Mejor acostumbrarme a un trabajo, a unos compañeros, llenarme la panza, darle a mi cuerpo lo que pida, a mi piel sus caricias y roces excitantes, ojalá todo con buen gusto, que lo que me rodee sea exquisito. Y después de babear por largo rato, viene la satisfacción: vomito.

Y ahora levantarme es más fácil, estoy más estable y salgo del bar sin despedirme, no quiero hablar con nadie, voy de mala leche. ¿Qué ando buscando con una gente y con otra? Todos creemos que algo está más o menos retorcido, queremos lo que no tenemos, pero aquí seguimos, queremos conservar las cosas como están, tenemos miedo de perder lo que tenemos, mejor ser correctos, bienportados, decir lo adecuado, limitemos nuestros anhelos a las cositas y cuerpos bellos, es más fácil. Por eso el millonario es el ídolo, para él todo es fácil; millonario y no millonaria, para qué complicarnos siendo mujer si es más difícil cumplir las exigencias estéticas y éticas que se imponen; realidad7más fácil ser un macho adinerado, babear por él porque su gran virtud es que puede babear sin límites, puede ser el dogo más babeante de la Tierra. Babea por montar su imperio más allá de la Tierra y que se jodan los que en la Tierra trabajan en su reino; todos babeamos por lo fácil que tiene babear a capricho.

Esto es lo que hay. Voy llegando a casa con el amargo sabor del vómito, con ganas de tirarme en la cama y, por hoy, no saber más. Qué orgullosa estoy de ser humana, de pertenecer a esta especie que domina a las demás especies, animales, vegetales, robóticas. Por suerte mi vida es más fácil que la de mi abuela y la de muchos antepasados y me siento más cerca de la felicidad. Pero quiero más. Y ya no me refiero a que babee más, estoy harta de limpiarme las babas y de tomar agua para, de nuevo, volver a babear; no quiero escuchar más de los anhelos pobres de los que quieren cambiar su coche el próximo año, o los que quieren ir a Indonesia porque sí que hay rarezas allí para babear, ni espectáculos de gran formato, ni exposiciones de arte subversivas. ¿Es esto lo que hay? ¿Esto es lo que infla el orgullo de la humanidad?

Puede ser un síntoma prenavideño. O el nerviosismo previo a los afectos prefabricados y los enjambres de gente atraída por las luces comerciales. Da igual, pienso lo que quiero en mi tiempo muerto. ¡Soy libre! ¿soy libre? realidad6Mi mente es un chorizo de imágenes, de historias guay sin sangre humana, con tan buena producción que babeo, y estoy a un paso de convencerme de que unos trapos sexys me harían encajar mejor, y organizo mi menú cultural porque babeo con ser más grande, más culta, más crítica, mejor informada, más cosmopolita, más… ¿más qué?

Y no hablo, pero mi mente no para. Mi cabeza es una roca sobre la almohada. No tengo idea de a dónde voy con esto, quizás solo es un reemplazo de baba por vómito, porque estoy atorada con todo lo que me he metido a la boca, con lo que se ha metido por mis ojos mientras caminaba desprevenida. Me rindo, abrumada ante tanta información y excitación; me resisto a las cosquillas que me hacen las imágenes y los colores que merodean mi mente. Tengo la boca seca y me huele mal, quiero liberarme de la picazón, de tanta seducción vulgar, diría oropel, pero esa palabra no se usa, pensar por qué no y liberarme de lo habitual me parece una aspiración loable, pensármelo todo y dejar de babear.

¿Un desierto con plástico? ¿Una pantalla a medio funcionar? ¿Qué queda cuando intento pensar por mí misma? Habrá que buscarlo, nadie podrá decírmelo. Aunque mi aliento es un asco, me reconforta empezar a respirar de nuevo, en lugar de hiperventilar; mis ojos no esquivan lo que tienen enfrente, sino que se abren por el gusto de ver; distingo entre el sonido atractivo de las redes de cacería y la tosquedad del producido por seres y objetos en movimiento; mis manos se despegan del placer de consentir y adornar mi cuerpo para unirse a otras manos a ver qué ocurre, sin pensar en propósitos, sin que exista el tiempo muerto. Y me viene un subidón, pero no de baba ni de vómito, sino de alegría,realidad5 y aunque esté sola en mi cama, oliendo a sudor y con comida entre los dientes, me siento feliz por no ser una perrita excitable, bueno, solo un poco, pero aspiro a ser humana, ya no hormiga trabajadora, ni cerda sibarita, ni tierna mariposa y tampoco esplendorosa flor.

A ver qué es eso de ser humano, imaginaré nuevos modos de vivir, supondré que es posible unirme a los demás con nuevos símbolos, con palabras nuevas o con las que se han dejado de usar. Esto me motiva, me pone alas, me vigoriza y quiero mojarme los labios, aspiro a ser capaz de más que producir baba, que no soy una disminuida y puedo soñar de verdad, querer lo imposible, romper el marquito en el que han aprisionado lo real y ampliar el significado de “viable”. Esto sí que es realidad aumentada. Daré todo lo posible aspirando a ser humana, lo demás es reducción práctica, abreviación facilista. Y cuando me levanto la almohada está mojada, más que siempre, parece que no es tan fácil dejar de babear.

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