Cymru
Pronúnciese 'komri', literalmente "los galeses". Así es como Noel Mooney, director ejecutivo de la Asociación de Fútbol de Gales dice que se autodenomina su selección y como solicitará (cuando acabe el inminente Mundial) a la FIFA que sea así designada a partir de entonces. También, por supuesto, se trata del nombre del País de Gales en galés, lengua cooficial de este territorio del Reino Unido.
Esta noticia se coloca en la estela de otras parecidas por las que distintas autoridades de otros países o territorios se dirigen al mundo para solicitar la reformulación de sus correspondientes topónimos. Así, recientemente, nos han pedido que digamos Mumbay y no Bombay; Beijing (pronúnciese 'beiyín') y no Pekín; Turkiye (pronúnciese 'turquíe') o Países Bajos (con el nuevo gentilicio de "neerlandés") en vez de Holanda.
Como habrán Vds. comprobado, hay peticiones que son, a priori, más factibles que otras desde el punto de vista fonético para un hispanófono. Sin embargo, a mi modo de ver, aquí no se trata de justificar la asunción o no de un nuevo topónimo por su mayor o menor pronunciabilidad en la lengua madre correspondiente sino en la legitimidad de dichas peticiones.
Y es que, desde mi punto de vista, no hacemos sino asistir a un capítulo más en el que la política quiere intervenir sobre el hecho lingüístico. En lenguaje periodístico, un intento más por parte de los políticos de "editar" arbitrariamente una institución cultural que no les pertenece: la lengua.
Las lenguas son de sus hablantes. Como filólogo, mi sueño es que cada lengua pertenezca a sus mejores hablantes, de ahí la necesidad prioritaria de formarlos cada vez más y mejor en su conocimiento. Así, pues, para empezar, la lengua española pertenece a todos los hispanófonos y éstos no deberían tolerar que nadie extranjero a su comunidad les dijese cómo tienen que expresarse.
Por otro lado, los peticionarios alófonos deberían saber que el modo en el que se ven referidos en otras lenguas es el resultado de la decantación a través de los siglos de términos que han surgido de su territorio.
En el caso que nos ocupa, Gales proviene del inglés Wales, que, a su vez, proviene del modo en que los Germanos designaban a todos los pueblos extranjeros que los rodeaban o que conquistaban. Los topónimos Valonia (en Bélgica) y Valaquia (en Rumanía) comparten dicha etimología. Una especie de equivalente de lo que significaba 'bárbaro' para los habitantes del Imperio Romano.
El sometimiento de la monarquía federativa de Cymru por los ingleses a partir del siglo XIII explica que el término que intenta reproducir a su manera la palabra inglesa Wales se hayan impuesto en las demás lenguas del planeta (suponiendo que en las historias de sus respectivos países Gales haya pintado algo).
Cuanto más adaptado a la fonética de cualquier idioma esté un topónimo extranjero, más quiere decir esto que ha tenido que ser empleado por su comunidad lingüística, es decir, más notoriedad ha tenido ese referente en dicha comunidad.
Por consiguiente, lejos de reivindicar ilegítimamente desde el punto de vista lingüístico una determinada denominación, el político de turno debería alegrarse de la multiplicidad de maneras en que el topónimo que reivindica es pronunciado y escrito en las demás lenguas del mundo.
Volviendo al galés, ¿se imaginan Vds. que tuviéramos que aprender a escribir o pronunciar correctamente Cwmrhydyceirw? Pues éste es un topónimo bien conocido en Gales. ¿Y si hubiese sido la capital del país ?
Y es que no todos los países tienen la suerte de llamarse Cuba.