Yu Long

Escrito por Bonifacio Singh el .

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En la esquina de la calle Martín de los Heros con Ventura Rodríguez hay una antigua tienda de ultramarinos regentada ahora por chinos. La moza que despacha es una belleza angelical oriental de edad indefinida, un pedazo de hembra macizorra con pinta muñeca delicada de color terciopelo amarillo. Habla un más que correcto castellano y debe rondar los cuarenta tacos, porque nos comentó en una ocasión que tenía una hija que iba a la universidad. Es muy maja, o como se diga en chino. Sospecho que más de uno va a comprar chucherías o bebidas al local sólo por entablar conversación con esta mujer encantadora y atractiva que, como diría nuestro amigo Mercado Navas, está para entrar a vivir en ella. Está muy buena, es simpática, agradable y cálida, casi la antítesis del chino/a español/a al uso, al menos ése al que identificamos dentro del tópico de persona endogámica y distante. Pero no quería hablar de esta mujer, sino de los chinos afincados en Madrid en general, y de Yu Long en particular, el restaurante chino de Plaza de España, el único y genuino. Sí, el del subterráneo, ese que todo el mundo dice conocer y que todos comentan que despacha comida china “de la de verdad”. Pero en realidad la mayoría no lo han pisado en su puta vida o han entrado una vez con miedo y cara de asco. A lo largo de los años hemos llevado a mucha gente allí, y la mayoría no suelen yulong2mostrarse muy cómodos, para mi regocijo. No suelen volver o incluso algún gilipollas venido a más lo ha calificado abiertamente como tugurio. Bendito tugurio si esta clase de público no entra. Gilipollas.

Yu Long pronto pasará a mejor vida. Puede incluso que ahora mismo lo estén cerrando. Me dan ganas de llorar de pensarlo, y eso que casi nunca lloro, no me sale. El fin de una época que no ha sido feliz, como casi todas, pero que allí, a ratos, si lo fue un poco. Las obras progres para endulzar Plaza de España acabarán pronto con este lugar que es uno de los nuestros en sí mismo, tanto por su escenario como por sus personajes. Está situado en el pasillo de entrada a un aparcamiento. Mucho glamur rancio, demasiado para piojos puestos de limpio como vosotros. Da la impresión de que allí nos han dejado en paz por un rato, que como es un lugar en teoría poco atractivo la gente no va a venir a darnos la tabarra. Es, ha sido, un refugio. Lo conocimos tras leer un artículo de Fernando Point en “El Mundo”. Fernando Point es uno de los pseudónimos de Victor de la Serna, que también firma artículos sobre baloncesto como Vicente Salaner (la columna “Hasta la cocina”, curiosmente sobre baloncesto, no sobre cocina, era antológica). De la Serna destacaba lo genuíno de este restaurante de chinos para chinos, que aportaba platos más allá del rollito de primavera o el pollo con almendras a granel. Recuerdo que decía que lo único en lo que se parecía al resto era en la utilización a saco del glutamato. Ni cortos ni perezosos entramos al lugar.

Al principio esperábamos cola para comer en las mesas, casi siempre llenas y para las que hay que esperar un largo rato. El local es muy pequeño y está dotado con apenas diez o quince. Observamos que muchos chinos entraban directamente y se sentaban en la barra sin esperar turno. Allí comían cosas extrañas. Las cartas del restaurante estaban en su mayoría escritas en chino. Tenían alguna escrita en cristiano como Dios manda, pero no nos enterábamos de nada de lo que pedíamos. Nuestros platos oficiales fueron desde el principio vermicheli y empanadillas. Alguna vez pedimos pollo con verduras y las menos una cosa llamada “pastel de año nuevo” que no parece un pastel ni por el forro. No sabemos en la mayoría de los casos lo queyulong3 sirven. Creemos distinguir sangre frita, sopicaldos diversos y extrañas verduras verdes fosforito.

Transcurrió el tiempo. Hace más de quince años que vamos por el lugar. La zona está habitada cada vez por más chinos. Leganitos ahora es un pequeño Chainataun lleno de peluquerías, restaurantes y pequeños bazares. Antes íbamos a un pequeño bazar a comprar chucherías a la entrada de Leganitos. Despachaban allí una señora China algo borde y su hija de menos diez años, que dominaba el idioma ejpañol como si fuera del foro. Nos caía bien la niña, pero con la llegada de la adolescencia se ha hecho cada vez más borde, como la madre, y hemos cambiado de bazar de confianza por el de la chica guapa de Martín de los Heros. Por el restaurante Yu Long han pasado un montón de camareras. La chica gordita simpática. La del tatuaje en el culo. La delgadita de la piel blanca, que todavía está, y que siento que le caigo bien cuando me sonríe, en su caso creo que no mecánicamente como el resto. Una vez me encontré a la camarera gordita que nos trataba tan bien en la calle, en la calle Princesa, y miró para otro lado cuando la saludé. La jefa es otra cosa. La jefa. La llamamos así porque después de tantos años de hablar con ella, de preguntarnos qué tal nos va, de reírnos, de charlar sobre la obra de la plaza, sobre la comida... aún no sabemos cómo se llama en realidad. Da igual. Tenemos trato de favor, nos cuela cuando llegamos y está muy lleno, aparta a la gente en la barra con malos modos para hacernos huecos. Nos sentimos un poco de la familia allí. El marido de la jefa, deducimos que es el jefe y marido aunque jamás les hemos visto tocarse ni casi mirarse, siempre nos sonríe y nos trata de maravilla. No hemos charlado con él, parece más tímido que la jefa y no es cuestión, la distancia que guardamos con él creo que le resulta cómoda. Aunque últimamente les veo a los dos un poco más tristes, desde que se anunció la puta obra. Ya les hemos dicho que iremos a donde vayan, que no cambiaremos de chinos de confianza ni de coña. Creo que nuestras preguntas reiteradas sobre dónde van a trasladarse les provoca ternura y extrañeza, importarle a alguien de verdad lo que te pase debe ser agradable, sobretodo cuando a la cantidad de progres y gilipollas esnobs nacionales que entran al restaurante es evidente que les importa una mierda lo que les pase.

En mi barrio, en la calle Villaamil, había una tienda regentada por un chino con una mano deforme desde hacía casi dos décadas. El chino manco. Era simpático, aunque casi ni se le entendía. De un día para otro estos chinos fueron sustituídos por otros, que tuvieron que contratar a una dominicana porque les era imposible entenderse con los clientes. Del chino manco nadie sabe nada, dicen que volvió a China. Un día de repente se largó y punto. Y eso que tenía un hijo que hablaba como el mismo acento pasota que cualquier yulong6adolescente del barrio. También hay un Mega Hyper chino en Valdemoro, junto a la carretera de Andalucía, donde robamos de vez en cuando baratijas. Es como un Corte Inglés pero si cabe más cutre que el antro de Areces. Había hace unos años otro Hyper enorme en una nave industrial. Una noche se declaró un incendio dentro. De dentro salieron corriendo varias familias chinas, que dormían allí.

El otro día fui a comprar al DIA de mi barrio. Delante de mí, hacía cola para pagar una chica china de edad indefinida. Al llegar a la caja le pidió al dependiente que le sacara cinco botellas de whisky, cinco de ginebra, de las que guardan bajo llave para que no se las roben los dominicanos de las bandas, y también solicitó una gran cantidad de cajas de condones. Madrid está lleno de pisos de prostitutas chinas. No me gusta follar de pago, al menos de pago directo (folla pagando, al final acabas ahorrando), así que no conozco esos antros, de los que se hablan auténticas odiseas y barbaridades. Dicen que las chinas ejercen de putas en las peluquerías si les pagas un pequeño suplemento. El mundo del “final feliz”, un universo legendario. Cuentan que las chicas viven en semi o en total esclavitud vigiladas por garañones chinos mal encarados que son capaces de matarlas y enterrarlas en el Cobo-Calleja. Muchas de estas chicas están cañón, pero los nacionales no tenemos acceso a su amor, no os engañéis, prefieren a cualquier macho chino borde y feo que a vosotros, bordes y feos también.

Me da la impresión de que detrás de sus sonrisas los chinos nos desprecian, profundamente. Que nos hacen la rosa de caramelo para atraernos hacia sus baratijas. Aunque hay veces que me da la impresión de que la jefa de Yu Long o la chica guapa de Martín de los Heros se vendrían con nosotros al cine si nos diera por insistir un poco. Al menos en estos dos casos dan la impresión de sentir curiosidad por nosotros como nosotros la sentimos por ellas. La chica de Leganitos nos pregunta por los que faltan si vamos a comprar sin alguno de los integrantes de nuestra trup. Sobretodo nos pregunta por Rodrigo. Yo creo que le parece atractivo. Se lo decimos a Rodrigo y se ríe. Ella no sabe que él es gay. yulong4La vemos un par de minutos y dan ganas de decirla que se venga a tomar unas cañas. Se ve que hace esfuerzo por hablar. Dice nuestro amigo profesor de idiomas Mercado Navas que el chino es dificilísimo, y que no hay profesores titulados en España que lo impartan, ni metodología para darlo, y viceversa. Pero esta chica y la jefa de Yu long hablan de puta madre el cañí.

Últimamente también vamos a un japonés que han puesto bajo la Torre de Madrid. Sirven pescado frío crudo y platos fríos algo desagradables. Frío frío, puramente japonés. Pero a la gente le gusta, porque el esnobismo es así, comen panga de piscifactoría de aguas contaminadas y lo saborean diciendo que qué rico está el atún rojo. Los pringaos de siempre. Es posible que este viernes vayamos a Yu Long y esté cerrado. Y puede que nos enteremos preguntando a los chinos del lugar dónde se han trasladado, o que desaparezcan para siempre sin dejar rastro. Vermicheli y empanadillas, o como se llamen. Pollo con verduras. Pastel de año nuevo. Y también sirven churros en la barra. Preguntamos qué eran al verlos, por si sabían a pollo o a algas, o a detergente, y nos contestaron: “pues churros, ¿qué van a ser?”. Cuando pasamos por la acera de Plaza de España frente al edificio del mismo nombre ahora en obras y sale ese olor característico a comida de no se sabe qué rendija de ventilación del parking nos sentimos seguros porque sabemos que ellos siguen allí.

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