Manhattan shopping

Escrito por Ulises 6ïé el .

La extraña sensación que tuve cuando estuve en esta isla fue la de los árboles gigantes de acero. O eso percibía mi mente. Altos edificios en muy amplias avenidas que rodeaban al viajero más allá de lo que la vista podía abarcar. Una doble sensación, por un lado protección entre aquellas moles grises contra los elementos y por otro la sensación de ser muy pequeño, casi insignificante. Como las secuoyas de Yellowstone.

Mientras me movía entre las otras hormigas, y ya sin buscar salida entre los cielos, empecé a mirar los escaparates, las gentes y la frenética actividad. Tras cinco minutos, me di cuenta, de que aquellas otras hormigas eran como yo o mejor dicho, ninguna era como otra, así que todas éramos iguales en nuestras diferencias. Un neoyorkino me contó más tarde que solo un tercio de la población que vive en la isla es de allí, el resto, la mayoría, somos de fuera. Así que la isla era nuestra por derecho, y me sentí autóctono.

La cuestión era… ¿que estaba dispuesto a ofrecer un lugar como aquel? Empecé a dar mis primeros pasos para orientarme, calle arriba, calle “downtown”, y todo era una cuadrícula dividida en grandes avenidas transversales y calles perpendiculares. Calle 45, calle 44, calle 43… así hasta el 1. Muy bien, ya sabía dónde estaba todo y aún no habían pasado ni treinta minutos, ¡si es que yo, no podía ser más de allí!

manhattan3El siguiente paso, era relacionarme con los no lugareños. El idioma será un problema, porque su inglés es muy americano…”Good morning”, respuesta, “Hola buenos días”, ¿pero cómo?, ¿Es que todo el mundo habla Español aquí?, tras varios intentos conseguí dar con alguien que no hablaba mi idioma, debía ser neoyorkino, pensé.
El “jetlag” me tenía descolocado, y mi estómago se resentía más que el sueño, pues lo de trasnochar se me daba muy bien. Y para conocer Nueva York, solo hay que trasnochar. Para mí era casi la hora de la comida en España, y el problema era que solo servían desayunos a esas horas de la mañana. Me presentaron al señor “Breakfast” le saludé con pasión y muy encantado de ser tan abundante.

Un alto en el camino para conocer a un actor de series americanas, de nacionalidad koreana, que se metía entre pecho y espalda un desayuno mexicano con frijoles, hacernos unas fotos gracias a una inmigrante colombiana que nos habría atendido muy bien aunque no le hubiéramos dado la obligada propina y a la calle con la satisfacción del deber cumplido a pesar de nuestras barrigas.

Calle 24, calle 23, calle 22… sigo recordando mi ciudad en la que ya he nacido y no había venido nunca. ¿Por qué me llaman tanto la atención los escaparates? Debería entrar en alguno ya que las cafeterías han dejado de llamarme la atención por un rato, no así los puestos de perritos calientes callejeros. Este parece tan buen antro de perdición y lujuria de compras compulsivas como cualquier otro. Y no me equivoqué. “Give me two” nos llaman a los españoles. Compramos dos de todo, porque nos parece excesivamente, lascivamente, perversamente barato.

Tras una orgía de compras, en la sección grandes almacenes aún más baratos que los anteriores aunque sea importado o la marca más pija del mundo, unos pies reventados me llevan fuera de la sartén para caer en el plato. ¡Se para el tiempo en Times Square! ¡Las luces de las pantallas publicitarias en alta resolución brillan más que el sol! Anuncian todo tipo de objetos, eventos y espectáculos. ¡Quiero morir aquí! ¡Ahora entiendo porque se llama la plaza del tiempo! “Cats”, “The lion King”, “42nd Street” y otros 30, 40 o 50 musicales, ya he perdido la cuenta, me invitan ¡¡a mitad de precio!! A sentarme durante dos horas a descansar.

Más luces y tras el espectáculo que me deja un recuerdo imborrable en mi insignificante vida, descubro, que había también el mejor jazz, los mejores ballets del mundo, la gran ópera representada con todos los medios habidos y por haber, y cualquier obra teatral que me apetezca. Porque existe algo llamado “off broadway” que te permite ver todo eso antes de que llegue a broadway y más barato aún en los teatros de la periferia.

Woody Allen estaría orgullo de mí, nos hemos criado juntos en la ciudad que me ha visto crecer, al menos por un día. Y lo mejor es que aún queda la noche, pero necesito ¡comida basura! Pizza, hamburgers, comida china, india, japo, taco way, wok to way, everything to way, fucking hot dog! ¡Es el paraíso de la comida para llevar y comer en la puñetera calle, con dos cojones! ¡¡Que felicidad tan grande!!,  ¡Qué sensación de libertad! Me voy al parque.

¡Pero no se engañen!, en mi ciudad, también hay los mejores y más caros restaurantes de comida fusión! Debería subirme a algún gran rascacielos a anunciarlo.
¡Luces, cámara, acción!, ¡comienza la hora de los night clubs!, desde un karaoke especializado en chinos, uno latino para bailar salsa o un café de smooth jazz o un piano bar, o un glamuroso gay club con los bomberos de nueva york haciendo una actuación de striptease en tirantes.

Mis pies no pueden más, de tanto bailar, andar, y cantar a lo Gene Kelly.

manhattan2Ya entendí porque nada duerme en la noche de Manhattan, es debido a los turistas y el cambio horario. Siempre hay gente llegada de todas partes del mundo deseando comer o comprar algo, a cualquier hora del día y de la noche en el frenesí del turista compulsivo.

No se trata de una isla normal, toda Manhattan es un “Mall” en sí mismo, un gran centro comercial lleno de pequeñas y grandes tiendas. Es el mejor y más elaborado sistema de marketing que he conocido, y mañana museos.

Dejo mi hogar, mi patria, con gran pesar y morriña. Cargado de regalos y una segunda maleta como la que llevan todos mis compañeros de viaje. ¿Fue un sueño o yo era de allí? Lo que es seguro es que Manhattan es parte de mí.

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