Bajo un sombrero

Escrito por Lorens Gil el .

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Los recogidos son mi especialidad. Creo que es la expresión más intensa a través de la que comparto mi creatividad. En las bodas, cuando hay varias personas a las que peinar, la originalidad es la clave.

Desafortunadamente, estas clientas son las menos frecuentes. Mi cartera está basada en corte de pelo a clientes de todas las edades y vecinas del barrio que vienen a darse tinte para tapar las raíces de las canas, permanentes para dar volumen al pelo que poco a poco va perdiendo densidad.

sombrero2Abrí el local en el barrio hace ya más de doce años y, pese a no ser natural de aquí, podemos decir que en estos momentos sí que siento que he echado raíces en este lugar que desde el primer momento me ha hecho sentirme en casa.

Consuelo tiene tres hijos, más su marido, cuatro hombres en la casa, y siempre cuenta sus quehaceres en el hogar. Beatriz vive sola, sus hijos ya se han independizado. Vive en la planta baja de su bloque. De hecho, pasa la mayor parte del tiempo en el balcón y conoce perfectamente los hábitos de sus vecinos.

Hubo un momento en el que las cosas me empezaron a ir un poco mal en el plan financiero, hasta el punto de llegar a replantearme un cambio de profesión, pese a ser un trabajo con el que me siento plenamente realizada. Entonces, pensé que quizás podría diversificar mis servicios ampliando la oferta con un salón de depilación.

A día de hoy, gracias al cielo, las cosas han ido poco a poco mejorando, debido a que cuento con compañeras muy profesionales que me ayudan en el negocio y me han permitido especializarme para ocuparme básicamente de los trabajos más exigentes y me deja tiempo para pensar en cómo mejorar cada día mi negocio.

Cada vez que conozco a una persona me quedo por unos segundos mirando fijamente su pelo. Espero que no se me note en exceso, pero es una reacción impulsiva, incontrolable. Pienso en las características intrínsecas y después valoro si en el presente está en las condiciones óptimas, si hay algo que pueda aprender o cómo mejoraría el resultado final.

Hsombrero3ace unos meses empecé a ver a una mujer de unos 30-35 años transitando de forma regular por la calle en la que se encuentra mi local. Tenía una melena especialmente atractiva, larga y muy bien cuidada. Sería invierno todavía, porque todos los días que la vi llevaba sombrero. No era especialmente llamativo, de ala corta, pero sí elegante. A veces llevaba boinas perfectamente conjuntadas con el resto de la vestimenta. No se trataba, desde luego, del típico gorro de invierno.

Siempre me preguntaba cómo podía tener un pelo destacadamente brillante y bien cuidado, especialmente llevando una prenda que, en concepto, ensombrece el papel del peinado. Siempre iba y venía en dirección hacia el bloque de Beatriz. No sabía si efectivamente esta mujer viviría aquí, pero era algo que probablemente un día de estos le preguntaré para ver si ella tiene alguna información.

En esas estaba, cuando un día, de repente, un par de minutos antes de cerrar el local, entró por la puerta. La verdad es que tenía interés por esa melena, y en este caso, en cuanto la ví acercarse al mostrador, había decidido ser yo quien la peinara.

Sin embargo, para mi desilusión, no tenía interés en hacerse nada en el pelo, sino que preguntaba por diferentes servicios de depilación láser. En concreto, en su caso no preguntó por los servicios estándares de depilación, sino sobre repoblación de vello en las cejas, algo muy poco habitual.

- Tendrá algún conocido que pueda estar interesado- pensé. En cualquier caso, le informé de que ese servicio es muy especializado y que yo no disponía del conocimiento suficiente, pero que conocía a grandes profesionales expertos.

sombrero4Según iba contándole la primera parte de mi discurso pude ver como su rostro se iba poco a poco entristeciendo. Sólo entonces me paré a analizar sus cejas, momento en el que me dí cuenta de que en realidad no existían, sino que se las había pintado con sumo cuidado.

Poco después, cuando le hablé de los especialistas a los que le remití, su actitud de incertidumbre cesó y por fin pude ver una mirada de descanso. En ese preciso instante se quitó el sombrero.

No me lo podía creer. Efectivamente, aquella preciosa melena se trataba en realidad de una peluca. En ese instante, comprendí que sin duda se trataba de un tratamiento para ella. Sus ojos radiaban vitalidad y liberación.

Estuvimos hablando poco tiempo más. Le pasé el contacto de mi amiga Carlota, le di también mi tarjeta de visita y salimos juntas a la puerta. Nos despedimos mientras yo me quedaba cerrando la persiana de la entrada. Hoy había conseguido ayudar a alguien de verdad.

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