Cerca y lejos, amigas

Escrito por Lorens Gil el .

amigas1

- Este cruce me suena, creo que ya hemos pasado por aquí -comenta Eva mientras me mira por el rabillo del ojo.

Yo también tenía esa impresión, pero desde que hemos entrado en este pueblo de algún lugar de Irlanda estoy intentando orientarme en el mapa general de carreteras y no consigo encontrar la circunvalación en dirección este para Dublín.

-Tienes razón. Para donde veas a alguien para preguntar cómo volver a nuestra ruta. Mira esas chicas -le dije señalando a una mujer que parecía que iba con su hija adolescente.

Ella asintió con la mirada cansada después de conducir todo el día y el día anterior. Debo reconocerlo, soy negada para conducir por el sentido contrario. Por eso le tocaron todos los kilómetros al volante. A pesar de ello, logramos compenetrarnos bien puesto que yo sería quien interactuara en inglés cuando fuese necesario.  

amigas2-Excuse-me, I’d like to take the road to Dublin, can you please tell me the right direction? -me dirigí hacia ellas por detrás acelerando el paso para alcanzarlas ya que no se habían dado cuenta de que quería hablarles.

En cuanto se volvieron, comprendí que esa idea había sido un error. Sus rostros huesudos y demacrados no me inspiraron nada de confianza. Contestó la mujer mayor, la primera persona gangosa que conocí hablando en inglés. Estuve durante un rato haciendo verdaderos esfuerzos para hacerme entender sin éxito, sin comprender muy bien si el problema de comunicación era conmigo o con ellas, hasta que creí entender que insinuaron subirse al coche y acompañarnos hasta encontrar el camino de salida.

En ese momento, miro a Eva desde lejos en un intento psicológico de escapar de aquella situación tan incómoda. Les digo que esperen un momento, que tenía que explicárselo a mi amiga y echo una carrera de vuelta al coche, acercándome hasta la ventanilla del conductor. Ellas, lejos de esperar allí, comienzan a caminar acercándose, siguiéndome.

- ¿Era el cruce a la derecha que hemos pasado hace un rato, verdad? -sugiere Eva sin despegar los ojos del mapa.

- Esto... Tenemos un problema. Dicen que se montan en el coche y no sé cómo quitármelas de encima…

- ¿Cómo dices? Entra por tu puerta rápido y no mires hacia atrás -me ordenó apresuradamente.

Visto y no visto; cerré la puerta del copiloto cuando ya habían tocado el maletero del coche; Eva cerró los pestillos de seguridad, pisó a fondo y nos dejamos los neumáticos en el asfalto en la arrancada.


Durante un buen rato permanecimos en silencio. La circunstancia de estar perdidas había pasado a ser irrelevante. De hecho, estábamos allí porque íbamos a visitar a Mar, una amiga que tuvo que regresar urgente y anticipadamente a España y, pese a ello, decidimos seguir adelante con el viaje. Realmente no nos habíamos fijado un destino o una ruta determinados, queríamos tan sólo pasar una semana juntas.

amigas3Eva siempre fue más precoz que el resto de chicas del colegio, más despierta y astuta con respecto a los dilemas de la vida. Si bien es cierto que la necesidad agudiza el ingenio, su caso es el vivo ejemplo.

Cuando regresó al instituto, como no podía ser de otra manera, se juntó con las chicas populares.

-¡Mírala cómo se mueve con esas pedazo de tetas, aquí viene ahora a enseñarnos el mundo! -Dijo un compañero señalando sus formas femeninas ya definidas por aquel entonces que los chicos de clase no dejaban de reparar.

Yo, por el contrario, no miraba eso. Para mí era mi amiga de la infancia, con quien compartí momentos tan íntimos como las tardes sudorosas en el vestuario a la salida de judo. Éramos las únicas chicas, con tan sólo seis añitos. Me venía a la mente aquella tarde en la que nos despedimos en clase porque sus padres se mudaban y se cambiaba de colegio. Ese día la tela del baby de cuadros azules y blancos no bastaba para empapar las lágrimas que intentaba esconder con esmero pero sin éxito.

Poco a poco nos acercamos de nuevo. Mis compañeras y yo nos quedábamos maravilladas con sus historias. Había vivido fuera y sabía un montón de cosas que en el pueblo eran impensables.

Inmersa en mi nube de pensamientos, miro el espejo del acompañante y vislumbro cómo se me dibuja una sonrisa al recordar cuando empezaba a contar cosas de chicos. Yo todavía jugaba a las muñecas, y ella ya tenía novio y grandes planes de futuro.

amigas4Con el tiempo, fui yo la que se marchó. Esta vez fue como consecuencia de salir a estudiar fuera y de tener, luego, que marcharme a trabajar. En definitiva, de emigrar, caprichos de la vida. En este caso la rotura no fue tan drástica ni tan prolongada, pero sí que encerraba momentos de soledad, multitud de gotas de lluvia que caen y se evaporan antes de llegar al suelo.

Se fue Mar, me fui yo. Vuelve Mar. Vuelvo yo. A veces sólo una. A veces ninguna. En esa discontinuidad se pierden momentos, se aprovechan otros con más intensidad, se enriquecen las conversaciones, se proyectan hacia nuevas personas, situaciones, dentro y fuera de nuestro entorno cotidiano.

Sin darnos cuenta, por fin tomamos el camino adecuado y ya estábamos rodeadas de los semáforos del centro de Dublin. Como ya habíamos pasado la primera noche ahí, conocíamos la ubicación del hostal, con lo que la llegada fue mucho más sencilla.
-Se está haciendo de noche, Eli, hemos llegado justo a tiempo -dijo de repente Eva soplando la nube de silencio con una corriente de aire fresco.

Llevábamos casi una hora envueltas en en una silente quietud, agradable y sincera pese al cansancio acumulado.

- Vamos antes a Temple bar a tomar una merecida cerveza, que ya nos ducharemos a la vuelta.

Imprimir