Aquí y ahora

Escrito por Lorens Gil el .

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He terminado de recoger y guardar la ropa que estaba en el tendedero, he hecho la cama, he lavado los platos y tengo la basura lista para tirar cuando me vaya. Creo que voy a barrer por encima, pero no voy a fregar. Si me espero a que se seque, se me hará demasiado tarde.

No tengo mucho tiempo.

Nunca hago maleta cuando vuelvo a casa con mis padres. Es cierto que, en fechas como estas en las que voy a estar varios días, puedo llegar a echar en falta algún zapato o bufanda, pero siempre encuentro otra cosa que me puedo poner. Normalmente es préstamo puntual negociado con mi hermana o mi madre. Por el contrario, ahora que he bajado de peso y uso de nuevo la talla de mi yo adolescente, el acuerdo será sin condiciones.

ahora2Voy con lo puesto.

Todos los años, cuando llegan estas fechas, nos reencontramos todos los amigos. No necesitamos quedar, ya que siempre vamos al mismo lugar a la misma hora. Es fin de año. En esta ocasión, visto el año de letargo en el que nos encontramos, el encuentro será atípico. Por el momento, hay varios que acaban de ser padres y otros confinados que no vendrán.

Acabo de ver una notificación de las fotos de Google de hace 5 años. Definitivamente, esta vez no será igual. En cualquier caso, hay que seguir la tradición. Sé que la decisión de emprender el camino sola de nuevo ha sido la mejor decisión para el futuro. Sin embargo y, al menos por ahora, no he podido abrir el enlace.

Me siento despojada de media parte de mí.

Resulta paradójico pensar que hay razones puntuales y específicas que pueden justificar una ruptura sentimental en sí mismas (infidelidades, discusiones). Sin embargo, motivos como la divergencia con respecto a los objetivos vitales puede ser un tema tan abstracto y a largo plazo que acaba convirtiéndose en un factor complejo de materializar en algo concreto.

Como consecuencia, en el devenir de la vida, que pasa inevitablemente, he transitado mi camino durante buena parte del tiempo en compañía, recorriendo senderos inhóspitos en algunos casos y grandes avenidas en otros. A veces, hemos encontrado atajos. Otras veces, laberintos. Supongo que son pruebas de la vida. Dice el refrán que cuatro ojos ven más que dos, por lo que imagino que habremos superado muchos y muy diferentes obstáculos en el viaje, obstáculos que ya quedaron atrás, para continuar por la senda de la vida.

ahora3Realmente, no importa ni el tiempo ni el lugar. Cada uno de nosotros tiene sus propias guerras por luchar a lo largo de toda su vida. El tiempo debería servir para otorgarnos armas que nos permitan enfrentarnos con cada vez más criterio y seguridad. Sin embargo, el tiempo también es un bien finito. Querer postergar la toma de decisiones a la espera de conseguir la autoconfianza plena, bien puede desviarnos de nuestro camino vertebral.

Hay veces en las que debemos combatir solos. Esas son las batallas existenciales. A su vez, como seres sociales, además de contar con todas nuestras armas que el tiempo nos ayuda a afilar, hay batallas, como la de formar una familia que, por su propia definición, se deben enfrentar en compañía, entendimiento y convicción mutua. De poco sirve blandir la espada de forma única si no hay una batalla en común que librar.

Luego está el azar, tan traicionero o aliado como inesperado y volátil, que nos deja irremediablemente pequeños cantos a modo de enseñanzas. Con ellas, vamos pertrechándonos de armas cada vez más sofisticadas con las que salir adelante de los envites gigantes a los que sí o sí debemos enfrentarnos en un momento dado para, así, poder continuar y marcarnos nuevos desafíos.

El arte de la guerra es esa sutil combinación entre las capacidades técnicas y humanas con las que contamos, la estrategia que desarrollar en el campo de batalla y la selección de los frentes prioritarios y los tiempos en los que combatir. Es posible que el azar nos obligue a enfrentarnos a retos que, desde el principio, iniciamos en posición de mayor incertidumbre. En otras ocasiones, la decisión de postergar el momento de iniciar batallas de cambio de etapa a la espera de que sea el azar quien ponga esa prueba y marque el momento bloquea, irremediablemente, el despliegue más favorable.

El momento perfecto es, cada día, aquí y ahora.

ahora4Las decisiones, por sí mismas, no son buenas ni malas. Influyen, en gran medida, sobre el entorno por el que vienen condicionadas. De hecho, una misma decisión puede ser buena o mala con arreglo a diferentes contextos o etapas vividas o por venir. Como tal, el hecho mismo de no dar batallas vitales o sin contextualizar en el tiempo es, también y en sí misma, una decisión.

Estoy preparada para priorizar una nueva batalla existencial.

Las batallas existenciales deben ser la prioridad en las decisiones personales a tomar. A partir de ahí, las opciones sobre cómo pueden finalmente librarse pueden ser objeto de modulación. Por ello, el hecho de no tomar decisiones y postergar, así, las batallas existenciales de forma indefinida o a la espera de que las plantee el azar conduce, irrevocablemente, hacia un lugar no deseado.

El momento perfecto es, cada día, aquí y ahora. Me siento despojada de media parte de mí. Voy con lo puesto. No tengo mucho tiempo.

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