Con el pelo ensortijado por la sal marina entró Leocadia Maneiro…

Escrito por Guillermo de Moughan el .

leocadia1

Brito Boo, que se había revuelto contra la estrategia del Excelentísimo Edecán en primera instancia, hizo urgente acto de contrición e inició la búsqueda a fondo en los cajones secretos del bargueño de nogal, tratando de encontrar los manuscritos de Amezoudas, una verdadera mina. Porque Jorgito sostenía una correspondencia intensísima con personajes de gran calidad. Un caudal epistolar estratosférico que guardaba en carpetas de gomas.

Para entonces Amezoudas ya había empezado a firmar con el seudónimo de Ramón Peteiro. El tal Ramón Peteiro había sido un famoso maestro cantero de Santiago de Compostela, muy dado a preñar a las lindas aldeanas de Conxo (Coruña) y alrededores. Le pareció bien el hallazgo para sus propósitos artísticos.

En una de esas carpetas amontonaba Ramón Peteiro (ya investido del seudónimo) relatos de francachelas con sus amigos y aventuras con rapaciñas, todas muy cargadas de estilo, del tipo:

“Con el pelo ensortijado por la sal marina entró Leocadia Maneiro en el sobrado de la casa, para caer, transida, en brazos de su amado”.

Decía en otra, muy altisonante:

“Rosendo Carou, que hasta ese momento se había paseado, ridículamente vestido con unos calzoncillos largos de felpa y una camisa que le llegaba a los pies, se dirigió a su armario de ropa de invierno, agarró el gabán ruso y se puso el gorro de astracán. Parecía el zar”.

leocadia2Y una tercera, de valor musical y matemático:

“Alberto Mariño me envió aquella mañana un documento en esquemas, bien coloreado, de la Colección Privada de Tratados, referente a la Octava Armónica Cromática. Siempre tan meticuloso en sus especificaciones, afirmaba en un párrafo, que si la curva de la octava armónica cromática se interpone entre las cuerdas tensas de AB a OX, la resultante de esos sonidos resulta la escala cromática musical dodecafónica, según la fórmula :Y es igual a ele partido por dos, elevado a X”. Ni más ni menos".

En cierta ocasión, Ramón Peteiro afirmaba que había ido una noche con gran sigilo a cenar una dorada al horno, acompañado por una señorita misteriosa, una tal Lola la de Rianxo, a la Taberna de los Notables, un tugurio de mucha mala fama, no muy lejos el aeropuerto de Lavacolla. ¿Sería cierto?

La noche de autos (…), Jorgito Amezoudas y su novia Marilín se subieron a su vehículo (de él). Iba al volante Jorgito acodado en la ventanilla. Marilín se tiró esparrancada en el asiento de atrás. Cantando una ranchera antiquísima, con las ventanillas abiertas, se dirigieron al casino a degustar unas ostras con albariño.

Brito Boo estaba más que satisfecho con sus pesquisas. Estaba desvalijando el cerebro extraño de Ramón Peteiro.

Imprimir