El anfiteatro de Fidenas

Escrito por García Cardiel el .

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De Tiberio, el hijo bastardo de Augusto y su sucesor a la cabeza del Imperio, nuestras fuentes cuentan auténticas barbaridades. Posiblemente su escaso carisma y nulo don de gentes no ayudara a aumentar su popularidad. Tampoco que todo el mundo en Roma supiera que había llegado al cargo de rebote, por descarte, solo porque, en el momento oportuno, el anciano Augusto no había tenido a nadie más a quien endosarle el Imperio. Tristemente consciente de ello, y sabedor de que sus conciudadanos también lo eran, Tiberio llegó a odiarlos. Por ello, una vez nombrado emperador, no tardó en abandonar Roma y refugiarse en su palacio vacacional del islote de Capri. Un lugar en el que poder disfrutar a placer de las rentas imperiales, a salvo de la vocinglera plebe. Que se ocuparan otros de administrar el mundo.

fidenas2De Tiberio, decía, se cuentan auténticas barbaridades. Muchas de índole sexual, desde luego. No parece que tuviera demasiados remilgos a la hora de elegir amantes, aunque se dice que solía preferir en su lecho a los hijos antes que a las madres, y si esos hijos aún no habían sido destetados, mejor que mejor. No me voy a detener en ello, pues probablemente todo eso no sean más que infundios sin sentido, propalados por un sinfín de romanos curiosos que en realidad desconocían qué sucedía en las alcobas de Capri. Pero también se cuenta que durante su gobierno no hubo día en Roma sin ejecuciones, y que en determinados períodos se adoptó la curiosa costumbre de ajusticiar a los reos junto con sus hijos, si los tuvieran, para agravar la pena. Tiberio prestaba dinero a los pobres y después les obligaba a costear unos intereses que no podían pagar; a los menos pobres, en cambio, les presionaba para que le convirtieran en su heredero, y a continuación convertía su vida en un infierno hasta que terminaban suicidándose. Redujo los salarios de los empleados públicos, reprimió con inusitada severidad las revueltas populares y diseminó puestos de guardia por todo el Imperio, aunque la mayoría de estos cuarteles quedaron pronto medio abandonados porque no se cubrían las bajas. Los altos cargos de la Administración se asignaban a dedo, entre los amigos de Tiberio o incluso entre quienes tenían el descaro de competir con él en concursos de bebedores. Cuentan…

- ¿Pero todas estas cosas sucedían de verdad?

Pfidenas3ercibo escepticismo en la cara de mis alumnos.

- Posiblemente haya mucho de exageración, recordad que la relación de Tiberio con el Senado fue siempre tirante, y que nuestras fuentes son todas senatoriales. Pero seguramente también haya mucho de verdad en lo que cuentan.
- ¿Y por qué los romanos lo permitían? ¿Por qué se quedaban cruzados de brazos?

Dudo un segundo.

Fijaos en lo que cuenta Tácito. En pleno gobierno de Tiberio, parece ser que un tal Atilio, un individuo que había nacido esclavo pero que en determinado momento había conseguido su libertad y se había enriquecido con tejemanejes varios, se ofreció a organizar unos festejos en Fidenas, una pequeña ciudad de la periferia de Roma. No buscaba hacerse popular, sino tan solo blanquear ciertas sumas de dinero, y acaso aumentar el peculio de algunos amigos suyos con las comisiones de los festejos. El caso es que levantó para la ocasión un enorme anfiteatro, cuyas gradas se llenaron hasta la bandera el día de la inauguración de los juegos, pues las entradas no eran caras y la gente de la región no quiso perderse el combate de gladiadores anunciado. Pero, para ahorrar costes, la estructura carecía de cimientos y no estaba bien ensamblada. Y se vino abajo, sepultando a la multitud. Murieron veinte mil personas en el acto, y quedaron mutiladas otras treinta mil. Se tardó varios días en terminar de retirar los escombros, y en varias ocasiones los soldados tuvieron que intervenir para sofocar las refriegas que se producían cada vez que aparecía un cadáver, pues no era fácil identificar a los finados debido al lamentable estado de sus cuerpos. Atilio fue desterrado, mas nadie investigó el destino del dinero que se había desviado. Y es que los supervivientes de Fidenas alzaban el puño contra los dioses por su desgracia, pero muy pocos se enojaron contra Atilio y sus compinches, o contra las autoridades que habían permitido que sucediera aquello. En el fondo de sus corazones, eran sabedores que ellos hubieran hecho lo mismo si hubieran tenido la ocasión. A aquello habían llevado las guerras civiles y el advenimiento de aquel sórdido Imperio.

fidenas4¿…?

- Pero, ¿qué tiene que ver eso con lo de Tiberio?

Nada, quizás no me he explicado bien y ya es hora de recoger. Nos vemos el jueves.

Mientras salgo del aula, cavilando, no puedo dejar de observar cómo una alumna se me adelante a la carrera para dirigirse a la fotocopiadora rota, la que tiene un cajetín abierto, y allí se apodera de unos cuantos folios en los que tomar apuntes durante la clase siguiente.

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