Corazón de blanco

Escrito por Derh Zetto el .

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Charlie y yo preparábamos el viejo colchón. El encuadre ocultaría la improvisada y rudimentaria red de seguridad para Aelie. Mientras, Mireia intentaba convencerla para que hiciese la escena. Tenía buena mano con las personas. Recuerdo un miércoles de verano en el club de fumadores de cannabis del Borne, un tipo en la entrada estaba montando un follón y no podíamos salir sin correr el riesgo de recibir algún golpe perdido. Mireia se las ingenió para convencer al espécimen de que interpusiera una hoja de reclamaciones en la oficina de derechos del consumidor. A la secretaria no le debió hacer mucha ilusión, porque al cabo de unos días recibimos una carta solicitando nuestra “baja voluntaria” del club. Las dos parecían entenderse suficientemente bien.

blancoo4Aelie era una de esas chicas que todos queremos tener de novia en el instituto. Una mujer explosiva, la tremenda Jessica Rabbit de mi primer largo de cine negro, femme fatale por chismes ajenos y baby-sitter de junio a septiembre. Un carácter difícil de domar y más aún frente a la cámara de un director novato apasionado de Melville. Cuando hablaba con ella notaba una presión en mi cráneo, su mirada podría perfectamente haber fundido mis braquets mientras disponía una pose de modelo de segunda. Olía a una legua que no existía feeling entre nosotros, ni amistad, ni respeto por su parte, el tipo de respeto que espera un director de su actriz. Ella simplemente estaba allí, soportando el zumbido de los mosquitos de aquel descampado mientras el aroma de las corregüelas y cerrajas apelmazaba el aire del mediodía, dulce y caliente. Nadie conocía su motivación y quizá, pensaba yo, ella tampoco la sabía.

Quince minutos después nuestra preciosa camarera de cabaret de los años cincuenta, acusada de homicidio con alevosía por un soplón de los piers del bajo Manhattan, aceptó con afectado desagrado el caer de espaldas sobre el desgastado colchón vintage (su descripción del artilugio varió ligeramente incluyendo en su discurso un cefalópodo y una eyaculación). Mientras esto sucedía, Charlie acabó con dos Ducados y tres partidas de cuatro en raya ganadas en el suelo de arena a la derecha de la destartalada caseta de madera y junto a nuestro picnic de campaña, compuesto por tres sillas de camping, una nevera azul con Chivecas y un par de bolsas de aperitivos sabor barbacoa. El gran Charlie tenía un par de años más que nosotros, entonces contaba yo con veintidós primaveras de ambición y bendita inconsciencia.

Solucionado el asunto de la caída nos pusimos en marcha de nuevo. Me coloqué tras la cámara y Mireia se ocupó del micro. Charlie se enfundó en una chaqueta más pálida que mi presupuesto para el film. Se colocó en posición y apuntando al corazón de Aelie comenzó a repetir su frase en un susurro intercalando unos extraños ejercicios vocales de pronunciación.

blancoo3Siete tomas más tarde la escena se dio por concluida. El amante ludópata de Eva Dukovski finalmente pudo tocarle el corazón, aquello que no logró con cumplidos ni regalos caros lo consiguió con diez gramos de plomo de Durango. La Smith&Wesson M22 brilló durante un instante en la penumbra de la vieja cabaña despertando extrañas y rápidas sombras que parecieron huir tan veloces como lo hizo la vida de la camarera mientras esta caía de espaldas desmadejada como una muñequita de trapo. Al ver su rostro reflejado en medio espejo que aún sobrevivía en la estancia, Addam J. Abbey arrojó el arma contra éste en un furioso intento por liberar el trozo de su ser atrapado en el sucio cristal.

Una luz rosada se posaba sobre todas las flores y formas del descampado. El equipo esperaba recogido y cargado en el Kadet rojo. El picnic era sólo bolsas y cascos vacíos y nosotros nos sentíamos igual después de seis horas de intenso trabajo y una de descanso.

Charlie no tardó en abandonar la escena del crimen. Le costó siete fuertes patadas arrancar el Vespino, con la respiración aún agitada se colocó un cigarrillo en los labios. Encendió un reluciente Zippo esparciendo su adictivo olor a gasolina y dejó que se abrazara a su cintura la paciente y dulce pelirroja. Mientras observaba la realidad de las cosas mi imaginación buceaba en un sueño rodeado por cálidos focos y decorados pintados a mano. Si hubiéramos vivido los 50 Charlie sería una de esas estrellas de los estudios de Hollywood, atado de pies y manos por un contrato maldito y alimentando su carisma en las fiestas de la alta sociedad de Los Ángeles. blancoo5Vi cómo se alejaban camino abajo. Mireia reaccionó con un rápido apretón sobre el piloto cuando este derrapó ligeramente sobre un tramo de pequeños cantos sueltos. Al fin sus siluetas fueron engullidas por los áridos y el gruñido del motor fue haciéndose cada vez más indistinguible, como un viejo recuerdo de verano.

Jessica Rabbit me observaba divertida mientras apoyaba sus muslos sobre la puerta del copiloto del Opel.

Oye, Richar Dooner. Ya que me he metido en este lío al menos podrías invitarme a un Frankfurt. ¿Aún está ese tipo de las barbas blancas en la entrada del Güell? ¿Sabes? Siempre lo veo por todas partes.

Si mi corto cerebro me hubiera brindado la excusa más pusilánime de la historia de los loosers la habría aceptado de buen grado, pero el pícaro cabrón se negó a colaborar y terminamos en aquel parque donde saboreé por primera vez los labios de una chica. Una historia patética que acabó como una vieja película de enredos, todos conocían el guion. Ella, por supuesto, también.

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