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Déjame ser

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El caso del máster de Cristina Cifuentes ha revuelto un tanto más no sólo el mundo político de este país sino que ha herido especialmente al ámbito académico. A raíz de este escándalo se ha dicho todo lo que se podía decir y se ha opinado todo lo que se podía opinar. Entre los artículos de opinión que he leído, me sorprendió uno que reflexionaba sobre el acceso a la universidad de las clases más humildes y se cuestionaba si la universidad debía ser nuevamente escalón de conocimiento para los pudientes.  Y sobre estas bases que se pueden leer hoy día en cualquier periódico- los diarios no pasan por su mejor momento cualitativo-, pueden sembrarse y germinar ideas de lo más retrógradas.

dejame2Determinar que sólo aquellos que tengan los medios puedan acceder a la universidad es un argumento ridículo e injusto. Que el filtro de acceso sea algo tan arbitrario como haber nacido en una familia adinerada o morirse de asco en la miseria es, a estas alturas de la evolución del ser humano, una verdadera barbaridad. O puede ser que en realidad no hayamos evolucionado tanto como creemos.

Otro razonamiento del que yo era fiel seguidora hasta hace no tan poco se basaba en criterios de capacidad y esfuerzo. Deberían tener derecho a cursar estudios superiores aquellos que realmente valieran para ello, sea por su innata inteligencia, sea por su capacidad de invertir tiempo y obtener buenos resultados en esos niveles.  Sin embargo, algo en mi cabeza llamaba incesantemente y me decía que esto no era del todo correcto.

Así pues, un día llegué a la conclusión de que también este filtro no dejaba de ser absurdo y que, además, llevaba al estudiante a situaciones límite. Por una parte,  limitar el acceso sólo a los más capaces lleva a la miseria a una gran parte de la sociedad, como ya ocurre en países como Corea del Sur o Japón, donde los resultados del rendimiento previo a la universidad determinan indefectible e inexorablemente la vida de una persona. Si las notas no son lo suficientemente buenas ya no hay posibilidad de reciclaje, prácticamente se está abocado a una vida que no se elige. Este argumento deja fuera de toda oportunidad a estudiantes dejame3de familias desestructuradas o a personas cuyo nivel de madurez es posterior a la vida estudiantil. Cuántas personas no conocemos que se lamentan de no haber estudiado durante la adolescencia. ¿Quién es nadie para limitar la voluntad de alguien porque es demasiado mayor?

Por otra parte, los argumentos de los dos razonamientos expuestos suelen esgrimir que, a causa de la sobre cualificación de los estudiantes y con el imperio del liberalismo económico  no se hace sino agudizar la precariedad laboral.  Sin embargo ¿acaso el que exista un superávit de graduados superiores es causa directa de que el empleo se haya degradado tanto? La respuesta más simple sería que por supuesto, que si no hubiera tanta oferta de titulados el salario y las condiciones mejorarían. Sin embargo, una respuesta más razonada concluiría que no, que toda persona que tenga inquietud por conocer debe tener derecho de acceso a esos conocimientos.  Gracias a la era de internet y del acceso de información podría cubrirse esa curiosidad. No obstante, un grado, un máster o un curso especializado en una materia determinada ofrecen un compendio de conocimiento más estructurado y completo del que pueda, en principio, reunir cualquier internauta medio.  El motivo de cerrar la vía del conocimiento a día de hoy sólo obedece a intereses de gobiernos corruptos, que necesitan de una sociedad borreguil para continuar campando a sus anchas. Un gobierno serio, honesto y transparente querría que su sociedad fuera una red de personas con capacidad analítica y crítica, con conocimientos y experiencias capaz de llevar a su país a la prosperidad.

dejame4Para evitar la precarización laboral no es solución impedir el acceso al conocimiento sino una legislación contundente que se ejecutara debidamente; un cuerpo legal que estableciera que si una empresa exige un determinado grado de estudios se pagara en consonancia. La precariedad actual no es fruto de un excedente de titulados, es simple y llanamente un delito de robo no tipificado en el código penal.

En definitiva, nadie debería limitar el conocimiento y, por ende, constreñir el futuro de nuestras generaciones. Déjame ser peluquero, escritor, policía o ingeniero. Déjame averiguar, estudiar, analizar, cuestionar y crear. Déjame construir mi vida acorde con mis inquietudes. No me digas que no puedo ser porque no tenga dinero o porque tu forma de medir la inteligencia y la juventud sea absurda y anticuada. Déjame ser. ¡Qué es lo más intrínseco a la dignidad sino poder ser!

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Arrogancia musical

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Cuando se habla de clasismo, generalmente nos viene a la cabeza una pirámide que clasifica a las personas en función de su riqueza material. Ahora bien, existen otras formas de clasismo, entre ellos el intelectual, donde la riqueza viene dada por la cantidad/calidad de los conocimientos. En esta ocasión, la discriminación partiría de siguiente premisa: “si los conocimientos son mayores, eso significa que se es más valioso (para la especie)”. De atribuirse un valor se pasaarrogancia3 fácilmente a al sentimiento de superioridad; y, en última instancia, a despreciar al que se encuentre por debajo de nuestros estándares culturales. Tan deleznable es el clasismo socioeconómico como el intelectual, puesto que en ambos casos no es más que la pérdida de respeto del prójimo.

Hace unas semanas, asistí a un ejemplo de clasismo musical escuchando el estupendo programa de RNE3 “180 grados”. En su emisión de 2 de febrero de 2017, en el apartado de noticias, la presentadora y una periodista comenzaron a repasar la lista de la música más vendida y el contenido me dejó de piedra. La colaboradora, que presentaba la lista de los álbumes musicales más vendidos durante el año 2016, no se quedó corta en hacer desprecios a productos que, según su criterio, no eran de calidad. Si bien en el fondo estoy de acuerdo con lo que esta locutora quería poner de relieve, pues mis gustos musicales son similares, la forma de expresarlo la deslegitimó completamente. Querer denunciar el poco impacto social de lo que alguien considere música de calidad me parece correcto, pero burlarse de quien no se ajusta a sus gustos es harina de otro costal.

En el corte de cinco minutos, que podéis escuchar a partir del minuto 42 de la emisión, se comienza informando de que el porcentaje de ventas de álbumes en España durante el año 2016 había aumentado un 1,67% con respecto al año anterior. Sin embargo, la locutora indica que el dato “no es positivo”, por cuanto no está de acuerdo con el consumo musical español. La primera muestra de clasismo queda patente cuando se queja al decir “en qué se están gastando el dinero... no en qué nos estamos gastando el dinero”. Aquí claramente toma distancia del gusto musical general y a mí lo que me transmite es “no me metas en el mismo saco”.  Pero no sólo comunican las palabras. El tono sarcástico y las risillas constantes, también denotan una falta de respeto a larrogancia2a música que no se comparte. Así, se burla de Manuel Carrasco del que dice que “tiene unos arreglos de violines muy serios”, de Melendi cuando habla de su disco y dice “no tengo audio gracias a Dios”.

La cuña me decepcionó profundamente y a Virginia Díaz, a quien admiro mucho, la endilgué un -1 en mi escala de valor con carácter inmediato. Aunque la presentadora intentó mantener la neutralidad, en ocasiones me dio la sensación de que traslucía ese mismo desprecio. Espero estar equivocada.

Cada uno es libre de opinar lo que quiera; es una de las prerrogativas de gozar de la libertad de expresión. Ahora bien, creo que es de buena educación mostrarse respetuoso. Existe la posibilidad de opinar sin dañar (asertividad, lo llaman ahora). No es cuestión de ir con pies de plomo con todo lo que se hace o se dice, porque últimamente llegamos a límites absurdos con la capacidad de sentirse ofendido. No obstante, ¿qué dice de tu persona cuando menosprecias a los demás? Considero que, desde luego, no tiene cabida en una radio pública, pagada por todos y dirigida a todos.

http://www.rtve.es/alacarta/audios/180/180-grados-lori-meyers-blondie-mac-marco-father-john-misty-bleached-02-02-17/3896527/

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Jornada laboral hasta las 18:00... ¿es una broma?

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En las últimas semanas, hemos sido testigos del impulso que se pretende dar desde el Ministerio de Empleo a la finalización de la jornada a las 18. Concluir la jornada sobre dicha hora no me parece ningún avance para la conciliación de la vida personal y laboral, más bien me parece una tomadura de pelo. Nos lo venden como la madre del cordero pero no concilia absolutamente nada.

jornada7En primer lugar, porque las jornadas hasta las 18 no se cumplen. En numerosas ocasiones la jornada de muchos trabajadores, según figura en su contrato, finaliza a las 18 o mucho antes. Sin embargo, la cultura del presentismo hace mella, robando a esa persona lo más valioso que se tiene, el tiempo. Muchos podrán pensar que si el trabajador vuelve a casa más tarde de lo que establece su contrato es “porque quiere”. Pero, en buena parte de los casos, las personas no se quedan a regalar horas por gusto. Existe una amenaza clandestina, y en ocasiones evidente, que fuerza al trabajador a permanecer en su puesto: sea porque limita sus posibilidades de medrar, sea porque esas horas son de obligado cumplimiento so pena de no renovar el contrato de trabajo, sea porque no logra sacar adelante sus objetivos sin que medie un motivo de incompetencia... Razones hay muchas, justificables moralmente por la empresa, ninguna.

En segundo lugar, porque el tiempo restante es manifiestamente insuficiente para una verdadera conciliación. Que una empresa no sepa conjugar la vida laboral y la personal es claro indicador de estupidez. Una persona satisfecha con su vida privada será una persona más motivada y, por ende, más productiva. Como siempre, personas estrechas de mente, de ideas cuasi victorianas, confunden la cantidad con la calidad y, hasta que no les quede clara esta diferencia, la productividad de las empresas españolas será absurda.

Imaginemos la vida de una persona al salir del trabajo a las 18. Contaríamos con unas supuestas 5 horas para conciliar nuestra vida, si tomamos como hora de descanso nocturno las 23, que garantizaría 8 horas de sueño reparador. ¡Qué de riqueza temporal disponemos! Sin embargo, estas 5 horas son manifiestamente insuficientes, ya que hay que realizar los siguientes descuentos:

jornada5- Trayecto del trabajo a domicilio: entre 15 minutos y una hora y media. Pongamos de media, 45 minutos.

- Atender responsabilidades: cuidar de hijos, familiares, de la propia salud, del hogar. Tiempo, 2 horas (los padres se reirán de esta exigua cantidad, lo sé).
Preparación de la cena, cenar y limpiar la cena. Tiempo, 1 hora.

- Relajación y preparación para dormir: abluciones nocturnas y tiempo de “ocio como conductor de sueño”. Pongamos una media de 45 minutos. Este tiempo no lo considero “vida personal”. Es el tiempo mínimo para que el cerebro pueda comenzar su desconexión. La falta de este tiempo se manifestaría en estrés, insomnio y generaría problemas de salud mental. Nadie da una palmada y ¡paf! el cerebro nos desconecta.

- Tiempo social: hablar con familiares, amigos, pareja, necesario para reequilibrar la experiencia vital y social diaria. Tiempo, 30 minutos.

- El sumatorio del “tiempo de descuento” asciende a… 5 horas. Podréis pensar que soy muy generosa con los tiempos que he establecido, pero para una mente saludable y equilibrada no lo es. Obviamente no soy una estudiosa de psicología o neurociencia, puedo estar equivocada, pero el sentido común me dice que no voy desencaminada.

Analizado lo anterior, ¿dónde queda el tiempo para que una persona pueda sentirse plena, feliz y motivada? Algunas personas considerarán que ellas sí logran disfrutar de un tiempo para su vida personal, para sus intereses, aficiones y asueto porque dedican menos tiempo del que indico; otras personas dispondrán de ingresos que les permitirán derivar sus tareas diarias a profesionales; otras no tendrán responsabilidades familiares; otros, ya gozan de una jornada razonable… pero aquí quiero señalar las dificultades de la generalidad de la población y el derecho a sentirse pleno.

jornada4Si no se quiere llevar a cabo un cambio por humanidad, puede hacerse por mero egoísmo. Es un claro caso de “yo gano – tú ganas”. Una persona con una vida completa acudirá con energía y motivación a su trabajo y la productividad será evidente desde el primer día, no sólo a nivel individual, sino a nivel colectivo.

Entonces, y para concluir, ¿cuál sería la hora recomendable para concluir la jornada laboral? En mi opinión, con la vigente jornada completa de 8 horas, las 15 debería ser la hora límite para retomar la vida fuera del trabajo*.  La empresa continúa obteniendo las horas acordadas por contrato y la persona comienza a ser, eso, persona. Sin embargo, para ello un gobierno no debería aconsejar o fomentar, sino legislar claramente a favor de una jornada razonable y eficiente para todos.

*Lo que sugiero es que el carácter de las jornadas sea intensivo, para que el trabajador disponga de tiempo real. Habrá colectivos, que por la peculiaridad de su trabajo requieran de un inicio de la jornada laboral en hora distinta a las 8 de la mañana, pero en todo caso, debería primar la jornada intensiva.

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