McFlurry

Escrito por PHD Tilla el .

mcflurry1

Estábamos en lo mejor y a mí me dió por sentirme raro. Mira que llevábamos copas encima, mira que ya las corbatas volaban, mira que los jefes se habían ido a casa con sus esposas, y yo de repente me puse a pensar en las escasas posibilidades de que en mi  pequeña realidad aconteciese algo realmente notable. De encontrar un alma gemela, de descubrir una pasión oculta, de saborear un placer realmente exótico, de conocer un lugar inimaginable. Mi mente andaba dando vueltas a la idea de retirarme a la francesa y comerme un shawarma en la esquina mientras caminaba hacia el autobús, cuando de repente ella apareció ante mis ojos.

mcflurry10No es que fuese excepcional, es que era sencillamente arrebatadora. En su cuerpo bailaban los demonios, y sus ojos gritaban: "Aquí  estoy, guapo. Atrévete". Mi sudor se volvió frío y tuve que esnifar discretamente una puntita en la esquina de la pista. Llevaba un pedo considerable, pero no conseguía sacudirme esa tristeza existencial.

Aunque tenía palique para rato, decidí observarla un rato desde la distancia. Los danzantes evolucionaban en elipses que obligatoriamente coincidían con su órbita, pero ella les circunvalaba como un satélite de alta tecnología. Bien. Toda para el nene. Subí a los baños  y me masturbé cansinamente entre dos petardos que, para no verse la polla, habían dejado libre el urinario del medio. Hablaban por encima de mi cabeza hasta que se dieron cuenta del meneo de mi mano, y se abrieron entre risas sofocadas. Pedazo de gays.

Cuando la tuve morcillona, me la coloqué forzada hacia la cremallera, para que se notase el bulto, y volví a la pista. Entonces me acerqué a ella y comencé mi ritual de la seducción. Primero casual, luego directo a los ojos, luego sonrisa retraída de subnormal, luego un poco más cerca, como marcando el territorio, mirada al tendido, mano en las lumbares de la chorva para un baile más apretao, sonrisa de "me la suda, qué feliz soy bailando con los ojos cerrados", un "tú sí que sabes, eres la mejor" al oído, más sonrisas de gilipollas, se me está aflojando la polla otra vez, aguanta, aguanta,tío, por tu madre, y todavía ni un gesto por su parte. Cinco minutos y me piro. Cuatro. Mierda, me voy, que te aguante tu puta madre.

mcflurry12Salí a fumar. Me hice un nevadito que compartí con una pareja que olía a chotuno, y que tenían ambos los dientes desparejos. Dios los cría y ellos se enganchan. Me imaginé sus besos y tuve que volver a entrar, me moría de sed. En la barra se me trabó el cinturón del abrigo en la correa de un bolso, y cuando me volví para musitar una disculpa ví que era ella. Me miró lacia. Tenía el abrigo puesto, se iba. No se cómo me las arreglé para acompañarla.

Yo iba hablando y hablando, caminábamos por la acera, ella no decía nada pero mantenía una sonrisa lupina y de vez en cuando asentía con la cabeza. Yo no sabía si de un momento a otro cogería un taxi, llamaría a su novio, me daría esquinazo o me liaría un pollo, pero de momento seguía  con la "sin hueso" a todo trapo, raja que te raja, como si al callarme pudiese precipitar la huida. No se ni de qué hablaba, la verdad es que era como rellenar un agujero de silencio con diarrea verbal.

Vivía en un apartamento de esos que son reformas de edificios muy muy viejos, que por fuera se caen a pedazos pero luego las ventanas cierran bien. Tenía gatos por todas partes, no mininos reales (sólo dos), sino fotos, figuras, pins, bolsas serigrafiadas... se me iba un poco la olla, así que nada más entrar le pregunté por el baño.

mcflurry11Los baños de las mujeres me fascinan. Son una mezcla sensual de olor a mierda, perfumería y cosmética. Me entretuve un rato mirando los espejos que te hacían parecer más pálido. O es que lo estaba. Cuando salí me esperaba medio querenciosa medio psicópata, en plan ya me puedes follar bien la oreja o sales por esa puerta a zarpazo de gata rabiosa. Yo tenía carrete para horas y horas, y ya la llevaba morcillona porque ya mis ojos no podían elevarse de sus tetas. Le conté de mi vida, la real y la ficticia. Le hablé de cómo follan ciertas especies de artrópodos, del punto álgido de la nevada más blanca, de la magia incomparable de Leopoldo María Panero y la locura trágica de un fin de semana que se desmadró y acabó casi en drama. No se, creo que le conté que me masturbaba en cada viaje en autobús que hacía, dos veces si era un taxi. Y lo dejaba en el billete o las monedas, con la pringue. Para que se jodan. No viajo por gusto, y menos en transporte público.

Le dije también que era bella, que su rostro era distinto, que era real, que mi polla podía eyacular varias veces por noche en ese cuerpo durante un año o quizá dos...

Creo que me llevó a la cama por aburrimiento. O por vacío. O por las dos cosas. Yo hice otro discreto viaje al baño a aplacar al monstruo, y otro entre el sexo oral y la penetración para comerme un cuarto de Viagra. Por poco aprobé. Hora y media, y yo amanecí tan palote como me había dormido, pero qué polvazo, macho.

mcflurry2A eso de las cuatro de la tarde abrí los ojos porque un gato me maullaba en el oído, hambriento sin duda. Me levanté, un poco así, y busqué en los armarios hasta encontrar una lata de comida de felino. Volqué los restos del pollo en el fondo de su cacharrito de comer y encima la lata de comida. Gatos enfarlopados. Qué gracioso. Ella había dejado una nota, corta, vete y cierra bien la puerta, algo así.

Cotilleé un rato sus armarios y descubrí que era enfermera. O al menos tenía uniformes. A lo mejor era otro tipo de enfermera. No me gusta enamorarme a la primera, así que suprimí toda opción mental de hacerlo. Me dediqué a fisgonear y vi sus diplomas. Enfermera de las de hospital. Vi sus notas, no se, abrí carpetas, miré y curioseé, tampoco es que vaya luego a divulgar su vida, coño, le cambio el nombre y punto. Pero sobre todo descubrí que era una niña buena, una niña buena de las de verdad, de las que no ha roto un plato jamás, quizá a ella sí se los hubiesen roto. Víctima, empecinada en hacer las cosas bien. Pues bien, no me iba a dar el gusto de sucumbir a las oleadas de empatía que me provocaba husmear en su vida, no señor, así que me pillé un pedo con unas botellas que tenía en el armario del salón y esperé para grabar a los gatos.

Cuando, horas más tarde pillaba un taxi, me di cuenta que en lugar de dejarle mi teléfono apuntado en el espejo del baño con la barra de carmín, le había puesto el de la pizzería.

Volqué el McFlurry en los billetes que le dí al taxista.

***
Evidentemente traté de buscarla de nuevo, pero no me acordaba de la calle.

Imprimir