Me gusta el fútbol

Escrito por Mercado Navas el .

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Dicen que unos estudiantes admiradores de Freud fueron un día a visitarlo a su casa del barrio de Hampstead, en Londres. Querían que los ilustrase sobre determinados aspectos de la Psicología. El maestro, gravemente enfermo, sólo acertó a decirles que su vida había sido una pérdida de tiempo y que se tenía que haber dedicado a aquello que más lo distraía en ese momento: la jardinería.

Camus (que jugó de portero en Argelia) y Heidegger (admirador de Beckenbauer) estaban locos por el fútbol. Mi filósofo en vida de cabecera, Alain Finkielkraut, le ha otorgado protagonismo al deporte rey en Répliques, el programa que conduce desde hace años en France Culture, un clásico de la radio pública francesa. Finkielkraut se deshace en elogios a propósito del fútbol desplegado por la España que se proclamó bicampeona de Europa y campeona del mundo no hace demasiado.

futbol12Lejos de querer compararme lo más mínimo a estos personajes y a otros muchos que demostraron su pasión por actividades que no tenían nada que ver con aquello que los hizo famosos (Hemingway y Picasso fueron grandes aficionados a la tan denostada Tauromaquia), quiero reivindicar la importancia que pueden revestir determinadas instituciones culturales populares en la vida de figuras señeras de nuestra civilización.

Así que no resulta ningún desdoro que yo proclame mi amor por el fútbol como, salvando todas las distancias, estas eminencias confesaran su predilección por esta manifestación cultural. Y es que hubo un tiempo en que los grandes hombres y mujeres de la Historia acababan presos del personaje que habían creado. Valoro, pues, en las personalidades citadas su arrojo en reconocer que, salvo en aquello en lo que sobresalieron, no se veían nada más que como mujeres y hombres de su época que se distraían como buena parte de sus contemporáneos.

Eso sí, a diferencia de la jardinería, el fútbol es capaz de levantarnos el ánimo o hundirnos en la miseria, convirtiéndose muchas veces en el aliciente que nos extirpa de semanas de tedio. Como el tiempo, el fútbol es uno de los grandes asuntos con los que entablar una conversación. Se trata de una afición que se comparte, por la que nos socializamos. El primer banderín de enganche al que nos podemos asir. Algo que podemos heredar de nuestros mayores y que transmitir a nuestra descendencia. Un pretexto con el que desahogarnos en la alegría y en la tristeza. En mi caso, encuentro semejantes las labores del entrenador y del profesor-tutor. Cada clase nueva que me corresponde cada año la interpreto como un equipo al que tengo que mejorar en sus prestaciones. Y eso, lo debo conseguir a nivel individual y grupal. De hecho, comparto, por ejemplo, futbol13algunas estrategias de consolidación de grupos que se aplican al principio de cada temporada. Como ocurre con los entrenadores, con el paso de las semanas de clase, voy pergeñando un 'equipo titular' con el que estimular a 'los suplentes'. Y, por qué negarlo, tengo también a mis favoritos.

Estamos en año de mundial de fútbol y, como corresponde en los tiempos que conocemos, no ha faltado quien haya querido invalidar lo que representa este acontecimiento deportivo por el modo en el que Catar y la FIFA han propiciado esta edición. No seré yo quien no censure todas estas razones de peso. Sin embargo, hemos de reconocer que ya hubo ediciones comparables en su ilegitimidad (Argentina, en 1978 y Rusia, en 2014, entre las que yo haya vivido) y que, si sólo pudiesen acoger campeonatos de fútbol países impecables, España y Portugal (desde la óptica de los actuales 'censores wokistas') tampoco podrían aspirar a organizar los de 2030.

Pasan los días del mundial y, poco a poco, el fútbol con mayúsculas vuelve a imponerse. Ese juego que interpreto como una alegoría de la vida individual y grupal; un correlato del papel que juega cada individuo en su entorno y su nación en el mundo. El deporte de masas capaz de encumbrar al más humilde y a los más pobres. El que puede dividir una nación o acomunar a todo un continente. Porque, en fútbol, nunca están descartadas las sorpresas... o las decepciones.

Esta semana, el mundial pone en escena dos partidos de semifinal en los que, para dos selecciones, la victoria se convertirá en un bálsamo, en una inyección de moral ante el marasmo que conocen sus pueblos; futbol14una tercera selección se planteará el encuentro como una reedición de su fatum : el combate contra Goliat y la cuarta, como la posibilidad de asentar una preponderancia añorada en otros ámbitos. ¿Hace falta que les diga a qué equipos me refiero?

Los amantes del fútbol viviremos esos enfrentamientos desde la simple y llana pasión por un deporte en el que se conjugan técnica, táctica y convencimiento. Tendremos nuestras preferencias, que podrán no estar definidas por criterios que tengan que ver estrictamente con el juego y justificaremos nuestra opinión diciendo que al fútbol se puede jugar de muchas maneras y que lo que cuenta, al fin y al cabo, es ganar. Nos enzarzaremos en interminables discusiones sobre el mérito acumulado y la justicia aplicada. Si nuestra favorita pierde, nos enfadaremos pero sabremos que, más pronto que tarde, el fútbol le dará otra oportunidad pues, como decía Vujadin Boskov, "Fútbol es fútbol".

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