Apocalipsis

Escrito por Daniel Prieto & Eva Santos (Ilustración) el .

apocalipsis 1

Le abrí la puerta a mi mujer para dejarla entrar en la panadería. Vi a una señora que se acercaba, esperé y le sujeté la puerta para que pasara. Parecía la típica abuelita encantadora, con sus pequeñas gafitas y su bastón. Me dijo “gracias” y entró. María se quedó un poco rezagada esperándome y la vieja aprovechó para colarse, poniéndose delante nuestra en la fila. Incluso empujó levemente a mi mujer con la cadera.“Increíble”, comenté en voz alta, mientras María me hacía un gesto de desaprobación. “¿Quién va ahora?”, dijo la panadera y, antes de que terminara la frase, aquel súcubo graznó: “¡Voy yo, voy yo!”

apocalipsis 2

El apocalipsis comenzó entonces a partir de aquella panadería, todo el mal se concentró en aquellas cuatro paredes. Y se expandió al mundo entero. Me deleité con el aroma de los homicidios selectivos y las matanzas indiscriminadas, que nos embriagaron a todos hasta hacer reventar nuestros cuerpos, que explotaron en millones de partículas de odio. El negror del rencor se propagó a través del viento, de las miradas, de la tierra y de los pensamientos. El sol comenzó a refulgir en rojo sangre y yo seguía apretando con todas mis fuerzas el pescuezo de aquella vieja miserable en otra dimensión. No existía nada más que el odio, no había ni realidad ni irrealidad, podías hacer lo que quisieras en el odio, siendo odio.

apocalipsis 3

Apreté y apreté y apreté la garganta de aquella puta vieja hasta que la lengua se le salió por la boca y también explotó como un globo, hasta que los ojos se le salieron de las órbitas y se deshicieron entre mis dedos como mantequilla caliente. Introduje mis dedos por sus cuencas oculares vacías intentando llegar a su cerebro y desgarré su carne pútrida con mis uñas. Arranqué todos los mechones que pude de su pelo. Mordí su carne, la escupí al suelo y luego escupí sobre su cadáver. Pateé aquel cuerpo inerte y repulsivo hasta la extenuación, hasta que una masa informe gelatinosa fue todo lo que quedó.

apocalipsis

Y el apocalipsis se hizo verbo. Y las trompetas del Juicio Final comenzaron a sonar, porque el Hijo de Dios había regresado.

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