Paco Ibáñez es un arma cargada de poesía

Escrito por Daniel Prieto el .

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-¿Pero dónde vas a estas horas? ¡Son las dos de la mañana!
-Tengo que escribir una cosa.
-¿¡Pero qué cosa!?
-Es para los de Madrid, ya sabes.
-Ah, sí, muy bonito. O sea que yo esperándote para que estemos juntos y hablemos en el poco tiempo que nos vemos y tú a escribir para los de Madrid. ¡Prefieres escribir para ellos que venirte para cama conmigo!
-No es eso, no exageres. Cuentan conmigo.

paco2Entonces la cosa es que yo estaba meando en un descampado al lado de la carretera y de fondo cantaba Paco Ibáñez. La poesía es un arma cargada de futuro. Recuerdo esas letras desde que tengo razón de ser. Mi padre cantaba sus canciones y las ponía en aquel radiocasete portátil que aún funciona que les habían regalado por su boda. Andaluces de Jaén. Palabras para Julia. A galopar. Y yo estaba allí, escuchando ladridos que se aproximaban, con la polla en la mano, recordando mi infancia. Paco Ibáñez es un arma cargada de poesía. Pienso todos los días en mi muerte. Constantemente. Mientras repaso los cubiertos o hago cafés descafeinados de máquina bien hechos ni muy claritos ni muy oscuros y ni muy calientes ni muy templados sin espuma y con sacarina y con un vasito de agua con hielo. Pienso en mi funeral quizás veinte veces al día. O treinta. O cincuenta. Pienso en cuando abandone este mundo y me veo a mí mismo aprisionado entre tazas sucias y las sobras del menú del día. El único poeta en miles de kilómetros a la redonda. Quizás el único poeta vivo. Los mejores de mi generación limpiamos vasos, culos o letrinas. Y mientras, los hijos de los políticos y de los funcionarios venden libros. Escriben versos. Pero jamás poesía.

paco5El futuro es un arma cargada de Paco Ibáñez. Mi tía lloraba mientras el enterrador, subido a un andamio, izaba el ataúd de mi tío. Los dos fulanos trajeados de la funeraria le ayudaban desde el suelo. Tenían una especie de elevador mecánico que parecía del siglo pasado. El cura pronunciaba el típico sermón de funeral al que nadie presta atención. Sobre los sollozos resaltaba el sonido del cemento que el enterrador disponía alrededor del nicho. Cogía la mezcla de un cubo viejo de mayonesa con la pala y lo arrojaba con gestos rápidos y burdos para sujetar la lápida. Llevaba un jersey de lana lleno de manchas de grasa y una gorra de propaganda de piensos Biona que un día había sido blanca. Todo él estaba lleno de mierda. Un pitillo detrás de la oreja completaba el conjunto. Era como poner a un chimpancé entre bailarinas de danza clásica. Y yo estaba a millones de kilómetros. Pensaba en culos y tetas o en quién sabe.

La poesía es un arma cargada de Paco Ibáñez. Paco Ibáñez. El único cantautor que queda. Totalmente vigente. Lo vi en un concierto memorable en el teatro Rosalía de Coruña cuando aún no era camarero y podía ir a veces a sitios. Hace bastantes años. paco7Él solo en el escenario con su guitarra y una puta silla. Qué fuerza. Qué pequeño se nos quedó el mundo de repente... ante aquella violenta belleza. Paco Ibáñez vibrando con cada nota, sacudiéndonos con cada palabra. Mis mierdas se hacían más blandas, al igual que mis músculos. Estaba envejeciendo, lo notaba sobre todo por las gotas de sudor que, de repente, se formaban en mi bigote, como minúsculas perlas de vigor perdido, condensado y que se evaporaría... de vejez. Ya no podía sujetar una toalla grande de baño mojada con la polla y moverla a mi antojo como antes. Mi pene también había perdido su dureza pétrea de antaño. Todavía se me empalmaba con vigor, pero ya no con el descaro juvenil y desafiante de antaño, ya no era inmortal. Ya no poseía la verga divina que penetraba, traspasaba los cuerpos con lascivia, desmembrándolos en un canto a la vida. Y olían diferente, mis mierdas. Habían perdido potencia odorífera. Tuve una ex que me decía que la masculinidad de un tío era proporcional a lo mal que oliesen sus heces. Y yo en eso siempre he sido un campeón. Ella, que era un poco pija, juraba que mi caca olía como la de los caballos, como a "algo salvaje y puro". Cuando cagaba en el baño de su piso tenía que avisarla antes. Siempre montaba el mismo show de abrir las ventanas y echar ambientador por un tubo. La muy pesada. Había elaborado una teoría, al parecer fundamentada en no sé qué rollo antropológico, según la cual la mierda de los machos humanos emparejados estaba concebida para espantar a otros posibles competidores. Tenía sentido.

El arma es un futuro cargado de Paco Ibáñez. Mario no necesitaba ni siquiera copiar nada en ninguna libreta para aprobar todas las asignaturas. Sacaba sobresalientes incluso. Pero jamás paco4apuntaba nada. No tenía ni bolígrafo. Era un puto genio, un superdotado pero de los de verdad, no de esos que fabrican los padres a su gusto en caros colegios especiales de pago. Le importaban una mierda las notas y ser un bicho raro. Total, que poco antes de terminar el instituto la madre de Serafín, hoy profesor, fue a hablar con los profesores y se montó un pollo de la hostia. Serafín era un tarugo que copiaba incluso las redacciones de tema libre. Los padres de Mario eran dos tirados a los que les importaba una mierda su hijo y, al final, Mario jamás pudo ir a la universidad. Creo que es yonki.

Todavía creo en aquello que, contra todo pronóstico, ocurre. Y pervive. La flor entre el asfalto, la música, el amor, mi hijo cuando me pide que me quede con él, la victoria del Dépor en el Centenariazo del Madrid, el albatros con las alas partidas, la palabra dada entre caballeros, el brillo furioso en los ojos de los hombres indignados, los pequeños milagros, esta jodida página web...

A lo mejor
poesía
es
saber
que no hay nada que buscar
y
aún
así
intentar buscarlo.


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