Me pone triste el Valle de los Caídos

Escrito por Daniel Prieto el .

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Mi padrino se moría en el hopital. De cáncer. Estaba semiinconsciente. Entonces le dije a mi padre que quería verlo por última vez para despedirme de él. Recuerdo que de niño me cogía del jersey con un solo brazo y me levantaba hasta la altura de mi cabeza. Era un hombre muy fuerte, el tío Juan. Solo tengo recuerdos buenos de él. Conservo, firmados por él, los libros que me regaló: La flecha negra, Los tres mosqueteros… solo material de calidad. Tenía una fábrica en la que hacía muebles y cocinas. Muebles Jupri. Todavía hay mucha gente en Coruña que recuerda lo bueno que era en su trabajo. Una mesa de comedor que nos regaló está como el primer día. Mi hermano también quiso venir al hospital a despedirse de él, y eso que le llevo cinco años. Siempre fue un chaval muy maduro y muy precoz, mi hermano. Así que mi padre nos dijo que no nos preocupásemos, que nos llevaría a que le dijéramos adiós a su hermano. Entonces llegamos a aquel inmenso edificio blanco. Entramos a su habitación y allí estaba él, moribundo. Ya no podía ni hablar. Movía los ojos en círulos y a veces los abría. Los médicos lo mantenían con vida. Estaba en las últimas. No se podía hacer nada por él. Entonces a mi padre se le llenaron los ojos de lágrimas y le dio un beso en la frente. Nos dijo: "Venga, despediros de él”. Y no recuerdo muy bien qué pasó luego pero solo sé que yo no pude articular palabra y me quedé allí de pie, mirándolo. Recordé todas esas tardes de juego en su taller con su hijo Jose, que nos paseaba a mi hermano y a mí a toda velocidad entre las máquinas. No pude decirle nada, no supe qué decir. Así que me quedé callado y luego salí de la habitación detrás de mi padre y de mi hermano. Siempre que como un plátano me acuerdo de él. Una vez me dijo que le quitara esa especie de semilla negra que tienen en un extremo, ya que a veces podía haber allí un gusano. Los recuerdos son así de extraños a veces.

Llevo en mí
la mirada suicida
que podría quedarse clavada en el horizonte
mientras
estampo
el
coche
contra el muro del pazo de Meirás.
Mercadonas
y reintegracionistas
me importan
lo mismo.
En mi interior
una rabia
que no acierta a presagiar nada
pero que me hace saber
que
todo está mal.
Hay menú del día,
hay solo muerte y desesperación,
hay chocolate con churros,
hay dolor tan inútil,
hay que joderse.
Toda esta mentira
de la que somos partícipes.
Tres bragas a cinco euros.
En mis venas
ese furor ciego
del más allá,
que mira a las estrellas
de otros mundos
del futuro.

valle2Me pone triste el verano, con todos esos atascos y esos niños mirando al vacío en las playas. Me ponen triste sus meriendas envueltas en papel albal y sus juegos. Me ponen triste las piscinas de bolas y las tablets. Me ponen triste las verbenas, con su reinterpretación de la canción del verano de turno. Me ponen triste los ancianos que danzan con ojos vidriosos, ancianos que a lo mejor podrían morir mañana. Me ponen tan triste bailando agarrados cualquier tipo de música, como si todo fuese un pasodoble. La danza de la muerte. Me ponen triste sus espaldas dobladas que una vez fueron jóvenes. Me ponen triste los locales de copas con sus ofertas de dos por uno. Y los Kiss sonando de fondo mientras escribo esto también me ponen triste. Dos cubatas de Cacique por cuatro euros. Ofertón. Me pone triste el último disco de Joaquín Sabina, a dúo con el gilipollas ese que canta como si le metieran un pepino por el culo. Me pone triste el menú del día y esa gente que dice que está todo inventado. Me pone triste que mi madre me recuerde cada día que van a convocar oposiciones. Me ponen triste los opositores, encerrados en ese mundo paralelo de burocracia. Me pone triste esa gente tan segura de sí misma que es incapaz de ver más allá de sí misma. Me ponen triste los fuegos artificiales. Me ponen triste las fiestas gastronómicas, con toda esa gente semianalfabeta haciendo cola para comprar percebes, carne asada o lo que sea. Me ponen triste esas chicas con la camiseta de los Ramones que compraron en Zara. Me pone triste que los profesores de instituto de literatura manden leer esos libros de mierda. Me pone triste que Knut Hansun o Kafka no sean de lectura obligatoria. Me pone triste que no haya una sola presentadora de televisión que sea fea. Me ponen triste esas personas que cantan himnos con el puño en alto. Los himnos me ponen tan triste…

valle3“Todo lo que quiero es divertirme un poco antes de morir”. Lo confieso. No supe valorar a Sheryl Crow en su momento. Me parecía una pija de mierda pero estaba equivocado. All I Wanna Do es una canción cojonuda gracias a la que he llegado a sus discos. Es un canto vital que consigue no caer en ñoñerías y ser trascendente. Es genial. “Todo lo que quiero es pasarlo bien hasta que el sol aparezca por el bulevar de Santa Mónica”. Su primer disco está bien pero es más para todos los públicos. Y el segundo es cojonudo, con un punto más oscuro y letras reivindicativas. No es los Dead Kennedys pero Sheryl cuenta cosas. No es solo una cara bonita con una guitarra. Hace de detalles aparentemente significantes una jodida metáfora de la existencia. “Me gusta un buen subidón de cerveza los martes por la mañana y a Billy le gusta despegar las etiquetas de sus botellas de cerveza; las hace trozos sobre la barra y luego enciende todas las cerillas de un paquete enorme dejando que cada uno se queme hasta llegar a sus gordos dedos antes de apagarlos y maldecirlos. Y está mirando las botellas de cerveza mientras ruedan por el suelo”.

valle4Me pone triste la Semana Santa con todos esos fanáticos llevando a hombro esas estatuas horribles. Me pone triste que se emocionen ante un cacho de madera. Me pone triste toda esa barbarie, toda esa irracionalidad, todo ese vacío. Me ponen triste que todos los adolescentes parezcan idénticos entre sí y que todos piensen lo mismo. Y me pone especialmente triste que algunos se crean revolucionarios. Me ponen triste esos boletines de empleo que me envían, escritos de forma farragosa y distante. Me pone triste que mi abuelo de noventa años pueda morir pronto. Me pone triste viajar, y esos imbéciles que no paran de viajar y se vuelven incluso más imbéciles. Me pone triste la gente que no ha aprendido nada. Gabriel, que era un gilipollas, decidió recorrer todo el mundo y al regresar seguía siendo un puto gilipollas. Me pone triste esa gente que no sabe pedir perdón. Me pone triste la gente en general. Me pone triste mi hijo de dos años cuando me pide que no me vaya a trabajar. Me ponen triste esas películas que al empezar ya sé cómo van a terminar. Me ponen triste los festivales del verano. Me pone triste tu puta madre. Me pone triste el Valle de los Caídos. Me pone triste no poder ver esas películas geniales de las que habláis, cabrones.

“Vutargh”, una palabra misteriosa, quedó escrito en espuma blanca en el fondo de mi vaso.


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