Gemma

Escrito por Daniel Prieto el .

Voy conduciendo despacio entre la ciudad. Atravieso muros de hormigón dentro de los que vive gente con libros dedicados, ideas anotadas en libretas, periódicos escolares y recuerdos de Primera Comunión que se pudrirán con el tiempo. Escucho el último disco de JJ Cale. A lo mejor él no sospechaba que sería el último. Es de noche. Pienso en que dentro de cada una de esas luces hay una historia diferente, única e irrepetible, pienso en que ya es casi imposible estudiar Humanidades o Filosofía. Veo a mi alrededor esas vidas construidas en el vacío, personas que viven como si fueran otras personas y que mueren sin darse cuenta... o si se dan cuenta ya es demasiado tarde. Pienso en cuando dejé de ser un niño.

gemma2Tendría siete años y mi banda iba a pelearse en el recreo con la de Tito. Porque yo era el jefe de una banda. Era un líder nato pero estaba aterrorizado. Realmente penaba que podía morir durante aquel recreo. Me aferraba a cada minuto de clase, pero el tiempo pasaba volando. Cuando sonó la sirena salimos al patio decididos. Me esforzaba por mostrar seguridad. Nuestros enemigos vinieron rápidamente hacia nosotros, que hicimos lo mismo para demostrar que no teníamos miedo. Pero lo teníamos. Y ellos también. Yo iba delante, directo hacia Tito, que también iba a la vanguardia de los suyos. Entonces nos paramos en seco cuando estábamos a punto de tocarnos. Empezamos a charlar. La guerra comenzó siendo psicológica. Intentaban intimidarnos y nosotros a ellos. Nos fuimos yendo hacia una esquina del patio donde había varios árboles que nos esconderían durante la pelea. Ellos nos insultaban y nosotros a ellos aún más. Me temblaban las piernas.

gemma44No supe muy bien cómo pasó pero comenzaron a llover golpes. Entonces vi a Gemma, la hermana de Jorge, mi mejor amigo. No sé qué hacía allí. A lo mejor había ido con su hermano. Ella estaba a mi lado, recibiendo golpes y llorando. Yo no podía reaccionar mientras también recibía golpes de todas partes. Gemma era una chica especial, hablaba con dificultad y tenía una mentalidad de una niña mucho más pequeña. La agarré por la cintura y la usé como escudo. Me coloqué detrás de ella mientras encajaba los golpes por mí. Aquel día dejé de ser un niño.

Imprimir