Pupi, un puto genio

Escrito por Daniel Prieto el .

Salí de la oficina del paro. Acababan de comunicarme que mi solicitud no había sido renovada. Después de casi tres años se me había pasado la puta fecha. Me importaba una mierda. Ni siquiera guardé cola para volver a darme de alta. A tomar por culo. Entré en aquella cafetería estratégicamente situada a la salida del Inem o como cojones se diga ahora. Olía a leche quemada, a tortilla recién hecha y a desilusión. Los parados revolvíamos con desgana nuestros cafés con leche mientras mirábamos la pantalla. Estaban en publicidad, ¡qué raro! “Mi pelo huele genial, lo tocas y es una pasada...” Malú, esa cantante de mierda, salía en un anuncio tan imbécil que parecía escito por ella misma. Después mostraban a niños negros escuálidos agonizando con moscas gordísimas que se les posaban en las comisuras de los labios. Pedían dinero para, supuestamente, salvar las vidas de aquellos negritos. Decían que todos éramos culpables de que pasaran hambre. Luego aparecía un avance de un programa en el que varios famosetes bailaban. Caras sonrientes, felicidad, todo va bien. Soltaban unas frases tan rimbombantes como vacías, como la porquería que escribe Paulo Coelho. “Tengo la gran suerte de estar al lado de la mujer que me merezco”. ¿Qué clase de descerebrado podía decir algo así? ¿Era un piropo o estaba insultando a su mujer? ¿Se podía ser más idiota? El torero Manuel Díaz “El Cordobés” era el que hablaba. Aparté la vista del televisor y hojeé la prensa. Los diputados ucranianos a ostia limpia, deberían de tomar ejemplo los de aquí. El ministro Arias Cañete, famoso por implantar medidas de gran calado como aconsejar al país ducharse en agua fría y comer bichos y yogures caducados, era el candidato del PP a las elecciones europeas. ¿Le importarían a alguien realmente esas elecciones? Y, a cinco columnas, el rechazo del Congreso a la independencia de Cataluña. Un tema que todavía le interesaba a menos gente. Y así uno y otro periódico. Había muerto el medievalista Le Goff. Campañas a favor de la igualdad. ¿Qué igualdad? Anuncios de putas... lo de siempre. Dejé uno con veinte euros en la barra y salí a la calle.

pupi2Tres perros paseaban junto a su dueña en un parque. Uno de ellos se detuvo y me miró. Parecía comprenderlo todo. Sus ojos eran negros y límpidos, podías ver que aquel animal era legal. Su mirada traspasaba. Se paró apenas un instante, después se alejó sin más. Entonces la chica les lanzó una pelota pero sólo dos de ellos salieron corriendo tras ella. El que me había mirado no estaba por la labor. “Tú como siempre Pupi, tú como siempre, ¡tienes que hacer más ejercicio! ¡Corre!”, le dijo ella. Pero Pupi miraba cómo sus dos compañeros salían como locos tras aquel ridículo balón y luego a su dueña como diciendo: “¿No ves que son tontos?”. Parecía un perro cansado, harto de todo ese paripé de perseguir pelotas que lanzan los dueños, harto de mear las ruedas de los coches y de olisquear los culos de sus congéneres. Pupi no encontraba motivos para perseguir mada, no quería gastar energías inútilmente. Simplemente se quedó allí, tumbado en el césped, yendo en contra de su propia naturaleza, aguantando estoicamente la bronca. “¡Eres un perro malo, Pupi, perro malo!”, le gritaba la muy cretina. Pupi era un genio. Un perro genio. Un puto genio.

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