Satanás Madrid que estás en los cielos

Escrito por Bonifacio Singh el .

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Madrid interminable. He caminado kilómetros y kilómetros por Madrid desde que nos metimos en estos tiempos jaula. Salgo a la calle y camino hasta que me agoto. He visto que mi familia se extingue, que no hay nada detrás. Todos mueren o están muertos. Solo quedan, y quedarán, estas calles. Desgasto las calles de Madrid bajo la luz gris de las sucias farolas, esa iluminación mortecina que nos acompaña como una lluvia pesada. Madrid, varios millones de moscas posadas en la misma mierda. La isla de Madrid acogotada, arrinconada. Madrileñofobia, madrileñitas. Madrid hasta en la sopa picante china. Madrid recalcitrante. Madrid ciega y sin piedad. Madrid pegada en tus zapatos, en tu cáncer y en tus cojones. Madrid, anoréxica de culo gordo grasiento. Madrid a la parrilla, Madrid alta en colesterol y grasas trans. Madrid taponando nuestras venas.

Dijeron que la gran nevada terminaría el sábado a las cuatro de la tarde. Subí a la azotea, empalmé varios cepillos con cinta aislante y quité el hielo de la antena de la tele, porque se había acumulado tanto encima que no se veía la mierda que emitían. Mientras daba golpes en la antena los copos dejaron de caer. Entonces bajé a la calle corriendo a quitar nieve del coche antes de que se congelara. Me hundía hasta la rodilla en aquella mierda blanca. Me llevé un recogedor de polvo de plástico y uno de los cepillos. El coche estaba sepultado por completo. Comencé a apartar primero la nieve del techo, que parecía un poco aplastado, y después a cavar con el recogedor los laterales, para poder abrir una puerta. Y entonces comenzaron a salir los gilipollas. De cada puerta, de cada casa. Fue un espectáculo cómico. Bajaban con esquíes, con raquetas de nieve, los más graciosos eran los gilipollas ataviados con ropa de alta montaña, esos a los que se ve muchas veces paseando con bastones por los parques emulando a Reinhold Messner en el Annapurna.. En cada familia hay un gilipollas que usa bastones para caminar por los sucios jardines de la ciudad, en cada familia hay siempre un idiota con seis años de carrera unviersitaria. O más de uno, o de dos. Las estanterías del supermercado se vacíaron de leche semidesnatada. La leche entera se quedó ahí, huérfana, porque la nata les da asco, pero les hacen gracia esos anuncios en los que a un niño soplapollas se le queda posada en los labios. También quedaba leche desnatada del todo, esa que dicen que les sabe a poco. Oigo toser por la ventana a la mora de enfrente. Tiene coronavirus y además a un moro que debe pesar ciento treinta kilos por lo menos para ponérsela encima y asfixiarla cada noche. Seguí cavando. Pasaba gente a mi lado y me daba consejos sobre cómo quitar la nieve, les preguntaba si no tendrían una pala, pero nadie tenía una, y los que sí que guardaban una no te la prestaban ni a regañadientes. Y una y otra vez te daban consejos sobre cómo quitar la nieve sin que les cayera a los pies mientras hacían muñecos de nieve, bolas de nieve, pollas de nieve, de nieve dura para las pollas duras, de nieve blanda o primavera para las pollas blandas. Muñecos de nieve con cara de buen rollo modelados con un hijo de puta dentro escondido, como sus espontáneos escultores. Pasaba gente con sus perros, que cagaban y meaban en la nieve como posesos, los dueños estaban felices, porque pensaban que no había que limpiar aquello, que se iría solo. Volví a casa. La tele ya funcionaba. Salía el alcalde Carapolla con su campaña de márketing incesante, con su cara de feo bueno, haciendo como que trabajaba para la ciudad. Es tan despreciable como la vieja anterior alcaldesa, él tiene cara de no haber follado nunca y mal y la vieja aquella sigue dando consejitos de la abuela mientras cobra una pensión de dos mil y pico Euros y vive en una casa de un barrio pijo, la hija de puta. Los partisanos deberían salir a las calles de Madrid, sacarlos de sus casas y obligarlos a follar juntos en público. Tras la nevada salieron todos los gilipollas del mundo, del país, de la ciudad, del barrio, a la calle. Todos los gilipollas. Cuando la nieve empezó a chorrear y ese agüilla sucia se congeló sobre las aceras y las calles y toda la panda de gilipollas se caía al suelo y a romperse los brazos y las piernas y a llenar las urgencias. Y los políticos comenzaron a hablar de cosas como el “confinamiento natural meteorológico” al que estabas sometido. Y hasta que el sol no derritió el hielo y la nieve nadie vino a ayudarte a quitar aquella capa de mierda blanca. Nadie va a ayudarte. Bendito seas, Satanás, que estás en el cielo.

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Mi madre pasa el día diciendo que quiere morirse. No lo hace porque lo desee, en realidad le gustaría vivir eternamente en esta mierda colectiva y en su mierda particular, lo vocea a los cuatro vientos cincuenta veces al día como venganza por hacerse vieja, venganza hacia mí y hacia todos, venganza contra los que se han marchado. Se han muerto casi todos, van desapareciendo uno a uno, la vida los mata a buen ritmo, como en “La chaqueta metálica” se cargan a los Charlys. Hay que ir muriéndose hasta que esta mierda de moda de vivir se pase. Es duro ir viendo cómo todo lo que eras desaparece, sin dejar rastro, sin explicaciones, simplemente se va a la puta mierda sin que puedas hacer nada. Y todo esto no creas que es cosa de mi madre, de los viejos, no no no, también es cosa tuya, te está sucediendo a ti ahora mismo, lo que pasa es que no te das cuenta, y mi sucia labor en este mundo es despertarte y que lo veas, y que quites esa puta sonrisa de tu cara. Te estás muriendo pero, lo que es mucho más jodido, los tuyos también. Esos a los que llamas por teléfono a ver cómo están y los ves una vez cada quince días, o cada mes, o cada año, o cada no sé cuánto, esos a los que dices tanto que les quieres y luego cuelgas diciendo que estás ocupado pero vas y te haces una paja, esos se van a morir más pronto que tarde, y no hay más allá ni nada que se le parezca. Y tú tienes muchas papeletas para tener cáncer y, de ese mal no se sale, no se le vence, como dicen los gilipollas que ves por la tele, sino que se sufre con él hasta que estás tan jodido que no aguantas más y te mueres, y eso les va a pasar a tus padres, a tus tíos, a tus conocidos, aunque si ya tus padres te importan más bien una puta mierda de tus tíos y de tus conocidos ya mejor no hablar, porque te asusta más cuando ves que has cagado blando u oscuro que pensar en que ellos pueden estar sufriendo. A mi madre la llaman sus amigas por teléfono para que vaya a misa. Le dicen que allí no hay peligro de virus, que está cerrado aquello y que hay más mierda y miasmas que en el palo de un gallinero pero que allí no pasa nada porque está protegido por el Dios del cielo, que vaya, que allí todo es bueno, que es como el cine, pero sin una recua de actores diciéndote lo que tienes que pensar para sentirte bien, que le cura lanza el ensalmo y te sientes mejor, que no, que no que no, que no hay virus allí, que nadie va a morir por ir a ese espacio cerrado a cal y canto con olor a pedo y a cera, que son falsos rumores que los virus mortales para los viejos se transmitan por el aire cuando cantan sus himnos, que allí todo es maravilloso, que ningún viejo ha palmado días más tarde por asistir, y que si alguno se jode y muere los rastreadores no dan nunca con el resto, porque Dios protegió a los viejos librándoles de los esmartfons, porque no saben manejarlos. En misa se les da la vida y se les da la vida a la vez a los viejos, metiéndoles miedo a vivir, se les invita a vivir en un permanente toque de queda, y eso es bueno. Bueno para todos.

Los perros no cagan en los anuncios de la tele. No mean ni cagan. Y siempre son muy simpáticos. Los gatos salen en la pantalla siempre como seres muy inteligentes y amorosos, nunca joden nada en las casas, y cuando lo hacen siempre resulta gracioso, y sus cajas de mear no provocan que huela a meado desde un kilómetros tu casa. Pero los gatos no salían a cagar en la nieve durante la meada. Viven presos en las casas, todos tienen cadena perpetua dictada por sus amos. Los perros tienen libertad condicional, pueden salir con su amo policía al lado, y eso es muy jodido, todo el que tiene un policía al lado tiene que revelarse contra él, odiarlo a muerte, porque no está para ayudarte, sino para joderte, para imponerte algo, y los perros están condenados a tener siempre al hijo de la gran puta de amo a su lado, para darles de comer esa mierda que fabrican para ellos y para que caguen en la calle o en el campo. Y cualquiera que está preso como los perros se vuelve gilipollas, al menos un poco. Perros cagando en la nieve. Cuando la nieve se derritió afloraron toneladas de mierda congelada, que a su vez se reblandeció, y las calles estaban todas llenas de caca, y menos mal que la policía o el presidente del gobierno o el alcalde no ordenaron que os comierais toda esa hez a bocados, porque seguro que lo hubieseis hecho sin rechistar, lo mismo que cada día os tragáis todas esas mentiras en plan bukkake que os lanzan. Os gusta mucho el bukake. Y cuando vais a votar os hacen un crimpai. Coprófagos.

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Veo videos del rapero este que han metido en la cárcel, raperos que se hacen llamar a así para no aprender a tocar un instrumento, porque es muy cansado hacerlo y lleva mucho tiempo, le escucho hablar y es cierto que es gilipollas y todo éso, pero es que además os quieren hacer creer que es malo, os lo quieren hace creer esos que os están dando por el culo cada día. Y pedís más y más anal, doble penetración anal. El rapero es como el dillei, que merecen la muerte, pero por su música, no porque digan que se cagan en la boca, en su boca, en la del fiscal y el juez, sino por es mierda que hacen que cantan. Pero que conste que el dillei es peor que el rapero. Sólo hay una persona decente en este país, un tipo admirable, que es el comisario Villarejo, un pícaro que pasea en Ferrari por Madrid y que os molesta mucho porque roba dinero y graba videos porno con cámara oculta de la gente a la que os gusta votar para poner en las instituciones. A los raperos también hay que meterlos en la cárcel por todas las gilipolleces que dicen a cerca de la revolución, porque nunca habrá revolución, porque nunca saldréis a la calle más que para comprar teléfonos móviles, y ya ni eso, porque os los llevan a casa, y ya ni eso, porque no os dejan salir y os lleva la comida de mierda precocinada a vuestra puta casa para que no molestéis fuera, y los raperos hacen la revolución a través de la pantalla de su móvil y mientras todos esos hijos de puta se ríen en su, en vuestra, cara, porque nunca sucederá nada que pueda cambiar nada porque tú no harás nunca nada porque te gusta que te lleven la compra a casa. El toque de queda permanecerá por los siglos de los siglos porque es muy cómodo así. Y la única forma de que cambies algo, la única barricada, es que apagues el puto móvil. Apagad el móvil. Todos a la vez. Nadie lo dice, nadie lo cuenta, pero si apagaseis el móvil a la vez sería como si todos los putos chinos pisotean el suelo al mismo tiempo, que tu sucio mundo se iría a la mierda. Tiene más dignidad y ética la secta Boko Haran, que tú cuando te veo a través de la cristalera correr sobre la cinta del gimnasio. Cuando vas allí a mirar culos para luego inspirarte para hacerte una paja en el water de tu dormitorio mientras tu mujer está durmiendo.

Llegaron las vacunas al viejo mundo. Primero dijeron que compartirían un cupo con los pobres, pero acabaron robándoselas los unos a los otros en un infinito sálvese quien pueda, los hijos de puta. Unión Europe de Mierda. Por la mañana salí a comprar el anacrónico periódico de papel para dar aliento a mi kiosquero. Luego caminé todo el día por las calles del puto Madrid y por la noche compré empanadillas chinas a la camarera que siempre se acuerda de ponerme un tenedor de plástico en vez de la mierda de palillos. Nos miramos a los ojos. Es una chica joven que siempre va en chándal, con el pelo estilo casco de solado imperial. Mapear el cerebro de las moscas para saber por qué van hacia la mierda salvaría al mundo. Apagar los móviles como barricada. Madrid cómo me pones. Madrid siempre sabes a algo, el hollín y la mugre nunca son insípidos ni asépticos. Madrid.

Duelen las manos y
no hay tiempo para correr.
La playa queda siempre muy lejos
y no fuimos nunca a natación.
Bentido seas Satanás
que estás en los cielos
pero vives en Madrid.
Que Dios te guarde
de
remedios contra la acidez estomacal,
de lubricantes vaginales y
de los tónicos limpiadores de colon,
de los gilipollas esculpiendo
pollas de nieve.
Nieve blanda, nieve dura, nieve polvo, nieve primavera
nieve en el coño de alguna,
de tu mujer
aunque no es la tuya.
madridsatanas4Madrid Kentaki fraid chiken
Macdonals
y burrikín
de la vida y la muerte
a granel.
Oh Satanás en el cielo.
Duelen las manos y
no hay tiempo para correr.
La playa queda siempre muy lejos
y no fuimos nunca a natación.
Cavar un agujero que llegue hasta Australia
y marcharse por él
para darse cuenta
que los de ahí abajo son igual de gilipollas e
hijos de puta.
Tus hijos ya están aprendiendo a follar
espiándote.
Aprender a follar mal por las noches
y matemáticas y lengua
telemáticamente
por las tardes.
Y pasa el tiempo y
luego cáncer de esófago
cáncer de pulmón
cáncer de cérvix
cáncer de teta.
Bentido Satanás que estás en el cielo.
Pablo Hasel sodo
mi-
zado
en la cárcel
y tú en tu casa.
Cuando el orto de tu vecino veas
follar
pon el tuyo a lubricar.
Duelen las manos y
no hay tiempo para correr.
La playa queda siempre muy lejos
y no fuimos nunca a natación.
Preferíamos mirar sus culos
que apuntarnos a kárate
y no aprendimos a defendernos.
Marcharon haciendo blitzkrieg
sobre los supermercados,
compraron rollos de papel higiénico de seda y harina de masa madre
para hacer su mierda de pan,
hacer pan está de moda,
y hacer pasta integral,
hasta agotar
todas las putas harinas
y la vieja y el negro que
piden en la puerta
se pelearon por tu moneda,
solidaridad,
de cinco céntimos.
Satanás que estás en los cielos.
Duelen las manos y
no hay tiempo para correr.
La playa queda siempre muy lejos
y no fuimos nunca a natación. madridsatanas5
Tengo esa puta sensación
de llegar siempre tarde a
todo.
Aunque el tiempo no pasa
ni para atrás ni adelante
en estas calles.
Sigue parado contigo desde hace
siglos
sin intención de arrancar.
Volvimos a seguir nuestras huellas
que no llevaban hasta donde creíamos,
nos vendieron las mismas motos averiadas
y las familias se fueron muriendo,
una escabechina sin fin
que terminará contigo
ardiendo
en un horno al lado de
la M-30.
Duelen las manos y
no hay tiempo para correr.
La playa queda siempre muy lejos
y no fuimos nunca a natación.
Bendito Satanás Madrid
que estás en los sucios cielos.


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