Pesca con muerte (Chomolungma)

Escrito por Bonifacio Singh el .

anatoli1

Madrid. Escucho en la radio un anuncio de Securitas Direct. Un tipo de dice a su mujer que a su cuñado le “han entrado en casa” durante el fin de semana que se han ido a La Manga del Mar Menor, y que se han quedado dentro. Que incluso han adoptado al gato que ya no les reconoce. Miro en internet y leo frases de Paulo Coelho, y veo fotos de comida que colgáis. Y paseo de arriba a abajo por Madrid cuyo suelo ya comienza a arder. Sopla un viento todavía algo fresco y seco. Y me acuerdo de aquella remontada al Rijeka en la que tirábamos cosas al campo e insultábamos al extremo Dejan Desnica, pero no nos escuchaba porque era sordo. Butragueño se tiró en el area, pitaron penalti, remontamos, y expulsaron a Desnica por protestar.

Practicábamos la pesca con muerte. Con mucha muerte. En semana santa íbamos a Vinuesa. Pescábamos en el río, cien o doscientas bogas cada uno que no servían para nada, a cubos. De vez en cuando picaba alguna trucha y la guardábamos, pero las bogas las tirábamos a la basura. Pescábamos una por minuto, grandes y pequeñas. Eran blanquecinas, puras, pero no sabían a nada, y las tirábamos a la basura. Odíabamos las procesiones, porque cuando anatoli12queríamos salir de los pueblos el tráfico estaba cortado, el sagrado corte de tráfico aquel, y no te dejaban moverte hasta que la puta cosa religiosa no terminara. Antes de viajar en coche por aquellas carreteras y caminos despoblados mi padre pudo ir a su pueblo en Vespa. Después compró el primer Seiscientos. Luego un Symca 1000, en el que dicen los de la canción que se follaba con dificultad. Viajábamos hasta Galicia atravesando El Padornelo y La Canda, y los recuerdo siempre incendiados o siempre lloviendo a mares. Un año viajamos con la familia de un amigo de mi padre. Íbamos a la playa pero este hombre, Pepo, nunca se bañaba, no tenía bañador. Se marchaba a pescar, con muerte, con mucha muerte, pescaba en Cabo Silleiro con caña o en Ramallosa centollos con reteles. Enormes centollos. Y no tenía bañador, le aburrían la playa y los bañistas. Le gustaba beber ribeiro con los marineros en los bares. Había trabajado de camionero y de casquero. Nos contaba sus peleas a puñetazos en los bares de carretera. Tenía un brazo como los dos míos. Mi madre caminaba un día por la calle y vio un tumulto. Un gentío rodeaba a alguien que se retorcía en el suelo con un ataque, moribundo. Era él. Mi madre lo vio morir. Hasta los más fuertes se muere. Mi padre había leído en un periódico usado algo sobre el monte de Santa Tecla, y lo primero que hicimos la primera vez que visitamos aquel país salvaje fue ir hacia el sur hasta la frontera y subir al monte y ver los putos petroglifos, que él no sabía lo que eran pero que le encantaba no sabía por qué. Viajábamos en aquellos destartalados coches sin cinturones de seguridad ni retrovisores y cuando había mucha nieve en los puertos poníamos las cadenas y los subíamos patinando, haciendo eses, hasta que la nieve era tan alta que no nos dejaba pasar, y entonces nos dábamos la vuelta de mal humor.

En el segundo B, al lado de mi casa, vívía Adelita con su padre. Casi he olvidado sus caras, las ha borrado el tiempo. Él se parecía a Alfonso del Real, el actor, que también vivía en mi barrio. Mis dos vecinos creo que ya están muertos. De buenas a primeras dijeron que se cambiaban de casa. Era el final de los años setenta, Y llegó mi vecina. Era enfermera. Era algo más joven que mis padres. Estaba sola. Compró la casa. Trabajaba en La Paz, el hospital de toda la vida.Era extremeña. Vivía en una misteriosa soledad. Tomaba el sol en bikini en la azotea de la casa, se achicharraba allí. Tenía un amante que se llamaba Julio y mis padre le llamaban, algo despectivamente, Julito. Se escuchaba abrir y cerrar el cerrojo de su puerta de madrugada, cuando él se marchaba de su cama. Estaba muy mal visto aquello. Pero se veía que ella era activa sexualmente hablando. Tenía mi vecina un hermano y una hermana, pero nunca aparecían por mi barrio. Sólo la vistiba, de vez en cuando, su madre, que era un poco arpía. También algún sobrino. Una vez la visitó un sobrino, que era militar, se fue a un puticlub y le dieron burundanba. Despertó bajo la lluvia en un descampado de Pittis, lo habían abandonado sus captores. Él no conocía la ciudad y atravesó caminando el extraño paisaje de Madrid. Vio una comisaría y entró. Les contó la historia. Se rieron de él. Redactaron un atestado que él me dejó leer, el policía escribía, como al dictado: “escuchó voces en el duermevela que identificaba como de musulmanes”. Los hijos de puta de la policía, que no le dieron ni un vaso de agua, pidió agua y le dijeron que bebiera del grifo de los servicios del bar de enfrente. Llegó a casa empapado y aún bajo los efectos de la droga, me lo encontré y lo llevé al hospital. Finalmente él no denunció nada, por vergüenza y miedo. Era, es, un tío bragado que ha estado en cinco misiones en Afganistán y Bosnia, un hombre que ha visitado burdeles en tayikistán y fornicado con pranatoli3ostitutas rusas y kazajas, pero le dieron burundanga en Madrid y le quitaron los cincuenta Euros que llevaba, el DNI y un billete de metro con aún cinco viajes sin usar. La madre del sobrino de mi vecina murió de cirrosis, la trataban como a la borracha del pueblo, y su padre de cáncer de pulmón, como el mío, hace tres o cuatro meses. Mi vecina siguió trabajando en La Paz. Curioso nombre La Paz para un sitio tan lleno de sufrimiento y muerte. Mi vecina apenas compraba comida, sábanas, productos de limpieza o de higiene personal, porque todo lo traía de sobrantes de La Paz. Me enteré que había estado casada, que su marido murió un mes después de la boda en un accidente de moto. Me quedé flipado con la historia. Mi vecina siempre me decía que la vida para ella era un río de lágrimas. Me lo decía así, sin anestesiar y en crudo, cuando me enseñó la radiografía de mi padre en la que se veía que tenía un tumor en el pulmón izquierdo del tamaño de una manzana, la había conseguido sacar de La Paz y me la enseñó para que me enterara de por qué tosía tanto mi padre y para que anestesiara el susto que se iba a llevar mi madre al saberlo. Tuve que sentarme para no caerme redondo al ver la fotografía en blanco y negro de aquel enorme tumor. Mi vecina contrajo una enfermedad rara, una especie de tic facial que le impedía abrir casi los ojos. Su médico le hizo firmar consentimientos variados para un tratamiento, experimental en aquellos años, a base de toxina botulímica. Utilizaron a mi vecina como conejillo de indias con la toxina, y dio resultados, se inyectaba la cosa cada tres meses y su tic facial desaparecía por arte de magia. Como mi vecina no murió ni mutó en algún otro ser no humano, los médicos se dieron cuenta de que aquella sustancia engendro valía para aplicarla a personas y estirarlas la cara, y entonces eufemísticamente comenzaron a llamar Botox a aquello. La toxina. Y el tiempo pasó y como ya dije el hermano de mi vecina desarrolló un cáncer de pulmón y ella se jubiló de La Paz y se marchó a Alicante a atenderle. Era un hombre muy callado. Agonizó cinco años con su hermana al lado. Ellos y yo sabíamos que él iba a morirse y que cuanto más durara lo haría con mayor dolor. Mi padre murió el cabronazo de él muy rápido, en apenas dos meses se lo comió el cáncer y además la palmó sentado en una silla mientras desayunaba, se le paró el corazón por la presión del tumorazo. Cabronazo, me acuerdo y te echo de menos todos los días de mi vida, desde que me levanto hasta que me acuesto, vives en mí como un parásito y escucho tu voz, y te llevo en el asiento del copiloto echándome la bronca mientras conduzco, y ves por mis ojos. Y murió el hermano de mi vecina y ella se quedó a vivir en Alicante junto a sus sobrinos. El segundo B permanecía vacío. Su hermana empezó a venir de pascuas a ramos, para traer al médico a su marido y para ver musicales en la Gran Vía. Ponían la tele a tope porque él está un poco sordo, se escuchaba a través del tabique. Mi vecina una vez se compró un reloj de cuco, que también se oía desde mi casa, para que la hiciera compañía. Tocaba todas las horas, las medias, los cuartos y los menos cuartos, con un cucú cucú muy insoportable. Pensé incluso en colarme en su casa y joder el reloj. Pero el tiempo lo estropeó o se estropeó solo antes de que yo lo saboteara. Murió el hermano de mi vecina y ella nos llama por teléfono y nos dice que nos quiere, que somos como su familia, pero nunca ha vuelto por su casa. Su hermana vino hace poco y nos contó que tenía miedo de que entraran ocupas en la casa, que no paraba de escuchar noticias. Los anuncios de Securitas Direct acaban haciendo mella en las mentes pueblerinas. Yo la conté que en este barrio no hay okupas, que hay muy contados casos porque aquí no se llama a la policía, sino que se les echa a hostias, y eso retrae de ocupar. Que es más peligroso meter inquilinos, que te dejan en w.c siempre con olor a mierda cuando se van. Pero creo que ella no me creyó y van a alquilar el piso. Se despidieron de nosotros. Mi madre les dijo por lo bajini que les aconsejaba que mejor que no metieran en la casa moros ni dominicanos, que chinos quizás que sí, aunque que mejor españoles. Vino a recogerles su hijo en un coche y me contó que le daba miedo entrar en Madrid por si le multaban, que no sabía dónde aparcar. Mi vecina nos sigue llamando, cada vez menos, y nos repite una y otra vez que somos como su familia, pero sospecho que no volveremos a vernos nunca. La radiografía de mi padre y aquel tumor como una manzana golden.

Todas las navidades llegaba un sobre de esa gente que pinta christmas, o como se diga, con los pies. Venían sin franquear, los dejaba en el buzón un tipo al que pagaban por la entrega. El cartero de los que pintan con los pies. Luego, tas pasar las fiestas, se pasaban a o bien recoger el sobre entero o a cobrar por las tarjetas postales utilizadas. Como el sobre había ido a la basura o no lo encontrabas por ninguna parte, y quedaba feo apropiarse de cosas de gente que no tenía manos y que tenía que ganarse la vida pintando con los pies, pagabas y santas pascuas. Al año siguiente volvían. Y al otro. La misma operación. anatoli4Mi vecina siempre les compraba los christmas aunque no tenía a quién enviárselos, y mi madre también, y muchos más. Un año dieron trabajo de entrega y recogida a un amigo mío del colegio. Al tío se le daba bien. Nos contaba que si alguien se le resistía le decía que su hermano no tenía manos y que era uno de los que pintaba. Él no tenía más que una hermana, y no era manca, era fea de cojones, pero no manca. El chaval ponía carita de cordero degollado y la gente, por vergüenza, pagaba por aquellas horribles postales. Dentro del sobre venía un panfleto con fotos de un tío que pintaba con los pies, pero nadie nunca supo si era verdad. Luego me fui de vacaciones y se vino un amigo conmigo, mis padres le invitaron a venirse a la playa porque les daba pena, y cuando nos emborrachábamos hasta caer de culo por las noches éste otro amigo se iba a una cabina telefónica de por allí y llamaba a casa del que vendía las postales supuestamente pintadas con los pies, llamaba a las tres de la mañana y aguantaba el chaparrón de insultos sin decir nada. Todas las putas noches. Estas navidades llegaron de nuevo las postales de los mancos. Conseguí ocultarlas antes de que mi madre las viera, porque es muy capaz de pagar por ellas aunque ya no le queda casi nadie vivo a quien mandarlas. Las tiré a la basura. Mi madre ya casi solamente puede escribir a muertos. Cada vez nos quedan menos vivos. A tí, a mi y a los que supuestamente pintan christmas con los pies. Es imposible no querer a algún hijo de puta que otro. Son irresistibles. Son mis hijos de puta, y punto. Unos nacen, otro se hacen. Todos llevamos uno dentro luchando por salir.

Mundo Securitas Direct.
La pesca con muerte da placer.
Mundo Paulo Coelho.
Lecciones de autoayuda.
Cuervo blanco.
Hijos de puta.
unos nacen
otros se hacen.
Imposible no querer
a alguno,
a algún que otro
hijo de puta.
Anatoli Bukréyev dejando morir
a sus clientes
congelados en el Chomolungma.
Eric Clapton se folló a la mujer del gilipollas de George Harrison.anatoli2
Las chicas buenas
me ponen malo.
Desean en el fondo que
se las folle
Giannis Antetokoumnpo,
o mojan las bragas pensando en Don
Draper.
Real Madrid-Rijeka
no parábamos de insultar a
Desnika
pero él era sordomudo
o se lo hacía.
Lo expulsaron por
protestar.
Anatoli murió
poco tiempo después en el
Annapurna aunque
nunca
encontraron su cuerpo.
Petroglifos en Santa Tecla.
Martín y Roque
abriendo el cielo.
La cirrosis te sienta
tan bien.

Mundo Securitas Direct.
La pesca con muerte da placer.
Mundo Paulo Coelho.
Lecciones de autoayuda.
Cuervo blanco.
Está ahí afuera
en las calles.
Pero nunca podrás encontrarlo.
Pelear a puñetazos contra
el viento.
Estrellas fugaces de
papel
pegadas en el techo
es el único cielo
posible.
La fe no mueve montañas,
cuando quise no pude
cuando pude no quise.
Vivir es lo mismo que creer.
Creer es lo mismo que cagar.
Mierda verde.
Silogismo disyuntivo luego
vivir es lo mismo que cagar,
dormir hasta que el agua
cayendo
te deshace.
Vida cisterna.
Eric Clapton se folló a la mujer del gilipollas de George Harrison.
En Seattle llueve
siempre
mierda
día y noche.
Seattle.
Petroglifos en Santa Tecla.
Martín y Roque
abriendo el cielo.
La cirrosis te sienta
tan bien.

Mundo Securitas Direct.
La pesca con muerte da placer.
Mundo Paulo Coelho.
Lecciones de autoayuda.
Mantenerse erguido.
Golpea lo más fuerte que puedas
y después corre como el sucio
viento.
Siempre preparado para
dar una patada en los huevos para que ellos
lleguen hasta el cielo.
O para dar una patada en el coño
que lance hasta las estrellas.
Eric Clapton se folló a la mujer del gilipollas de George Harrison.anatoli5
Bestias con ganas eternas de decir
la última palabra.
Vas a llegar
tarde
como siempre
tarde a tu propio
funeral.
Petroglifos en Santa Tecla.
Martín y Roque
abriendo el cielo.
La cirrosis te sienta
tan bien.

Mundo Securitas Direct.
La pesca con muerte da placer.
Mundo Paulo Coelho.
Lecciones de autoayuda.
Esas calles siempre
van a estar ahí.
Frías y calientes.
Y nunca van a decirte
aunque supliques
por dónde tienes que
ir.
Son ciegas y sordas
esas calles
no te escuchan cuando
gritas que
tienes miedo.
Giannis Antetokoumnpo
follándote el culo.
Don Draper
monjándote las bragas.
Eric Clapton se folló a la mujer del gilipollas de George Harrison.
Anatoli Bukréyev dejándote
morir congelado en.
el Chomolugnma
que arde en
en llamas
congeladas.
Petroglifos en Santa Tecla.
Martín y Roque
abriendo el cielo.
La cirrosis te sienta
tan bien.

¿Acaso no lo sabes? ¿Es que no lo has oído? Madrid es eterno, sus calles lo son, nunca se fatigan ni se cansan. Su entendimiento es inescrutable. Madrid da fuerzas al fatigado y al que no tiene ninguna le aumenta el vigor. Los hombres se fatigan y se cansan, los jóvenes tropiezan y vacilan, pero los que resisten en Madrid renovarán sus fuerzas, remontarán con alas, correrán y no se cansarán, caminarán por Madrid debajo de su tierra tras la muerte, Madrid escucha sus plegarias. Aunque camine hacia ese valle oscuro no vacilaré porque estoy en las entrañas de Madrid y nada me falta. Madrid.

<Para Martín y Roque>


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