Estaciones (Segunda parte)

Escrito por Bonifacio Singh el .

A Bonifacio:

Como dice Bonifacio, ya no somos los mismos, el tiempo pasa para todos, aunque por ti parece que pasa más despacio, sigues ahí , en tu habitación ... es donde te recuerdo... tu habitación , ese lugar en el mundo tan especial para ti y para mí cuando te visitaba, buena música, fotos , pósters , esa perra cariñosa , miles de recuerdos en tan poco espacio, es como tu mente , no es una habitación cualquiera , es " tu habitación "... el sitio de tu recreo...
 
Sin saber el porqué, nos distanciamos en la lejanía, un agujero negro de unos cuantos años, pero muy presente en mi mente a diario ,  
sin estar, estabas...
 
Recorrimos nuestro camino durante ese tiempo, pero como pulgarcito, yo iba dejando miguitas de pan para algún día volver sobre mis pasos, con la absoluta certeza de que así ocurriría.
 
Y como el buen vino, con el paso del tiempo vale más, ese tiempo me sirvió para apreciarte más, ese vacío fue doloroso, pero ahora lo veo como si el destino nos hubiera puesto a prueba, una prueba que él creía que iba a ganar , peo no sabía que estábamos hechos de hierro.
 
P.D. : Tú nunca caminarás sólo.

…………………………………………………………………

Fui al Calderón a ver a los Stones. También fui a Hollywood, y estuve en Niu Yor, y en Madrid te conocí. Y nunca voy a regalarte un Cartier enlazándolo a tu muñeca. Mi bolsillo sólo me ha dejado ver una vez en la vida a sus satánicas majestades. Te eché en falta durante años. Dentro de ese agujero oscuro dio tiempo a que tu padre se fuera por mala suerte, y a que el mío se marchase por tentarla demasiado. Eran tipos duros como el pedernal. Olemos a ellos. Sé que aún le buscas, yo también le busco detrás de cada esquina. Él era más, mucho más grunge que Kurt Cobain. Y no he podido acercarme a Dios en vivo nunca, a nuestro tótem mágico, el que está en todas partes, el señor Zimmerman. Me tengo que conformar con que fluya por nuestra sangre, y con su foto colgada en la pared, ese delgado muro que sólo caerá a base de bombardeos con Napalm cuando yo ya esté muerto. También cuelga todavía allí, con grapas, una foto del “Jinete pálido”, una que me entregaron huérfana de padre una vez, porque uno de nuestros conocidos iba a regalarle un póster de James Dean a una tía y se confundió con el número de la solapa. Menuda sorpresa al abrirlo. Y arriba, encima de esas flores de Van Gogh que para mí siempre son un deseo de trigal con cuervos, está la foto de Voight con Rizzo cojeando por el frío de Nueva York, soñando con trasladarse al calor antinatural de Miami Beach. No me gusta el invierno, pero nunca tengo frío, prefiero el verano, aunque odio los supuestos paraísos tropicales, sólo los soporto un rato, y además nado fatal, soy demasiado de secano. Deberíamos viajar a Nueva York, aunque Manhattan no es nuestra patria tanto como el desolado antiguo Bronx. Cuando me emborraché allí también te eché de menos, porque las borracheras no son las mismas nunca si no estás tú. Nueva York está así vacía, tanto cómo el Bernabéu lo está sin vosotros. Yo soy una fiera más dentro de esa jaula, pero no soy nadie sin tu sombra alargada al lado, sin tus botas, que ya descansan en la basura. Hemos caminado tantas veces tristes por la “senda de los elefantes” de General Perón, y tantas noches has escuchado de mi voz torcida eso de “hace una noche para caminar por Manhattan”….

Tú corrías por la banda haciendo tus regates, yo me dedicaba a parar los de otros, muchas veces a golpes. Tú no lo sabes, pero naciste el día que murió Brian Jones. Se ahogó en la piscina, quién sabe si demasiado triste al encontrarse lejos de su enemigo íntimo Keith. Yo soy de Keith a muerte. Él odiaba a Brian porque éste había dado de hostias a Anita Pallemberg. Deberíamos pasar un verano en Villefranche sur mer, exiliados del ruido, para que fueses capaz de enlazar más de cuatro horas seguidas de sueño. Yo estoy aquí para contarte estas historias que siempre escuchas como en vilo. Estoy para ser tu memoria, vuestra memoria, hasta que me apague. Y si la pierdo alguna vez ya sabes lo que tienes que hacer, no vale la pena cabalgar sin ella, a los caballos salvajes se les pega un tiro y es mejor recordarles vagando por la pradera, no atados. Como cuando caminábamos en círculos por aquel patio y no veíamos el final. Tengo la memoria para recordaros quién fuisteis, quienes fuimos, y la imaginación para proyectarla hacia vosotros, para recordaros con cariño, si te digo que odio siempre te estoy mintiendo, sólo llego hasta la mitad de ese camino por mucho que corra a favor de viento.

Llegué a esa pequeña cárcel para niños y estabas allí. Nunca seremos sus Beast of Burden, nunca les dimos la razón ni se la daremos, ni a hostias, ni les regalamos una sonrisa aunque fuera falsa, les costará sangre intentarlo, hay que caminar con la cabeza alta y sin lloriquear, erguidos, aunque nos duelan los riñones. Sólo tú me has visto derrumbarme y romperme, hay que aguantar la compostura, little brother. No te asustes nunca, aunque sé que eres mucho más valiente y más fuerte que yo. Si tienes miedo y te vale la solución, puedes llamarme a las tantas de la mañana, sabes que me acuesto muy tarde, que soy un gato-perro-murciélago, que me duelen las manos de golpear paredes y puertas, pero creo que hasta después de quedarme sordo conservaré este oído tan asquerosamente fino que no me deja dormir bien, ese que me despierta pero que me protege de emboscadas. Estoy en medio del bosque, y cuando traspase la frontera te esperaré, o si no me apareceré en tus sueños ligeros, como ánima del purgatorio, para que sigas mis huellas, mis miguitas de pan, hacia la nada.

Imprimir