Antártida (El imperio de las ratas)

Escrito por Bonifacio Singh el .

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Madrid. En Madrid cada año hace menos frío. Recuerdo aquel frío antártico. Madrid, océano de asfalto glaciar. Madrid Antártida. Creo que comencé a odiar las navidades, la navidad, la puta mierda de la navidad, muy pronto, a muy muy temprana edad, siendo un niño, un mierda de niño. Descubrí muy temprano también a los reyes magos, putos mentirosos, su verdaderas sucia cara. No me producía ninguna ilusión la mentira que son esos reyezuelos ni el gilipollas de papá Noel, ese invento de la Coca Cola, ese hijoputa de rojo. Que les den. Recuerdo que estaba pensando en clase en ellos y de repente vi la luz y me di cuenta de que no existían, todo era una patraña, y yo un gilipollas visionario prematuro, para mi desgracia. Soy así de imbécil, desde que nací. Durante unos años me estuve haciendo el tonto delante de mis padres para no quitarles la ilusión, los pobres. Mi padre se comía una cabeza de cordero en la cena de nochebuena, y una paletilla del mismo animal. Además, también devoraba dos cajas de langostinos, un filete de emperador del centro del pez, la zona más grande del puto animal marino con cuerno, salmón grasiento noruego, una caja de angulas entera, sesos de cordero, tres o cuatro centollos enormes y varios kilos de percebes y bígaros. Todas esas viandas a mi me repugnaban, me daban asco. Él repetía la operación en nochevieja antes de las uvas, como desafiante ante el hambre en el mundo. El día de reyes comíamos empanada y roscón, en cantidades industriales claro, en casa de mi abuela. La empanada gallega de carne me gustaba, y el roscón también, pero la compañía de la hija de puta de mi tía y de mi desagradable abuela amargaban a cualquiera esos manjares, sus caras de cerdas desagradables junto a la de mi prima, que era una gorda fea fan de Elvis Presley. Qué hijas de puta las tres. Nos odiaban. Las odiábamos. Yo sólo disfrutaba cuando bajábamos caminando por la calle Fuencarral hasta su casa y cuando íbamos en alguna nochevieja a casa de algún amigo de mi padre, aunque aquello fratas2ueron pocas veces, pero tengo esas escenas etílicas y dantescas idealizadas. En casa de sus amigos mis padres se emborrachaban y se convertían en las personas más dulces y graciosas del mundo. El hijo pequeño de ellos y yo aprovechábamos entonces que estaban pedo y apurábamos los culos de los vasos abandonados llenos de bebidas de garrafón. Al poco rato nos sentíamos embriagados e invencibles, y corríamos por los pasillos y gritábamos, golpeábamos las paredes, escupíamos por la ventana y no recuerdo que nadie tuviera resaca al día siguiente. Aquella fue la cara agradable de la navidad, cuando la gente se emborrachaba y tras la careta aparecía la verdadera humanidad, la que se choca con los muebles y las paredes, la que se cae al suelo y a la que le da por reír o llorona, o por mearse en el rellano de la escalera. A mi padre una vez le dio alguna bajona de las lloronas, pude verlo, y era su mejor cara, su cara de hombre borracho era la mejor, aunque esa cara sólo saliera una vez al año, por navidad. Borrachos que vuelven a casa como el puto turrón El Almendro, que es una mierda con sabor a plástico, pero caro. Al resto de la navidad la odiaba, a muerte. Comíamos mierda todo el año y esos días nos gastábamos lo que no teníamos para darnos atracones de mierda que ni siquiera me gustaba. Yo prefiero los chetos al caviar. Y había que visitar por cojones a familiares hijos de puta a los que deseaba la muerte el resto de 365 días. Desde muy pequeño aprendí a desear la muerte a la gente. Todo lo que siempre he odiado en la vida estaba presente durante la puta mierda de la navidad. Incluso el gilipollas de Cristo naciendo para luego dejarse matar, el imbécil. También toda esa gente simulando que sonríe y es feliz sobria, como Jesús siendo crucificado, qué subnormal debió ser Jesucristo. Debe ser horrible cuando la familia lejana que vuelve a casa para que los odies, esos que vuelven a la puta casa de sus padres o abuelos a la fuerza para cagarse dentro y hacerse los buenos. Qué hijos de puta. Luego está también que mi padre agonizó durante unas navidades, un bello recuerdo. Y palmó la semana después de reyes. Me desperté un domingo, nos llamaron por teléfono y dijeron que se había puesto mal, pero sabíamos que se había muerto. Fuimos corriendo en el coche. Me pusieron aquella multa de aparcamiento. No la guardé de recuerdo. Aquellas putas navidades las pasé entre los muertos vivientes del hospital, corriendo por los pasillos con la cena de nochebuena y con las uvas de nochevieja. Y los de seguridad haciendo la vista gorda con los familiares de los prefiambres para que entraran todos a compartir la muerte con los de la planta catorce. Maravillosa navidad de mierda. Mi padre no pudo comerse ni la paletilla cordero ni los langostinos entonces, había adelgazado 17 kilos y no tenía hambre. Mi hermana se echó un novio argentino después de su divorcio. Pasó con él la noche de nochebuena, la de nochevieja y la de reyes. Me preguntó que qué me parecía que no fuera al hospital, yo le dije que hiciera lo que quisiera, "haz lo que te salga del coño" pensaba mientras la miraba con una medio sonrisa complaciente y falsa, que disfrutara de tan entrañables fiestas con el puto argentino. Mi madre y yo las pasamos en compañía de los muertos vivientes, las noches de George A. Romero en un hospital madrileño. Mi padre murió el 11 de enero, nos dio un regalo de reyes estupendo, después de ni probar el roscón. Deberíamos haber guardado aquel roscón en una hurna de cristal.

El imperio de las ratas.
Cama ataúd.
Ataúd cama.
Me acuerdo de ti caminando por los montes
me acuerdo de ti comprando en Mercadona
me acuerdo de ti mientras como y mientras cago
me acuerdo de ti cuando ando por el filo
me acuerdo de ti bebiendo alquitrán
me acuerdo de ti en los mejores momentos y
en los putos peores.
Me acuerdo de ti cuando me asomo a mi jodido
precipicio
hay que resistir
me dices
aún sin esperanza ninguna.
Descansar en la cama ataúdratas3
en el ataúd cama.
Me acuerdo de ti en las encrucijadas
me acuerdo de ti comprando en el Alcampo
me acuerdo de ti robando en Carrefour
me acuerdo de ti caminando por Fuencarral
de la mano,
me acuerdo de ti cuando sueño con
violar
a la dependienta de la tienda
de patatas fritas
esas patatas de bolsa
fritas con freidora.
Disfrutar en la cama ataúd
correrse en el ataúd cama.
Me acuerdo de ti comiendo
esas pipas de Israel sin sal que ella
me vende,
y te recuerdo mientras pelo y corto
para freírlas
esas otras patatas fritas
fritas en sartén
benditas patatas fritas
caseras.
Mi corazón palpita por ti
como ellas
sobre la puta sartén
patatas medio cocidas y medio
quemadas,
churruscadas sólo por
un lado y
mezcladas con
salsa brava
Hacendado que
pica pero
no llega a matar.
Ciudad que sólo amaga
con matar.
Ciudad Alcampo
ciudad Carrefour
ciudad tu puta madre
ciudad de marca blanca.
Cama como un ataúd.
Mi padre amaba la cama.
Ataúd cama.
El imperio de
las ratas.

Hay hombres que no pronuncian la x en las palabras. Son hombres de verdad, hombres old scul. Hombres de otro tiempo que van al bar y se calientan las meninges con cañas de cerveza pis Cruzcampo y coñac sin marca, porque les da igual la marca, el caso es cocerse un poco para olvidar el paso del tiempo diario, ese tiempo que quieres que se acabe pero que no se acabe y que ratas4no hay forma de que se acabe pero que no se acabe. Cuando estos hombres dicen algo sexual lo pronuncian sesual, como debe ser. Hombres que sólo practican seso muy de vez en cuando y que el feminismo le suena a mierda cagada a pulso. Que regresan a casa medio cocidos a esperar el alzheimer o el cáncer con la dignidad que pueden o les dejan. Son hombres que te hacen sentir seguro. Hombres que en realidad están lejos aunque sólo me separa de ellos un metro en la barra. Hombres que me hacen caer sobre la lona cuando me entero que éste o aquel se murieron antes de ayer. Como Pepo, que se llamaba José, el amigo de mi padre. Mi madre vio un tumulto en la calle, en una esquina. Se acercó a cotillear y vio que un hombre yacía en el suelo con retorciéndose. Era él. En unos segundos dejó de moverse. Su hijo llegó, reconoció a mi madre, totalmente irreconocible por el paso del tiempo, y se abrazó a ella como si fuera su madre. Su padre había sido camionero, casquero y matarife en la plaza de las Ventas. Era un hombre fuerte, invencible. Nos contaba las peleas que tenía en los bares cuando era camionero. Una noche se peleó con un tipo de mi barrio al que llamaban el gitano. Cuando iba a pisarle el cuello la mujer del gitano lo agarró por el cuello y el susodicho gitano, que era panadero en realidad y de gitano no tenía nada, se levantó, le puso un ojo morado a traición y escapó corriendo dejándole en el suelo agilipollado. El gitano era buena gente, también, sí que lo era, bocazas, pero buena gente. Sus hijos eran buena gente y su mujer también. Y Pepo era muy muy buena gente. Le gustaba ir al campo con mi padre a sitios donde no había nadie, pescaban en ríos donde estaba prohibido, esquilmaban la fauna piscícola sin miramiento e incluso sobornaban a los guardas de ICONA. Se reían mucho puteándoles. Qué oficio más cabrón debía ser el de guarda de ICONA. Recuerdo un refugio de ICONA al que le habían pintado un palo sobre la letra ene para que fuera eñe. Los guardas de ICONA eran guardas de coña. Qué chiste más fácil. Mi padre y Pepo les regalaban botellas para que hicieran la vista gorda. Mi padre y su amigo provocaron la extinción de especies y de paso el cambio climático con el tubo de escape de sus coches. El cambio climático es maravilloso, se gasta menos en calefacción y dentro de poco la playa llegará hasta las afueras de Madrid. Barcelona quedará inundada y se ahogarán todos los catalanes, y cuando naden hasta la orilla les pisaremos la mano cantándoles "puta el Barça y puta Cataluña".

Ciudad silenciosa
con olor a desodorante
barato.
Ciudad de marca blanca.
Ciudad Hacendado.
Ciudad todo a cien.
Ciudad orgullosa
y arrogante.
Soy de Burger King
de Mercadona
de Samsung, de
Alcampo
y del Real Madrid.
Antártida
La Antartida
allí a lo lejos
puede que no existaratas5
la puta Antártida
que sea una gran
mentira
ecologista.
Esa gran masa de
mierda helada
tan helada como
tu coño.
Lo único que tengo claro en
este mundo es que
Isco Alarcón es un
hijo de puta
patizambo.
Antártida es
el nuevo helado de Hacendado.
En Mercadona venden
epidemias de
tristeza
a causa de
la Presión intestinal
colectiva.
Ciudad anciana,
de ancianos
preocupados
por la defecación.
Rugir de aceras
y de anos
ronquidos y rechineo
bruxista
nocturno
ciudad ensordecedora
y silenciosa.
Partido Bruxista
Fascista Leninista
ganará las elecciones.
Nos haremos camisas pardas
saldremos a romper
cuellos y cristales
a quemar sinagogas ecologistas
y de paso el parlamento.
Derritamosla
a la puta Antártida
y
que las playas
lleguen hasta
la puerta
de mi casa.

En la puerta de enfrente de mi piso, el 2ºA, vivía una familia que se habían convertido en testigos de Jehová. La gente los trataba con desprecio. Mi madre hacía comentarios despectivos sobre ellos. Sus correligionarios te paraban por la calle para preguntarte por tu vida espiritual e intentaban colocarte la “Revista atalalla”. A mí me caían simpáticos. Mi amigo Rafa tenía un antiguo compañero que era testigo, y se dedicaba a llamarle desde cabinas telefónicas de madrugada y a gritar cuando cogían el teléfono: “¿TESTÍCULOS DE JEHOVÁ?”. Rafa siempre fue bastante bocazas y cobarde. Mis vecinos de enfrente eran gallegos. Gallegos testigos de Jehová. Tuvieron cinco hijos. Eran pobres, pero amables, siempre muy amables. La vecina de abajo, una bruja hija de puta, los acusaba, sin fundamento, de tirarle cosas por la ventana al patio interior, incluso de lanzar compresas usadas. Una mentira, porque creo que nunca pudieron usar más que trapos para contener el periodo, eran pobres. Los hermanos ratas6hombres testigos de Jehová eran gente simpática. Un día uno de ellos intentó pegar a la vecina de abajo que había insultado a su pobre madre. Creo que ese hermano dejó de poner la otra mejilla y abjuró de su religión, apostató de la testiguez de Jehová. Mi madre seguía mirándoles con cierto desprecio. Cuando se jubilaron, los padres testigos se marcharon a vivir al Sur, a que les diera el sol de Jehová. Venían de vez en cuando. Él siempre me sonreía. Una vez me lo encontré en el portal y se despidió de mí, me dijo que no sabía cuando volvería. El hombre parecía un roble, un roble de Jehová, pero me enteré que unos meses después le pegó en toda la sesera un ictus, que le paralizó medio cuerpo. Sobrevivió unos años postrado, y no lo volví a ver. Sus hijos continuaban viniendo a la casa de Jehová. Gente buena y simpática. Siempre. El padre murió el año pasado. Mi madre les dio el pésame, pero al volver a casa recordó, una vez más, el temita de la conversión en testigos, con un aire de superioridad algo asqueroso, sólo porque ella es pagana cristiana, de esos sin fe que van a misa a cantar las alabanzas al Dios católico, ese hijo de puta. Los hermanos testigos no se pusieron de acuerdo en el reparto de la finca, y la pusieron en venta. Vinieron a despedirse de nosotros. Fue triste. Eran muy muy buena gente. Aún conservaban cierto acento gallego, pura herencia rancia. Le dijeron a mi madre que si le dejaban una llave para echarle un vistazo al piso cuando vinieran los hijoputas de Tecnocasa a enseñar el piso, pero mi madre se negó a ello con cierto aire de ancianita buena pero cabrona en el fondo. Luego cerró la puerta y siguió con los comentarios despectivos sobre el testiguismo blasfemo de Jehová. Los cabrones de Tecnocasa han comenzado a venir con compradores, al calor de la nueva burbuja inmobiliaria. Siempre dejan la puerta del portal abierta, y he tenido que decirle unas palabras a uno de sus agentes vendedores, un ruso, porque me estaba tocando los cojones con ello. Los testigos de Jehová se riendieron finalmente al tiempo, a la historia, al ateísmo inmobiliario y a los hijos de puta de Tecnocasa. Sí, sois unos hijos de puta los de Tecnocasa. Los testigos de Jehová no podían hacerse transfusiones de sangre. Eran como un poco marginados. ¿Quién coño es el cabrón de Jehová? Debe ser un primo hermano de Cristo, putativo, y de Alah el decapitador. Eran buena gente. Os echo de menos, testigos.

ratas7Salen cien mil millones de libros, de películas, de artículos de prensa, sobre el rechazo a la violencia, contra el calentamiento global, contra el racismo, el machismo y contra la xenofobia. Todo el mundo da a la tecla de “me gusta”. Pero como nadie lee ni nadie va al cine, pues eso. La gente sonríe, se ríe, y se afilia a todas estas causas solidarias. Y los artículos, en forma de papel o de coltán caducado, mueren sin uso, en las alcantarillas, comidos por las ratas. El imperio de las ratas, capital Madrid. Madrid capital del imperio de las ratas. Patear las calles de Madrid durante días, semanas, meses, años, lustros y décadas. Vivir como si tuvieras un cáncer terminal durante décadas, caminando como si no tuvieras nada que perder y el tiempo cabrón, el viento sucio y la lluvia casi siempre ácida te acompañaran desde el coño de tu madre hasta la tumba helada de Madrid Antártida.



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