2099, año cero

Escrito por Ágata G. Bové el .

cero1

14 de septiembre, diez de la mañana. El helicóptero de la policía sobrevolaba la manifestación para medir la afluencia y todas corearon al unísono, de forma atronadora y provocadora: “ito, ito, ito, que se caiga el pajarito”. La siniestra ave se alejó y todas, a coro, continuaron cantando el himno del movimiento ecolofeminista universal. "Ai biliv in eingelsssssssssss, ai jav a drimmmmm", resonaban las calles. Estaba claro que había superado con creces el millón de personas, las calles estaban abarrotadas, rugientes. A la cabeza, portando la pancarta que rezaba “TODAS CON RAMONA” y chillando de forma colérica, iba la activista gitana Susana Jiménez, que había invitado a Conchi a marchar junto a ella. Llegaron lentamente a la plaza. Susana subió al escenario y lanzó su perorata habitual ecolofeminista contra los demonios del patriarcado contaminador denunciando el asesinato de Ramona Kellerman. El cuerpo de la activista había aparecido en un descampado a las afueras de la ciudad. Los disturbios se habían sucedido desde entonces en protesta por lo que las feministas afirmaban era un asesinato perpetrado por el aparato estatal machirulo.

cero2Terminó el emocionante acto. Conchi estaba eufórica. Caminó hasta el aparcamiento donde tenía estacionado su Cayenne Turboeléctrico, iba como flotando en una nube, incluso excitada. Susana la acompañó hasta la puerta y para despedirse intentó besarla en la boca, pero Conchi le hizo la cobra con cara de asco. Pisó a fondo el acelerador hasta salir de la ciudad infestada de mujeres, después cogió la autopista y llegó a la circunvalación. Se desvió en la segunda salida y llegó a la barrera de entrada de la urbanización. El guarda la identificó y abrió. Las onduladas calles del interior estaban tan desérticas como de costumbre. Aparcó en el sótano y pudo ver que el Mercedes que solía utilizar David estaba aparcado. Eso la excitó. Subió corriendo las escaleras hasta el tercer piso y abrió el dormitorio de su marido sin llamar. Él estaba en la ducha. Ella se desnudó apresuradamente y entró en la ducha. David puso cara de asustado.

-Hola guapo, ¿te alegras de verme?
-ho, ho ho... hola Conchi. Pensé que hoy dormirías en el centro.
-No, la ciudad estaba insoportable. David, estoy muy excitada....

Le echó mano al pene, pero estaba flácido. David se apartaba, pero ella comenzó a frotarlo y frotarlo.

-Ven aquí, anda, guapo, que tengo ganas.
-Conchi, no, estoy muy cansado, no creo que consiga una erección.
-Está bien, pero no podrás negarte a....

Conchi lo sacó del baño hasta la cama. Abrió un cajón y sacó un vibrador gordo y negro. Se tumbó y se lo metió en la vagina. Lo puso a máxima velocidad. Estaba muy lubricada desde la manifestación, habían sido emociones fuertes. Comenzó a tocarse el clítoris mientras el dildo hacía su trabajo dentro. David contemplaba todo como asustado. Entonces lo llamó a capítulo.

-Venga, vamos, es tu turno, cariño.
-Conchi, de verdad, que vamos a mancharlo todo.
-Te digo que lo hagas. Luego llamamos a Ricarda y que se lleve las sábanas, que para eso la pagamos.
-Está bien.

Entonces David se subió a la cama y se puso en cuclillas sobre la cara de Conchi. Comenzó a apretar pero ella lo apartó de un manotazo que lo tiró de la cama. Se dio un golpazo contra el suelo.

-DAVID, MIRA QUE TE LO TENGO DICHO.
-Pero qué pasa ahora.
-MIRA QUE TE LO TENGO DICHO. Te huele el ano a cloro.
-Conchi, no, no es lo que parece.
-Te lo he dicho mil veces, que no me importa que seas guei. Pero que en la sauna te contagiaron el SIDA, joder.
-No he estado en la sauna, Conchi, te lo juro, que he estado nadando en la piscina. De verdad Conchi....
-No sé si creerte.

La discusión bizantina continuó unos minutos, y fue creciendo, sobretodo el tono de Conchi y sus circunloquios hacia ninguna conclusión. David puso su cara de salvapantallas, la cara de escuchar sin escuchar. se fue vistiendo a la carrera, tropezándose, a trompicones. La interrumpió mientras se calzaba.

-Conchi, todo lo que dices es cierto, pero acabo de recordar que tengo algo urgente que hacer en el centro. Volveré la semana que viene.
-O sea, que yo me quedo aquí otra vez con los niños y tú te vas de picos pardos.
-Conchi, Alejandra está en Irlanda en el internado, y de Daniela ya se ocupa Ricarda.
-¿Y de mi calentón quién se ocupa?
-Llama a Pelayo, por mí no hay problema, ya sabes.

David puso pies en polvorosa mientras escuchaba cómo continuaba de fondo la diatriba de Conchi. De fondo. Gritos. De fondo. Gritos de fondo, hasta que llegó al garaje. Eligió el BMW Turboeléctrico y se sumergió en la conducción. Puso música a todo volumen y apretó el acelerador. Salió por la barrera de la urbanización a toda prisa hasta la circunvalación, donde pisó a fondo y puso el coche casi a ciento noventa. Se saltó el primer radar y le dio morbo pensar que le habían puesto la decimocuarta multa del mes. Luego salió a la autopista y de un tirón hasta el centro. El tráfico en la almendra central era muy fluido desde que los ecologistas sólo permitían circular a coches eléctricos de residentes. Allí ya casi no vivía nadie, más que los ricos y los guapos. Él tenía tres o cuatro pisos difuminados por la ciudad para cuando le apeteciera quedarse en una zona.

Acero4parcó en su plaza de garaje bajo el rascacielos de su apartamento. Tomó el ascensor y se apeó en el piso treinta y uno. Abrió la puerta y allí le esperaba Vicente. Moreno maduro, guapo, con una barbita morena impecable. Le saludó con un beso con lengua.

-Bueno, David, estarás preparado. Yo estoy muy nervioso.
-He discutido con Conchi y tengo la cabeza como un biombo. Pero la ilusión de ésto lo compensa todo.

David y Vicente compartían la mayoría de su tiempo. Ambos estaban casados, pero hacían más vida en común que con sus esposas. David tenía dos hijos con Conchi, pero Vicen había conseguido no embarazar a Marga con excusas peregrinas. Se habían conocido estudiando odontología, fue amor a primera vista. Llevaban catorce años siendo pareja abierta. Ahora iban a dar un paso más. Habían adoptado una niña china, que llegaría al aeropuerto aquella tarde. Se llamaba Mei.

Hicieron el amor de forma apasionada hasta que dieron las siete de la tarde, el vuelo llegaba a las ocho y diez. Cogieron el coche hasta el aeropuerto con la ilusión de un par de padres primerizos. En las puertas de salida esperaron impacientes. Empezaron a salir chinos por la puerta, el avión sin duda había llegado. Los de la agencia de adopción les habían dicho que se pusieran un cartel con la inscripción “JI-CHUAN”. Por la puerta salió una china de edad indeterminada acompañada por un chino mal encarado que se dirigieron hacia ellos. El hombre, con un rostro amarillo y seriamente inexpresivo, les espetó:

-Aquí la tienen. Filmen este papel y es suya.
-¿Dónde está la niña?
-Aquí la tienen. Es suya -insistió el chino señalando a la muchacha.
-Pero qué dice, estamos esperando un bebé.
-Aquí la tienen. Hablen agencia. Yo tengo marchar. Es suya.
-Pero oiga, no nos tome el pelo.

Vicente intentó agarrar al tipo por la chaqueta, pero este se zafó y salió a toda velocidad hacia la puerta de salida. Despareció entre el gentío. Intentaron comunicarse con la mujer, pero no sabía ni una palabra de cristiano. Llegó un policía. Les dijo que no podían continuar con aquel escándalo. Llamaron a la agencia de adopción. Una mujer con acento chino les dijo que aquella era Mei.

-Señorita, no me tome el pelo. Hemos pagado medio millón de Euros por una niña china.
-Y tienen niña china. Es suya.
-Esto no es una niña, debe tener unos veinticinco años.
-Es niña. Nosotlos solo intermediarios. Les prometieron niña y tienen niña de China.
-LE REPITO QUE ESTO NO ES UNA NIÑA, ES UNA MUJER HECHA Y DERECHA, Y CREO QUE ME QUEDO CORTO CON LA EDAD.
-No glite. Es suya.

En un momento dado en que David y Vicente gritaban al auricular la otra persona colgó. Volvieron a marcar el teléfono, pero ya nadie lo cogía en la agencia. Un policía les dijo que no podían quedarse discutiendo a voces allí. Cogieron a Mei de la manga y se fueron al aparcamiento a por el coche. Tomaron rumbo al piso de nuevo. Se voceaban el uno al otro echándose la culpa mientras Mei miraba por la ventanilla.

-Ha sido culpa tuya, Vicente, fue tu idea lo de ser padres, perpetuar la especie.
-Tú dijiste que te gustaba la idea, gallina clueca.
-¿Ahora qué hacemos con ésta?
-Estoy mirando los putos papeles y dice claramente que es hija nuestra a todos los efectos. Mei se llama ahora Mei Osorio Gil de Viedma, encima yo soy la madre según ésto, tócate los cataplines, joder.
-Vaya boca de cloaca tienes, no me gustas nada cuando te pones así.

Llegaron al piso. Pidieron sushi para cenar. Mei lo miró con cara de asco. No debían gustarle los japoneses. No sabían qué hacer, así que la encerraron en una habitación hasta que decidieran cuál era la mejor solución. A Vicente se le encendió una bombilla.

cero5-Mira, David, se me ocurre una cosa. ¿Y si la dejamos embarazada?
-Pero tío, estás loco.
-Que sí. Mira, ya que es nuestra, pues la inseminamos y la usamos de viente de alquiler. Luego podemos ponerla a trabajar en un restaurante o una peluquería. O yo qué sé, la vendemos.
-No me veo yo haciendo el amor con una china, ya me cuesta Dios y ayuda hacerlo con Conchi.
-Con una Viagra y mucha imaginación seguro que se puede. Sí, se puede. Podemos.Unidas Podemos.

David accedió a regañadientes. El plan era conseguir preñarla. Se repartieron turnos eyaculatorios. La dejaron encerrada en la habitación atada a la cama con las piernas abiertas para facilitar la penetración. Fueron semanas de Viagra y cansancio escrotal. Polvo tras polvo se les iba la vida. A los treinta días de aquel maratón se dieron cuenta de que no la había venido el periodo. Se abrazaron y volvió la ilusión, lo habían conseguido. La estrafalaria idea de Vicente parecía que había dado genialmente frutos. Concertaron una cita con Juan Verans, un amigo ginecólogo con el que podían ser sinceros. Juan era también homosexual y padre de familia, de tres hijos. Y por un dinero les atendería el parto o lo que fuera. Acudieron a la consulta y Juan la examinó.

-Las noticias no son buenas. No está embarazada.
-Pero.... bueno, habrá que seguir intentándolo.
-Pues lo lleváis un poco crudo, David. El caso es que esta mujer debe tener unos cincuenta años, y ya ha tenido la menopausia.
-Eso no puede ser. Si aparenta treinta.
-Las orientales engañan mucho. Atiendo habitualmente a las chinas esclavas de un burdel del centro y ninguna baja de los cuarenta, pero las hacen pasar fácilmente por chicas de veinte o treinta. Las orientales cuando cumplen los quince parece que se para el tiempo para ellas hasta los setenta aproximadamente. Pero por fuera, por dentro están muy podridas, os lo aseguro. Las empresas de cátering chinas no las queiren ni para picadillo de ternera.
-Pues ahora a ver qué hacemos.
-Chicos, esta mujer tiene difícil salida. No es el primer caso de timo con las adopciones. Lo que se puede hacer es practicarle la eutanasia ahora aquí mismo. Será indoloro, estad tranquilos. Luego el cuerpo lo recoge una gente que lo disuelven la carne con un ácido y venden el esqueleto y todo ésto, los esqueletos valen una pasta, es otra forma de darles salida a esta chicas cuando se retiran o se ponen enfermas.
-ufff, muchas gracias Juan, qué peso nos quitas de encima.

Vieron con alivio cómo la chica se iba quedando dormida, para siempre. Verans les entregó un acta de defunción, firmaron unos papeles y salieron aliviados. Volvieron a casa. Se abrazaron nada más entrar por la puerta y lloraron. Después hicieron el amor. Durmieron a pierna suelta. Por la mañana se despidieron. David había prometido a Conchi que se irían un fin de semana a Estambul, para limar asperezas matrimoniales.

cero6Habían quedado en el aeropuerto, junto al embarque. Conchi lo esperaba embutida en un vestido carísimo de Gucci color beige. Estaba radiante. Y amable. Le saludó con un beso en la boca. David contuvo el asco que le producía besar a mujeres. El viaje no iba a estar mal. Facturaron el equipaje. Se sentaron en un restaurante de sushi de la terminal hasta que llegó la hora subir al avión. Se dirigieron a la entrada VIP. David entregó su pasaporte a la azafata de tierra y esperó junto al túnel que llevaba al avión a que Conchi entrara. Pero no venía, se debía haber quedado atrás. Siempre hacía lo mismo, siempre había que esperarla. Que le den, pensó, y siguió hacia el avión. Se sentó a esperarla en su enorme asiento bisnes. Entró casi todo el pasaje, pero de Conchi ni rastro. ¿Qué sucedía? Se estaba cabreando, mucho. Despegue, sin Conchi. Por otra parte, mejor, llamaría a Vicente al llegar y éste cogería el primer vuelo para encontrarse con él, al cuerno su mujer paripé. Se tomó tres gintonics y una lorazepam y durmió como un angelito hasta que le despertó el aterrizaje. Salió por la puerta entre turistas rumbo a la recogida de maletas. La suya salió la última junto con la de Conchi, cuando ya casi todo el mundo se había marchado, tres cuartos de hora más tarde. Estaba harto. Bajó las dos Samsonite rojas idénticas de la cinta transportadora y entonces dos enormes policías se echaron sobre él inmobilizándolo. Lo condujeron a rastras hasta una salida donde lo esposaron a un radiador y, delante de él abrieron las maletas. En una de ellas solamente había dos fardos sellados con cinta de embalar. Dos kilos de cocaína.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

9 de agosto, diez de la noche. Ramona Kellerman y Susana Jiménez hacen el amor en su Mercedes Turboeléctrico.

-Vamos, hazlo, Susi, hazlo. Te quiero Susi, vamos. Házmelo.
-No sé si voy a poder, lo intentaré. Me gusta tanto ver tu cara de placer.

Pusieron el asiento en posición horizontal y Susana se colocó en cuclillas sobre la cara de Ramona. Comezó a apretar, pero estaba muy estreñida a causa de su dieta exclusiva de sushi durante semanas. Apretó y apretó, y por fin lo consiguió, salió aquel pedrusco, que cayó sobre el boca de Ramona introduciéndose a causa de la gravedad y la densidad de un golpe hasta la garganta. Ramona comenzó a carraspear. Se levantó de un salto y tiró a Susana hacia un lado. No podía respirar, se ahogaba. Susana la intentó ayudar, pero aquella masa la obstruía las vías respiratorias, se estaba poniendo azul. Ramona boqueó por última vez y cayó como un fardo sobre el asiento. El corazón dejó de latirle. Susana estaba muy asustada. Entonces agarró con todas sus fuerzas el cuerpo desnudo de Ramona y lo arrastró, no son dificultad a causa de sus noventa kilos, fuera del vehículo. En el descampado junto a la autopista no había por supuesto nadie. Dejó el cuerpo, arrancó el coche y pisó el acelerador a fondo.


Imprimir