Sudáfrica: xenofobia no, violencia

Escrito por Benny del Paso el .

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Si la lista de factores que se están dando para explicar el rebrote de ataques xenófobos en Sudáfrica, son los que identifican escenarios en donde la xenofobia emerge, entonces preparémonos. La xenofobia estallará en la puerta trasera de nuestra casa. Comentaristas y responsables políticos sudafricanos repiten que los altos índices de pobreza, de desigualdad, de desempleo, son la mecha que reaviva el fuego de la xenofobia. Siguiendo esta fórmula, la xenofobia emergerá en esos países, regiones, ciudades, barrios, donde pobreza, desigualdad, desempleo y líderes sociales populistas abundan.

En Namibia con un pasado colonial parecido al sudafricano y con similares índices de pobreza, de desigualdad socio-económica y de desempleo, la xenofobia contra el africano no ha emergido. En Kenia los brotes de violencia avivados por las luchas de poder político con tintes de rivalidad étnica, suelen emerger durante las campañas electorales. A la violencia política ataviada con desagravios de raíz étnica, se le une el azote del terrorismo islámico que desde los años 90 acecha el país en la costa oriental africana. Su capital, Nairobi, es una ciudad superpoblada donde se ubica el suburbio de Eastleigh. Barriada que da hospedaje a la mayor concentración de refugiados y de asentamientos xenofobia2ilegales en África, donde la pobreza y el desempleo golpea más fuerte que en cualquier Township sudafricana. A pesar de la presencia de todos esas variables, la xenofobia no ha hecho acto de presencia tampoco en Kenia.

Sí, Sudáfrica está económicamente estancada. Una economía fuertemente ligada a la exportación de materias primas. Sus tres principales socios comerciales China, EEUU y Alemania, están enfangados en guerras comerciales y en amenazas de recesión. No pinta bien el futuro económico de los sudafricanos. La crisis económica ya se nota en las calles del país. El pasado mes de julio, el diario financiero de referencia sudafricano, Business Insider, titulaba uno de sus artículos: “incluso los sudafricanos ricos buscan supermercados donde comprar más barato”. Los precios de la compra no han dejado de subir. Hace un año, el Gobierno elevó considerablemente el impuesto del IVA. El alza del precio de la gasolina provoca un encarecimiento inmediato en la bolsa de la compra, pero cuando su precio baja no se produce el correspondiente abaratamiento de esta. Es difícil mantener una dieta equilibrada en un país donde la esperanza de vida está en los 62 años (en España está en los 82). Los negocios familiares son una especie en extinción, en un país donde sólo las grandes cadenas de alimentación y manufactureras tienen espacio para sobrevivir. Los comerciantes informales que venden en mercadillos urbanos dispuestos por los ayuntamientos para ello, se revuelven contra la competencia foránea. Quieren controlar el mercado informal de calle y los precios. Pinta mal sí. Pero Sudáfrica no es única en presentar una economía en crisis dentro del club de países en desarrollo periféricos de los centros de decisión financiero y económico.

udáfrica sufre una desigualdad socio-económica endémica desde la instauración del Apartheid y que todavía no ha superado. Sea por falta de voluntad de políticos. Sea por un modelo de reconciliación nacional que protege los intereses económicos de los que perdieron el poder político, tras la instauración de la democracia. Sea por limitaciones condicionales a la idoneidad financiera cuando estás supeditado a acreedores internacionales. O sea simplemente por la falta de ideas de sus gobernantes. Sudáfrica es desigual socioeconómicamente. Pero no es el único país democrático en el continente africano, ni en el mundo, con niveles de desigualdad semejantes.

Al país llegan, diariamente, decenas de miles de personas de otros países vecinos buscando una oportunidad laboral. Sudáfrica es la potencia económica en el continente y sigue atrayendo a los que quieren progresar en sus vidas. Nada nuevo. A pesar de que las leyes migratorias sudafricanas son de las más rígidas y anti-emigrantes en el mundo, según denuncia la agencia para los Refugiados de la ONU. Aún así, xenofobia3Sudáfrica alberga una nueva lista de políticos populistas que buscan réditos electorales apuntando con el dedo al emigrante como culpable de la paupérrima vida en la que están sumidos la mayoría de los ciudadanos sudafricanos. Pero eso también resuena en otras zonas geográficas. En los últimos tiempos, Europa o EEUU ha visto nacer y renacer a líderes populistas que identifican al emigrante como el enemigo a batir.

La crisis económica y financiera en Sudáfrica afecta al presupuesto estatal. Sí, no hay dinero suficiente para apagar los diferentes fuegos fuera de control. Unas compañías paraestatales en banca rota. Un sistema sanitario y educativo paupérrimo e ineficaz. Un sistema judicial y correccional colapsado. Unas fuerzas de seguridad nacional, provincial y municipal en estado de ineficiencia inasible. Y todo ello, cuando sólo hace un año se empezó a evaluar el nivel de corrupción en las altas esferas de la administración. Desde entonces, Sudáfrica está corriendo una carrera para desenmascarar los años de captura de la administración por un grupo de individuos que han vaciado las arcas públicas para llenar sus cajas privadas. Sí, pero Sudáfrica no es el único país democrático con una crisis de recaudación y corrupción galopante. Sus instituciones democráticas se mantienen firmes y engrasadas, a pesar de la crisis económica y financiera.

En Sudáfrica los líderes en el Gobierno han tendido y tienden al negacionismo. Negar una realidad que les incomoda y a la que no quieren poner cara. Si no existe, no es necesario encontrar las causas y solventarlas. No existe xenofobia es criminalidad. No es feminicidio es criminalidad. No son huelguistas son criminales. Pero tampoco Sudáfrica está sola en el arte de la negación por parte de los que gobiernan.

Sudáfrica es violenta. La violencia como instrumento para dirimir cualquier infortunio que la vida ponga en el camino. Una violencia arraigada en el pasado colonial y que ha sobrevivido al amanecer democrático. La violencia está presente en todas las esferas de la sociedad sudafricana. En las relaciones personales, en las relaciones parentales, en las relaciones de parejas, en las relaciones filiares, en las relaciones entre sindicatos y empresas, en las relaciones de competencia mercantil, en las relaciones entre manifestantes y policías, en las relaciones entre políticos de diferentes ideologías, en las relaciones entre razas y etnias. La violencia circula sin obstáculos por las principales arterias sociales, económicas y políticas sudafricanas. La violencia es parte de la realidad social del país.

En esa borrachera de violencia, los ataques de xenofobia aparecen y se desvanecen. Sólo es necesario encontrar una mecha. La mecha para activar el último acto desenfrenado de violencia contra el extranjero, fue el asesinato de un taxista en Pretoria y el incendio de un edificio en Johannesburgo donde aparecieron tres muertos. A partir de ahí, se inició una carrera de desenfreno de saqueos a tiendas propiedad de nigerianos porque los “nigerianos venden drogas y prostituyen a nuestras mujeres”, a somalíes porque “nos venden cigarrillos al doble de precio”, a zimbabuenses porque “nos quitan los trabajos”. A los camiones “porque contratan más a camioneros extranjeros”. Las redes sociales arden transmitiendo fake news sobre el extranjero, e invitando a la caza del africano foráneo.

Los que gobiernan sólo reconocen actos de criminalidad y ante los criminales sólo hay una respuesta: el uso de la fuerza policial legítima. De las 12 personas muertas, en este último brote xenófobo, 10 son sudafricanos. Pocos días antes del nuevo brote de violencia contra el extranjero, el presidente de la comisión parlamentaria sobre educación superior en el Parlamento sudafricano, pedía a los diputados que debatirían incluir cuotas xenofobia4para reducir la presencia de estudiantes y profesores extranjeros en las universidades públicas del país. Algunos de sus correligionarios de partido en el Gobierno, ANC, compartían esa posición. Frases como “hay que proteger nuestras instituciones” contra la presencia extranjera, o “proteger nuestra soberanía nacional” fueron utilizadas durante la justificación de la oferta en la comisión parlamentaria. En esos días de orgía saqueadora contra el extranjero africano, el portavoz de las fuerzas policiales en Johannesburgo aclaraba “que de los 12 muertos, 10 sean sudafricanos, prueba que no es xenofobia”.

En pleno debacle xenófobo, el ministro de policía, Bheki Cele, revelaba en conferencia de prensa, los últimos datos registrados sobre criminalidad en el país durante el año 2018/2019. A pesar de más efectivos policiales y presupuesto, se perpetua un aumento consecutivo del número de asesinatos, violaciones y robos. Más de 1.500 asesinatos por mes. 57 asesinatos por día. El 60% de los asesinatos ocurren entre viernes y sábado por la noche en los barrios residenciales de negros. Perfecto momento mediático para rebelar los síntomas de la enfermedad que sufre el país cuando nuestras miradas están centradas en el extranjero. Seguimos borrachos de violencia en la Sudáfrica de hoy.


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