Ruina

Escrito por Benny del Paso el .

Parlamento sudafricano. 12 de febrero de 2015, día del debate sobre el estado de la nación. El presidente de la República da cuentas de lo que espera hacer para mejorar la situación de un país devastado por la desigualdad económica y la corrupción política. Ese día diputados y senadores comparten la cámara parlamentaria para escuchar y preguntar al presidente. El pleno empieza con el bloqueo de la red móvil en el edificio, y continúa a palos entre las fuerzas de seguridad del estado y representantes electos del parlamento por preguntar cosas “qué no tocan” en una institución en la que el ejecutivo rinde cuentas sobre los quehaceres del estado.

ruina8- Diputado: "Por favor señoría, puedo hablar".

- Presidenta del Parlamento: "¿Sobre qué?".

- Diputado: "Mi pregunta al presidente de la República es la siguiente: ¿cuándo va a devolver el dinero que el defensor del pueblo ha certificado debe al estado sudafricano?".

- Presidenta del Parlamento: "Honorable diputado, no está preguntando nada nuevo. Mientras el presidente da su discurso no voy a permitir a ningún otro diputado hacer una pregunta".

- Diputado: "Señoría, ¿qué reglamento está utilizando para no permitir hacer preguntas a los miembros de la cámara durante el discurso del presidente. Díganos que reglamento está utilizando para negarnos este derecho?".

- Presidenta del Parlamento: "Le pido que abandone la cámara. Le pido que abandone la cámara porque está claro que no va a cooperar con esta cámara".

- Diputado: "Pero señoría, eso es anticonstitucional".

ruina2- Presidenta del Parlamento: "Abandone la cámara".

- Diputado: "Señoría tengo derecho a hablar como representante electo de este parlamento".

- Presidenta del Parlamento: "Se calla o le echo de la cámara".

- Diputado: "No, no voy a abandonar la cámara".

- Presidenta del Parlamento: "Ordeno a los órganos de seguridad que echen a esos diputados de la sala".

- Diputado: "Pero señoría…"

- Presidenta del Parlamento: "Seguridad, sáquenles de la cámara".

ruina4Italia. Siglo XVI, un erudito, Niccolò Machiavelli, describe el colapso de la ciudad romana e identifica los males de la cosa pública a temer: “El pueblo romano no otorgaba los altos cargos de la ciudad más que a los que lo pedían. Esto fue bueno al principio, porque no lo pedían sino aquellos ciudadanos que se juzgaban dignos de ello, y obtener la repulsa era ignominioso: así, para ser considerados dignos, todos obraban bien. Luego este procedimiento se volvió perniciosísimo, una vez corrupta la ciudad, porque solicitaban las magistraturas no los que tenían más virtud, sino los que ostentaban mayor poder, y los que no eran poderosos, aunque fueran virtuosos, se abstenían de demandarlas por miedo. A estos inconvenientes no se llegó de golpe, sino paso a paso, como sucede habitualmente. Pues después de que los romanos conquistaron África y Asia y redujeron casi toda Grecia a su obediencia, estaban seguros de su libertad y no creían que existiese ningún enemigo capaz de atemorizarlos. Esta seguridad y la debilidad de los enemigos hizo que el pueblo romano, a la hora de otorgar el consulado, no se fijase ya en la virtud, sino en el favor, prefiriendo a los que mejor sabían entretener a los hombres, no a los que mejor sabían vencer a los enemigos; después, se lo dieron no al más popular, sino al más poderoso, de modo que los buenos, por defecto del ordenamiento, quedaron completamente excluidos. Podía un tribuno o cualquier otro ciudadano proponer una ley al pueblo, sobre la cual todo ciudadano podía hablar a favor o en contra, antes de que se tomase una decisión sobre ella. Este procedimiento era bueno mientras fueron buenos los ciudadanos, pues siempre es beneficioso que todo el que piense que una cosa va a redundar en beneficio público, tras haberlo oído todo, pueda escoger lo mejor. Pero cuando los ciudadanos se volvieron malos, este procedimiento resultó pésimo, porque sólo los poderosos proponían leyes, no para la común libertad, sino para acrecentar su propio poder, y nadie podía hablar en contra por miedo a ellos, de modo que el pueblo resultaba o engañado, o forzado a decidir su ruina.”

Nosotros decidimos nuestras ruinas.


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