Cadáveres exquisitos, o no tanto...

Escrito por Ignacio Mincholed el .

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Max Ernst caracterizó la práctica de lo que se viene llamando cadáver exquisito bajo el término de contagio mental. Se refería a la evidencia del contagio intelectual que se producía entre los participantes en el juego, grupo que por lo general estaba constituido en su mayoría por personas que se conocían bien entre sí y que mantenían una interacción cultural fundamentalmente en torno al arte.

Este contagio mental estaba en consonancia con los principios comunes, en origen, propios del movimiento surrealista, siendo uno de ellos la revelación de la subjetividad inconsciente mediante un proceso que dieron en llamar automatismo. Sobre este aspecto surrealista de lo inconsciente y lo automático ya he mostrado mi opinión en otros artículos en los que expongo mi discrepancia sobre que, realmente, el resultado del proceso sea puramente automático, sin filtros, si no es en el contexto de lo real. Sin embargo, si estoy de acuerdo en que el Surrealismo propone una forma de expresión más allá de lo real por la que afloran, tratando de eludir cualquier fase de pudor o convencionalismo, diferentes aspectos que no son evidentes si deseamos entenderlos dentro de lo real. Es un modo de expresar mediante representaciones literarias, poéticas y de artes plásticas, esos espacios interiores que rondan entre el deseo y la angustia. Elementos que, con sus derivaciones, son el fundamento del Surrealismo como movimiento. Deseo que permanece oculto bajo las capas que la sociedad del momento se ocupa en establecer. Angustia existencial ante la visión inconformista del mundo tal y como se manifiesta y se representa.

exquisitos2Dadá, como movimiento, surge desde el cuestionamiento del hecho artístico y del arte en sí como aportador de valores. Un fuerte sentido de rebeldía frente a lo establecido y la intervención del azar y lo aleatorio determinaban sus principios artísticos.

El Surrealismo, derivado de estos principios iniciales del Dadá, incorpora a su ideario la búsqueda para hallar un punto de encuentro entre lo comunicable y lo incomunicable de modo que dejen de ser percibidos contradictoriamente. Es oportuno indicar que se inició como un movimiento entre escritores y para escritores, que luego se extendería a la pintura y las artes plásticas. Las escisiones motivadas por las maneras de interpretar el concepto surrealista darían lugar a la nebulosa que, todavía hoy, envuelve estas manifestaciones.

Podemos poner en el punto de partida de los llamados cadáveres exquisitos la visión Dadá de Tristan Tzara cuando se manifiesta contrario a cualquier sistema, y consideraba que el mejor sistema es precisamente no tener ninguno.

Tanto Breton como Soupault, adscrito al movimiento Dadá y que luego se integraría en el surrealismo, habían iniciado sus experimentos sobre el automatismo aplicado a sus escritos poéticos mediante el encuentro con el azar, la rebeldía, la modernidad y el antiarte a la búsqueda del supuesto automatismo de la manifestación inconsciente del espíritu.

El juego, procedimiento, de lo que entendemos como práctica del cadáver exquisito consiste en que cada participante aporta un fragmento de forma verbal o escrita, y que también podía incorporar elementos gráficos, sin más propósito que el de dar lugar a un resultado indeterminado y no sujeto a sistema o precepto alguno. Es una práctica que se adjudica en origen a los surrealistas aun no siendo una contribución propiamente del movimiento Surrealista sino que viene precedida por las ideas y prácticas del movimiento Dadá.

Uno de los resultados de esta práctica, modelo por antonomasia, es la frase desde la que se acuñó el término cadáver exquisito para denominar estas prácticas:

El cadáver exquisito beberá el vino nuevo.

exquisitos3En una análisis básico de identificación de los elementos, se pueden notar aspectos que no parecen obedecer a una revelación automática, sino a un proceso definido por lo consustancial de las inquietudes intelectuales y el ambiente social y material que rodeaba a los intervinientes.

La angustia existencial, el temor a la muerte (cadáver), la búsqueda de una excelencia cultural y estética (exquisito), la confrontación con lo establecido; la novedad de una modernidad acuciante, presiden mediante el sintagma “cadáver exquisito” dos manifestaciones muy propias de la aventura intelectual de la época.

La experimentación con cualquier elemento disponible y con cualquier sustancia que pudiera contribuir a revelar la necesidad interior de ese pretendido automatismo subconsciente era bienvenida, deseada y aceptada. Así, el alcohol en cualquiera de sus presentaciones y destilados, licores, anís y sus primos como la absenta, estaban presentes en prácticamente todas las reuniones. No obstante, el vino era más barato y siempre estaba más a mano. Por lo tanto, en el sintagma “beberá el vino”, se puede identificar una alusión al deseo tanto de búsqueda mediante la experimentación -beber, abastecerse de experiencias- como al propio deseo de satisfacción personal -beber en sí-, sin tener que señalar que la botella de vino era algo que estaba habitualmente delante de sus ojos. Por último, cerrando el círculo, aparece “nuevo”, reiterando el deseo por salir de la angustia, del hastío, y encontrar esa novedad tan esperada que les sacara de la insatisfacción que les producía un panorama que en sus círculos entendían viciado por una sociedad anquilosada y torpe.

Así pues, no parece tan extraño que pudiera surgir un resultado como el que asignó nombre al juego (independientemente del orden en que hubiera podido aparecer cada término). No parece tanto un hecho surreal en cuanto a los presupuestos propios del manifiesto surrealista sino una manifestación natural y aleatoria sobre aquellos aspectos que regían sus inquietudes intelectuales y su producción creativa. Una puesta en escena de aquello que, participando de forma patente de la realidad, les inclinaba a mirar más allá en una contraposición formal.

Para que se produzca ese contagio mental al que aludía Max Ernst es fundamental la idea de grupo; grupo caracterizado por la afinidad entre las personas que lo forman, su conocimiento entre sí y una vinculación, en mayor o menor medida, con las inquietudes propias del grupo, tanto en lo personal como en lo intelectual. Cuanto más alejados estén los miembros del grupo en cuanto a inquietudes comunes y afinidad, más impredecible e impreciso será el resultado. Consecuentemente, menos válido como expresión creativa bajo una voluntad conjunta, y todavía menos si lo que se pretende es una ejecución con proyección artística. Así pues, la cohesión del grupo determinará de forma inversamente proporcional los resultados. A menos cohesión más resultados inconsistentes.

Es un ejercicio tentador entre los poetas escribir poemas conjuntos mediante esta práctica, de modo que alternativamente y por turno acordado va escribiendo cada cual un verso. En mi opinión el resultado es caótico e inconsistente. Pero no diré que el caos no me interese ni que no pueda producir poética y belleza. En todo caso, podría resultar una poética inversa, en la que habría que encontrar los fundamentos no en una voluntad inicial sino en un final sobrevenido, prescindiendo de cualquier principio generativo sobre el objeto poético. Cuestión esta que no creo pertinente para la poesía salvo desde un particular análisis crítico con el que intentar, en un rizar el rizo, encontrar concurrencias forzadas mediante referencias circulares para sugerir nuevas referencias, pero, en este tipo de análisis, sin duda, estaremos falseando el concepto tanto desde el punto de vista de la autoría como hacia el lector, crítico o no.

exquisitos4Desde el objeto poético se puede proponer cualquier iniciativa, descifrar las claves de lo sensible o por el contrario encriptar, así como, si se desea, llegar al caos; pero, eso sí, siempre desde un principio generativo y no desde un final sobrevenido. Desde lo caótico como objeto poético podemos llegar a deconstruir analíticamente la poética que cada cual encuentre en el caos, pero siempre que los elementos del producto a deconstruir constituyan una estructura conceptual, ya que de otra forma no podremos encontrar conceptos concomitantes en aquello que no los tiene. De otro modo abriríamos la puerta a la justificación de cualquier arbitrariedad mediante otra arbitrariedad. Cuestión no descartable, pero que no suscribo.

Los principios de acción que en su momento dieron lugar a la experimentación de las vanguardias mediante el cadáver exquisito quedan muy lejos de la motivación actual de su práctica. Entiendo que actualmente, aplicado a la poesía, su ejercicio obedece más al propio espíritu lúdico del juego que a cualquier otra causa. Conlleva la idea de experimento sin más misterio que la continuidad del proceso, en una especie de coloquial esperanza del “vamos a ver qué sale”, cuestión que contradice el principio de pulsión intimista del poeta. El fondo subjetivo y el conocimiento del poeta quedan diluidos en proporciones homeopáticas. No digo que corrompa la creatividad, pero cuando menos la desvirtúa quitándole importancia al hecho creativo desde todos sus componentes intrínsecos, devaluando así mismo el resultado ante un lector ajeno al proceso y aproximándolo a la desorientación e incluso acercándolo al fraude intelectual.

El resultado siempre es accidental, sin propósito, en el que las paradojas y contradicciones quedan en simples juegos de palabras. No presenta argumentos artísticos más allá de los que se quieran interpretar bajo una visión relativa del todo vale. Los efectos de sorpresa, los giros, pueden aparecer tanto como desaparecer diluidos en el texto. En el proceso se pierde la fuerza intencional de lo simbólico magnetizada por lo accidental, igual que no podemos considerar aspectos estéticos conformados desde una visión unitaria. Lo metafórico se ve aislado, reducido en el contexto a frases felices, los signos se deshacen en un viaje hacia no sabemos dónde.

En su favor diré que es una práctica que al no verse condicionada distiende la creatividad, aunque no sea una creatividad orientada. A su vez puede sugerir, provocar, propiciar y quizá abrir nuevas líneas de partida para un autor, y, eso sí, divertir. Puede resultar saludable al dejar de lado el ego, si es que cada autor no entra en lucha frente a los fragmentos de los otros autores queriendo íntimamente quitar o poner, situación que se si produce echa por tierra el sentido del juego y pasa a convertirse en una obra coral sin una proyección verdadera.

Noam Chomsky, lingüista controvertido a quien le debe mucho la sicolingüística moderna, acuñó la frase: Las verdes ideas incoloras duermen furiosamente.
No tenía ninguna intención poética (si es que se pretende buscar) sino que la ideó para demostrar que las oraciones sin sentido pueden ser gramaticalmente correctas, así como que las sucesiones de palabras improbables también pueden ser gramaticalmente correctas. ¿Qué podemos ver o deducir de esa frase? Realmente nada porque nada quiere decir, pero también admite cualquier valor que le queramos asignar. Será un valor, eso sí, sin argumento alguno, sin conciencia, y por lo tanto un valor falseado.

exquisitos5Es el mismo efecto que el de un cadáver exquisito, una elección de asociación aleatoria en una composición arbitraria, ya que un resultado igual podría ser otro con los mismos textos. La diferencia radica en que la autoría es única o compartida. En el caso compartido todavía se diluye más cualquier propósito creativo ya que no parte de una iniciativa bajo una visión o espíritu común. ¿Es el proceso y su resultado un ejercicio artístico? Entiendo que no. Obedece a una exploración estética en la que se prescinde de una ética como propósito, entendiendo ética desde el ethos como el conjunto de signos y modos de comportamiento que forman el carácter distintivo, la virtud de una obra.

O sea, no se advierte la proyección de virtud alguna, si la hubiera. No hay una intencionalidad formal como fenómeno persuasivo hacia el receptor de la obra. Así pues, los juicios que se puedan derivar desde otro sentido retórico, el pathos, como conjunto de emociones del autor resulta igualmente nulo al no estar presente en la obra ese sentido por la ausencia de significación de la emoción propia; ausencia del pathos en la voluntad del autor, que queda sujeta más bien a lo impredecible y no a lo intencional. En este contexto en relación al arte, el ethos y el pathos constituyen el pulso creador del poeta, o el artista en general. El ethos sería la confianza que nos propone el poeta (desde un sentido) ante su obra, el pathos sería la emoción (desde una emoción) que provoca la obra ante quien la observa. Por consiguiente, si la obra parte de una intencionalidad hacia una historia de persuasión para lograr un convencimiento, si contiene la expresión de un concepto/pensamiento desde una voluntad en una proyección hacia la realidad de lo sensible; la obra presentará un sentido artístico que podrá ser tomado en serio en una realidad formal. De otra manera, el peso en la realidad formal es nulo por cuanto se falsea el propósito de la obra. Cuando alguien se enfrenta a una pieza de arte, y una poesía lo es o al menos tiene vocación, debe tener la confianza de que lo manifestado, así como el modo, es lo que el autor ha pretendido.

Steven Pinker, psicólogo e investigador del lenguaje, propuso lo que él llama “generador de jerga de ciencias sociales”. Consiste en una matriz de tres columnas en la que en cada columna están escritas palabras con muy baja probabilidad de que puedan encontrase en una misma frase. Por ejemplo, en la primera columna hay palabras como: interdependencia, difusión, periodicidad, síntesis… plasticidad, epigénesis. En la segunda, otras tantas como: degenerativa, agregadora, transfigurativa, simulada… cooperativa, diversificadora. Y, en la tercera: dialéctica, positivista, multilateral… divergente, sincrónica, integrada.

Podemos escoger una palabra al azar de la primera columna, otra de la segunda y otra de la tercera y ver el resultado. Por ejemplo, tomando las primeras de cada columna resultaría: Interdependencia degenerativa dialéctica.

¿Un cadáver exquisito? ¿Un sinsentido desde el punto de vista de la coherencia expresiva del lenguaje aun siendo gramaticalmente correcto? Incluso puede parecernos algo fruto de una altísima creatividad, cuando realmente no hay nada.

exquisitos6Cada cual puede decidir. Cada cual puede formar sus propias matrices con tantas palabras como quiera considerar, más poéticas o más técnicas, cultas o vulgares, y combinarlas al azar o siguiendo un patrón matemático o el que prefiera. El resultado es realmente divertido, tanto como ausente de sentido porque no parte de una iniciativa de la voluntad creadora sino de una especulación de creatividad aleatoria. Esto, considerado en la esfera poética, no presenta ningún propósito de persuasión hacia el convencimiento porque no lo hay, y, por lo tanto, tampoco habrá espíritu poético alguno.

Otra práctica similar, en principio, al cadáver exquisito sería el collage. Cortar y pegar. Técnica con la que Max Ernst realizó gran parte de su obra. Puede parecer que el collage parte de principios comunes y, de algún modo, es así pero con diferente perspectiva. Cortar y pegar, pero cortar y pegar desde una creatividad orientada, desde una voluntad.

Se dirime todavía si corresponde a Picasso o a Braque la primera incorporación del collage al ámbito artístico. En cualquier caso se tiene a Picasso como el que inició esta técnica mediante su obra “Naturaleza muerta con silla de rejilla” datada en 1912. En este momento no importa, lo que sí importa es la necesidad que como expresión representa el collage, que a fin de cuentas es una disposición de elementos, trozos, retazos, materiales, textos… dispuestos según el modo de entender y sentir del autor.

En el caso tanto de Picasso como de Braque, la incorporación del collage en sus obras obedece a un planteamiento del Cubismo en cuanto a extensión en la búsqueda de la representación tridimensional en un único plano bidimensional. Esto es, tiene un sentido. La incorporación de materiales y objetos cotidianos, el objeto encontrado, en combinación con obras pictóricas se atribuye a Marcel Duchamp aunque, en paralelo, o al menos como pionero, están las contribuciones de Kurt Schwitters que abandonó el movimiento Dadá para formar un movimiento escindido que daría en llamar Merz. Schwitters indicó signos de una nueva poética desde una subjetividad de modernidad de las vanguardias en la poesía y las artes plásticas hasta llegar a influir en el mundo editorial con las revistas Merz. En sus ediciones los collages textuales y gráficos, junto a la poesía, eran representativos de los conceptos mantenidos por el movimiento Dadá en cuanto a una expresividad que obedecía a principios de oposición a la razón y a lo convencional, oposición al concepto burgués del arte y demás principios bien conocidos. Tenía un sentido artístico.

La integración textual y gráfica daría entrada a la poesía visual, capítulo aparte y de gran interés por su expresiva fuerza poética que defiendo en su vinculación al arte. Ya sea en papel como soporte físico o mediante la incorporación de elementos corpóreos o multimedia y, cómo no, mediante las posibles combinaciones de unos y otros.

Sea como sea, el cadáver exquisito, las matrices de palabras, el collage y la poesía visual, y sus derivaciones, abren la puerta a la obra colectiva, pero igualmente si la intervención se hace a ciegas entre los participantes; esto es, de modo que los textos, elementos, imágenes y materiales sean elegidos sin tener en cuenta el objeto poético, estaremos ante las mismas líneas ya comentadas; más todavía si los participantes no tienen entre ellos un nexo intelectual aproximativo a los principios que integran el proceso.

exquisitos7En mi opinión, en cualquier poema como obra colectiva se producen pérdidas del espíritu poético si se pretende un resultado conducente a la representación artística del mundo sensible. Con esto no quiero decir en absoluto que las diferentes visiones, lo aleatorio, la combinación, el azar, cambiar lo de arriba por lo de abajo, sean efectos ajenos al ámbito de la poesía; pero no darán resultados para una consideración formal si no vienen precedidos por un principio generativo sobre el objeto poético desde una visión crítica, ya sea explícita o implícita. De otra forma estaremos ante un ejercicio que, por aproximación en el mejor de los casos, puede presentar una propuesta estética pero ausente de valores intrínsecos.

En la época victoriana, para animar las veladas sociales, se practicaba un tipo de juego de mesa que bien podría ser un antecedente del cadáver exquisito como también podría no tener relación alguna con la iniciativa. En este juego no se buscaba un relato común sino determinar una consecuencia derivada de una serie de datos y sucesos, inventados o no. La mecánica incluía los nombres propios de los participantes en el juego, una acción, el lugar donde se producía dicha acción, y un breve comentario. Cada participante anotaba los datos en líneas separadas doblando el papel mediante pliegues de forma que cada línea quedaba oculta a los demás, salvo la última en la que estaba escrito el comentario que solo podía ver el siguiente participante. Esa línea daba pie para repetir la mecánica y así sucesivamente hasta completar los turnos, repitiendo el proceso tantas veces como decidieran. Al final, se desplegaba el papel y se leía paso a paso cada línea descubriendo el proceso de cómo se había llegado a la consecuencia final que venía dada por el último comentario. Evidentemente no era una práctica motivada por lo surreal.

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