Sunset Boulevard

Escrito por Mar Mascarás el .

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 Por algún extraño motivo, casi todo el mundo piensa en Billy WIlder como en un cineasta de comedia, olvidando que muchos de sus éxitos no pertenecen a este género.

Durante años, antes de dirigir su primera película, una comedia protagonizada por Gingers Rogers y Ray Milland en 1942, El Mayor y la Menor, cuyo guión nació de su fructífera colaboración con Charles Bracket, ambos cosecharon una reputación merecida escribiendo algunos de los mejores guiones de comedia de la época. De entre los dedos de aquel genial tandem surgieron joyas como Midnight, Ninotchka, La octava mujer de Barba Azul o Bola de fuego, escritas para ser dirigidas por Leisen, Lubitsch o Howard Hawks. Un guión detrás de otro, esta extraña pareja, de aspecto y carácter absolutamente opuestos, consiguió convertirse en el dúo de guionistas más inesperado y arrollador de la década de los cuarenta, "la pareja más feliz de Hollywood", en palabras del propio Wilder y de cuyas mentes surgieron también los guiones de Perdición, Días sin Huella, Cinco tumbas al Cairo o Berlín Occidente.

SunsetBoulevard4Sunsent Boulevard (Paramount, 1950) supuso el fin de su colaboración y la evidencia de que sus muchas diferencias creativas y de carácter ya no se solventaban en el equilibrio de un dúo de guionistas. La empezaron y terminaron en una continúa batalla desde el tono del guión, pasando por los planos de arranque y el cierre de la historia, hasta detalles concretos sobre los actores que pelearon hasta el último día. Y en esas batallas ganó casi siempre Wilder, al fin y al cabo, el dirigía.

Al inicio del proyecto, Bracket pensaba en Sunset Boulevard como en una comedia desternillante y disparatada. Esta historia centrada en las desventuras de una diva del cine mudo que pretende retomar su carrera tras años de retiro querían que la protagonizara Mae West, algo que ya daba de por sí un tono cómico y descocado al guión por escribir.

La actriz se negó rotundamente y mientras la búsqueda de una protagonista que cumpliese los requisitos del personaje se complicaba, la cabeza de Wilder empezó a trabajar en otra dirección. La deriva del hilo argumental terminó por transformar la inicial comedia frívola en un drama incisivo y con cierto tono morboso, muy del gusto de Wilder. Ahora el protagonista era un joven guionista que se aprovecha de la soledad y las fantasías de una vieja gloria del cine mudo que quiere recuperar su éxito en el nuevo Hollywood. A posteriori, hubo quien interpretó que el personaje de Joe Gillis estaba basado de alguna manera en el propio Wilder, que había reconocido abiertamente que durante una época en Alemania se había ganado la vida como gigoló cuando no encontraba trabajo como periodista, algo que el director negó rotundamente siempre.

Encontrar a los actores protagonistas fue complicado. Mary Pickford y Pola Negri fueron las primeras candidatas tras la negativa de Mae West, pero ninguna de las dos se embarcó finalmente en el proyecto y George Cukor vino al auxilio de Wilder intermediando para que Gloria Swanson aceptara el papel de Norma Desmond. Para el rol masculino pensaron en Montgomery Clift, en Fred MacMurray y hasta en Gene Kelly. Al final y a última hora, ya en el límite del comienzo del rodaje, fue William Holden quien aceptó el papel.

Según el guión, la diva debería doblar en edad al joven guionista, pero en la realidad la diferencia de edad entre los actores no era tanta, la Swanson parecía más joven de lo que era y Holden aparentaba más edad. Aún así, nadie le dio mayor importancia y la producción pudo por fin empezar ya incorporados en los papeles secundarios Erich Von Stroheim como el mayordomo y antiguo director de la diva, Cecil B de Mille y Heda Hopper, interpretándose a ellos mismos, y Buster Keaton como miembro del Gabinete de las figuras de Cera que acompaña a la actriz en sus partidas diarias.

La elección de estos actores aporta algo más que una mera interpretación a la película, historias cruzadas entre la realidad y la ficción que enriquecen la trama y suma un punto de reflexión más allá del argumento.

SunsetBoulevard3Toda la escenografía de la película tiene un tono macabro: el escenario de la vieja mansión, descuidada por fuera, recargada y tétrica en su interior, consiguen aportar un aire de barroquismo y exceso a todo lo que rodea a Norma Desmond, un personaje decadente, anclado en otro tiempo, cuyo cuerpo sigue moviéndose exagerada y dramáticamente como en una película de cine mudo.

Wilder se enfrentó a otros tantos problemas durante la producción. Para empezar, antes de cerrar el casting, habían decidido que la diva le pegaría un tiro al protagonista y que la narración correría a cargo del guionista, ya muerto desde el principio de la historia. Esto supuso uno de los contratiempos del guión que tuvo que resolverse tras los primeros pases de preestreno. En aquella versión la película comenzaba en el depósito de cadáveres de Los Angeles. Una ambulancia se detiene y deposita un cadáver junto a otros tantos tapados con sábanas blancas. Un empleado del depósito identifica el cadáver recién llegado colocando una etiqueta con el nombre en su dedo gordo del pie. Bajo las sábanas blancas, las voces en off de los muertos empiezan a conversar contando sus historias. Entre ellos, Joe Gillis relata la suya.

El público empezó a caerse de la risa en la sala en cuanto colgaron la identificación del dedo gordo del pie del guionista muerto y ya desde el principio las reacciones del público no fueron las correctas. Wilder no tuvo más remedio que buscar otro principio para la historia, rodando finalmente ese sorprendente plano de William Holden boca abajo flotando en la piscina mientras su voz en off empieza el relato.

El morboso inicio original había sido uno de los desencuentros entre Bracket y Wilder, pero no el único. Tanto fue así que la película acabó con uno de los dúos de coescritores más famosos de la historia de Hollywood.

SunsetBoulevard5A pesar las continuas diferencias entre los coguionistas, Sunset Boulevard es uno de los trabajos magistrales escritos por ambos y dirigidos por Wilder. Constituye un relato revelador sobre una realidad desoladora: la levedad y lo efímero del éxito. La historia de Norma Desmond es un fiel reflejo de una situación que arrolló Hollywood con la llegada del sonoro. Muchos de los grandes y míticos actores del olimpo holliwoodiense de los primeros años vieron derrumbarse sus carreras, algunos con consecuencias terribles y el público que los adoraba no tuvo compasión. Los estudios tampoco. Actores que no pudieron hacer frente a películas sonoras: algunos ni siquiera sabían hablar correctamente el idioma, no les había hecho falta; otros no tenían el suficiente dominio de la declamación y su acting quedó anticuado, excesivo, obsoleto. La industria cambió y muchos se quedaron atrás.

Las reacciones ante la película no se hicieron esperar, ni el éxito de crítica y público tampoco. Algunos miembros de la comunidad cinematográfica se sintieron ofendidos, como Louis B Mayer quien le recriminó a Wilder querer desprestigiar a la industria. En realidad, todo lo relacionado con ella está tratado con bastante exquisitez y la crítica va más allá de los estudios. La película trata de la propia naturaleza humana, de la vida. ¿Es acaso una crítica al público que encumbra y deja caer ídolos con la misma facilidad que cambia de ropa? ¿O a los propios artistas que se dejan embaucar por el éxito? ¿O a los medios de comunicación?

Todo esto no es más que una parte de la historia. Más allá y leyendo entre líneas hay otros subtextos más intricando realidad y ficción. En una extraña y maliciosa coincidencia, algunos de los actores que terminaron por protagonizar la película, tenían infinitas interconexiones entre sí.

SunsetBoulevard6La propia Gloria Swanson, retirada del cine desde la llegada del sonoro, había sido una de las primeras estrellas de la Paramount, los estudios que ayudó a crecer. Para poder encarnar el papel de Norma Desmond la obligaron a realizar una prueba y ella se sintió ofendida, pero al contrario que otras actrices accedió a ello, consiguió el papel y estuvo espléndida, maravillosa, encarnando a la perfección y sin miedo el papel de una actriz que representaba a las de su época pero con la que en realidad tenía poco que ver. Contra todo pronóstico, ella seguía en activo en televisión a sus cincuenta y un años de edad.

Su fiel mayordomo, interpretado por Erich Von Stroheim, director de cine y americano de origen austriaco, como Wilder, había dirigido a Swanson en La Reina Kelly, el último gran proyecto de ambos antes del sonoro, inacabado. Las imágenes que aparecen en Sunset Boulevard de la Swanson actuando son de aquel proyecto. Stroheim sólo dirigió una película más, pero siguió trabajando, sobre todo como actor (seis años antes interpretó a Rommel bajo la dirección de Wilder en Cinco tumbas al Cairo), tanto en Hollywood como en Europa.

Y Cecil B de Mille quizás accedió a aparecer en Sunset Boulevard por acompañar a Swanson o por la suculenta cantidad que le abonaron por un solo día de rodaje. Él fue quien la descubrió. Confundador de la Paramount y director, la arropó y realizó con ella sus primeros films, encumbrándola en su carrera. Fue uno de los pocos supervivientes del cine mudo, como en la película.

Joe Gillis no hubiera podido escribir un guión así ni en sus mejores sueños. No era un buen guionista. Intentó sacar partido de una actriz retirada, rica y solitaria pero le salió el tiro por la culata. Al final, Norma Desmond, ese personaje excesivo, incapaz de aceptar su triste realidad, ensimismada en sus propios recuerdos, termina por llevarse nuestra simpatía. Ella, al menos, no intenta engañar a nadie más, sólo se engaña a sí misma.


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