Felices 140

Escrito por Bonifacio Singh el .

El apellido Querejeta evoca, sobretodo, las producciones de Elías Querejeta, entre las que se encontraron en el pasado grandes obras del cine español. Tras él, siguiendo su estela, vemos a su hija Gracia, que se ha labrado una carrera como cineasta a base de títulos limpios y algo amables, pero para mi faltos de un toque final, de una chispa, esa que sólo vislumbramos en su ilustre apellido y en el alto presupuesto de sus obras. Gracia es muy respetada en el corporativista mundillo cinematográfico español, se ve a simple vista que incluso por la crítica, que nunca dice una palabra más alta que otra a cerca de sus películas. Pienso que su cine no está mal, pero me causa cierta indiferencia, es un “quiero y no puedo”, olvidable, y está mal visto hablar mal de ella, como si fuera un sacrilegio cuando, vista desde la distancia, su obra se torna claramente gris. En todo caso, no se le pueden poner excesivos peros más que el de una corrección pasada de rosca. Ella es una alumna que casi siempre aprueba, pero nunca pasa del “bien” en el boletín de calificaciones al final de la evaluación. Es de buena familia y la respeta todo el mundo en el colegio, está claro que no va a suspender nunca porque ha aprendido bien los rudimentos de su trabajo (porque ha tenido acceso a ellos gracias a cierto ventajismo de casta). Pero, ¿hubiese llegado a dirigir a grandes actores sin el apellido de su padre? Quién sabe.... yo creo que no.

felices5Hace unas semanas vi un documental sobre la inefable pareja Golan-Globus, propietarios en su día de la productora, por llamarla de algún modo, Canon. La citada productora fue hace unas décadas una picadora de carne de la que salían títulos infumables, desde las películas violentamente surrealistas de Charles Bronson (la serie “Deathwish” fue objeto de culto para mi grupo de compañeros de facultad mientras acudíamos a las clases de la pedante insoportable de Estrella de Diego, quizás porque soñábamos con que Charly apareciera y la pegase cuatro tiros) hasta los productos inclasificables de la época del auge del casposo break dance. Golan y Globus trufaban sus engendros con salvajadas gratuitas por doquier y con tías macizas desnudas sin venir a cuento, ahí residía, si es que lo poseían, su encanto. No tenían mayores pretensiones que divertirse, hacer dineros y desnudar a macizas por deporte, como hicieron con nuestro sueño erótico de la infancia Lucinda Dickey, una actriz que para nosotros, desde la soledad de nuestros cuartos de baño, estaba a todas luces infravalorada....

felices2¿Qué tiene que ver toda esta mierda de la Canon con “Felices 140“? Pues creo que en las pretensiones excesivas y excelsas de Gracia Querejeta. ¿Mea colonia Gracia Querejeta? Detesto a la gente que trata de dar lecciones de estilo, sobretodo si son impostadas y a la crítica las alaba desde su pedestal por puro derecho de herencia familiar. Me dan asco las dinastías cuando estas se basan en el humo, como en el caso la señora Querejeta o en el de los insufribles Trueba. Muchas veces leo una crítica positiva, la típica complaciente con el cine español por parte de los escribientes patrios, y creo por un momento que voy a entrar a la sala a ver una película interesante, pero al rato salgo muy cabreado porque parece que yo no he visto lo mismo en la pantalla que el puto crítico, aunque se trate de Carlos Boyero o Jordi Costa, tipos grandes por los que siento respeto y admiración. La vida es una jodida cuestión de gustos, ya lo sé, pero detesto la complacencia con los amiguetes y los embustes interesados o forzados por la cercanía o, lo que es peor, por la inercia con la que se trata a un nombre propio cercano para evitar problemas.

felices44Felices 140” cuenta con un guión absurdo que no alcanzan a salvar sus buenos actores. Antonio de la Torre pone una cara perfecta de hijo de puta desde el principio, sale muy bien peinado al estilo de los neocons de las viñetas de Forges. Pero dentro del contexto de la acción no caben tantos cabrones o tantos locos como él representa, y Querejeta los pinta a todos así o peor. La trama está estirada hasta romperse. La historia pretende crear antipatías profundas dentro de un cuadro de comedieta estúpida, buscando argumentos y justificaciones prácticamente gratuitas, de esas que Golan se hubiera inventado sin rubor, pero que aquí buscan una supuesta moraleja o un reflejo social, y sólo despiertan perplejidad e incredulidad. Todo es una tomadura de pelo que busca un disfraz Shackespiriano, culto, con un bonito decorado que huele a copia barata del cine coral francés o, sin ir más lejos, del cine “grupal” de alguna de las magníficas obras de Cesc Gay. Gracia Querejeta, a un tema francamente explotable, no le saca partido ninguno por pura... torpeza o autocomplacencia.

felices6Mis gustos femeninos fueron discutidos muchas veces por mi grupo de amigos durante mi juventud. Detestaba el físico de Maribel Verdú, ese estilo de jamelgas no me iban, ellos adoraban sus carnes tolendas. Ley una vez en una entrevista cómo decía: “de joven tenía las tetas como piedras”. Sin embargo, a medida que ésta fue haciéndose mayor fue ganando para mi atractivo, su físico se fue estilizando con la edad. El otro día, viendo “Felices 140” quedé horrorizado. Maribel de repente parece la momia de Tutankhamon. Me da la impresión de que se ha operado la cara, de que se la ha estirado la piel hasta casi volvérsela del revés ¿Por qué?. Para mi la arruga, y más a su edad, resulta atractiva. Maribel no mataría a alguien lanzándole una botella a la cabeza ni aunque se lo propusiese, con esos brazos de palillo.

Estuve un rato retorciéndome en la butaca rumiando mala leche, esperando a que la película terminase. Por fin salieron las letras con el reparto. De repente todo cobró sentido y explicación: Gerardo Herrero era el productor. Yo no lo sabía. Ese ser.... Habría que intentar que Wert impusiese una prohibición sobre este señor, que alcanza un nivel del noventa por ciento de producciones fallidas y el cien por cien cuando se ocupa de la dirección. Dios santo, Gerardo Herrero es la antítesis de Elías Querejeta.


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