Pandemia de cine (IV)

Escrito por Bonifacio Singh el .

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Nuestro amigo Fernando Ese Ele es un puto privilegiado que vive a apenas cien metros de los cines Ideal de Madrid. Algunas noches baja de su ático, también privilegiado, en el centro de Madrid y de mala gana camina cinco minutos escasos para poder entrar en una de las pocas salas de cine decentes que quedan en la ciudad. Pero no nos vayamos por las ramas. Fernando tiene unos gustos algo divergentes de los míos. He venido escuchando que le gustan cosas un tanto más limpias estéticamente hablando, del estilo del inaguantable . Respeto aún así sus gustos. Pero cuando llegó a mis oídos que le había gustado mucho “Belfast”, del infausto ególatra Kenneth Branagh, desconfié por completo.

pildorascine222Todo el mundo hablaba sobre las excelencias de esta película, que qué bonita y qué bien se sentían tras verla y todo eso, y casi nos vimos obligados a verla. Suele suceder y me doy asco de mí mismo por seguir la corriente. El señor Brannagh, lo llamo Bragas en la intimidad y no en tono positivo, nunca me ha gustado, seamos claros. Desde que estuvo de moda hace treinta años. Esa sarta de películas horribles que perpetró y que a las gentes de Dios les parecían tan maravillosas a mí me daban ganas de vomitar. Su cine me resulta superficial y barroco, sin sustancia en el fondo. Me gustó algo cuando trabajó para Woody Allen en “Celebrity”, pero la casi totalidad de su obra como director me parece insufrible. Belfast la catalogaría como su mejor película.

Su mejor película, pero un producto excesivamente limpio para el contexto que relata, autocomplaciente, y al salir de la sala me provocó una sensación de vacío y de cierta tomadura de pelo. Esos planos fijos panorámicos en homenaje a su ciudad resultan bonitos, vale, pero más vistos que el TBO. Para colmo ese blanco y negro adornado con algunos detalles de color pero no parecidos a los de “La ley de la calle”, que expresaban algo, sino copiados del efectismo melifluo de la “Lista de Schindler”. “Belfast” parece lanzar el guante al principio de que no hay buenos y malos, pero luego se le ve mucho el plumero. Todo resulta muy inocente cuando allí en realidad corrió durante mucho tiempo mucha sangre. Cuando alguien habla de ver algo “a través de los ojos de un niño” me recuerda automáticamente a Pedro Ruiz y sus entrevistas y me dan ganas de vomitar.

pildorascine223Se puede ser un poquitín autocomplaciente con tu obra, rendirte auto homenajes, y sin embargo rodar algo interesante. Paul Schrader es el contrapunto a Branagh. Schrader ha dado paladas de cal y de arena en el mundo del cine, pero ha dirigido y escrito guiones a modo de monumentos cinematográficos. “Taxi driver”, “Toro salvaje”, “Aflicción” o “La última tentación de Cristo” llevan su sello. “El contador de cartas” huele un poco a sus típicas historias de hombres atormentados buscando redención. Pero da lo mismo. Oscar Isaac da vida en ella a un personaje maniático, hermético y obsesionado que trata de lavar sus pecados del pasado. La historia engancha, resulta hipnótica. Esos personajes tan solitarios hay que reconocer que funcionan, y su sordidez también. Al final resulta que nunca hay un final ni una satisfacción, porque la vida es así de burlona.

pildorascine226Escuchamos por ahí también historias sobreciertas personas a las que les había gustado mucho “Drive my car”. Una película japonesa que dura tres horas me provoca alergia automáticamente. En su lugar accedí, porque me caen mucho mejor los franceses que los japoneses, aunque con ciertas reticencias porque era una comedia, a ver “El triunfo”, de Emmanuel Courcol. Entré a la sala un tanto obligado, porque en el trailer citaban como referencia para esta película la horrorosa “Bienvenidos al norte”. Como casi siempre, debía de tratarse de un iluminado de la productora intentando promocionar el producto ante el gran público de Hispañistán quien la había calificado así. La película es algo más que una comedia y toda ella recae sobre los hombros de Kad Merad, al que idolatramos desde que vimos la serie “Baron noir”. Merad es un actor que eleva lo que toca. El caso que cuenta es real, aunque trasladado a Francia. Con cierta gracia, pero también con una destacable humanidad, Courcol se luce haciéndome pasar un ratito agradable.

Los franceses me agradan. No puedo ocultarlo. Algunos de mis héroes, de los que están vivos, son oriundos de allí, como es el caso de Emmanuel Carrère. Este señor me parece un genio, sería largo de explicar. Me acompaña cada vez que escribe como si fuera una voz paralela a mi vida. Siempre me resulta interesante, incluso en aquel documental infumable que rodó hace años “Retorno a Kotelnich”, y que luego inspiró parte de sus obras, sobretodo “Una novela rusa”. De repente vimos que Carrère había rodado una película. La expectación era máxima para nosotros, aunque pensábamos que le iba a salir un churro. En su momento Paul Auster nos demostró cómo se podía ser un escritor interesante hasta que se te sube a la cabeza y te da hasta pildorascine224por hacer cine, cine horroroso. Además mi escepticismo se centraba también en que estaba protagonizada por Juliette Binoche, que comenzó gustándome mucho por ejemplo en “Azul”, pero que a lo largo del tiempo ha continuado su carrera interpretando a mujeres siempre insoportablemente dolientes que se hacen las buenas.

Pero salimos con una sonrisa del cine. Emmanuel había pasado el examen con una gran nota. Recordé la serie de artículos suyos recientemente recopilada “Calais”, y su forma de ver en la distancia los problemas y las desgracias, ver la realidad desde su único punto de vista con la menor carga de prejuicios y política correcta. Carrère traslada su alter ego a una mujer que recoge testimonios a pie de obra de la dureza de la vida y del trabajo de un determinado y duro sector de la sociedad, pero que al mismo tiempo no pertenece al lugar ni se termina por identificar del todo con él. Es una película fría, que produce dolor muscular y reuma. Binoche sufre, pero no en plan pobrecita. Su vida transcurre escribiendo sobre gente que en el fondo le es ajena, pero a la que aprecia desde muy cerca, pero al mismo tiempo desde la lejanía. Carrère siempre ha tenido una existencia holgada en lo económico y elitista en cuanto a lo cultura, pero se arrima sin prejuicios más que los que tiene hacia sí mismo a personas muy diferentes a él, y comparte sus dilemas vitales, empatiza, pero sin recibir ni impartir lecciones. Carrère es la antítesis del barroco, es la vida misma desnuda, ya sea la de los de arriba o la de los de abajo, todo en realidad se mezcla en el existir y el vivir.

pildorascine225Por desnudez contrapuesta al barroquismo también animaría a ver “Language lessons”, de Natalie Morales. Por los pocos recursos y la simpleza. Encuentro entre humanos, nada más, que también puede darse, aunque cause cierto asco a priori, a través de las redes y las nuevas tecnologías. Ya sé que esto suena muy mal, pero las sonrisas de Natalie Morales y de Mark Duplass hacen que ir al cine un ratito sea agradable, sin más pretensiones, presupuestos ni vestiduras. Con simpleza y calidez.

Al salir de ver todas estas películas compramos sushi en Nigiri, odio el sushi pero a ti te gusta, y un whoper y cuatro de patatas en el Burrikín, basura pura pero de sabor agradable, y nos marchamos a comérnoslas, y muy pronto será verano podremos hacerlo sobre el banco de marmol que hay bajo la estatua de doña Sancha, siempre después de salir de cine, ese sitio tan agrabale en el que pasamos un ratito exentos de las mierdas cotidianas. Y seguiremos viendo películas recomendadas por Fernando Ese Ele, porque aunque le atraiga lo puramente estético más que a mí él es un gran tipo y la vida es una cuestión de gustos.


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