Manuel Vilas y Ordesa

Escrito por Bonifacio Singh el .

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Manuel Vilas es un señor que nació en Barbastro, un pueblo grande de Huesca, al comenzar la década de los sesenta del siglo pasado. Ordesa está cerca de la que fue su casa, la casa de sus padres. Sólo he estado en una ocasión en Ordesa, pero sí unas cuantas en Huesca. Tuve algunos amigos allí, amigos fatos, como diría un maño desdeñosamente. Gente noble hija de paisajes ahora casi despoblados, envejecidos, duros. Vilas y yo nacimos y hemos vivido una época muy semejante y su conexión conmigo ha sido instantánea, desde la primera linea que lo leí. Creo que ahora mismo está dando clase de alguna materia en Iowa, veo fotos que cuelga en su twitter de paisajes y carreteras desiertas. Creo que durante nuestra juventud recorrimos esas mismas carreteras casi vírgenes en España dentro de los coches de nuestros padres, puede que sea ese el punto común entre nuestras vidas.

He de confesar que no conocía de casi nada a Manuel Vilas. Mi idiotez me mantiene a distancia del mundo literario. Sé que era un autor hace tiempo conocido, pero yo, por mucho que lea o escriba todo tipo de mierdas, sigo siendo un ignorante respecto de ese mundillo que suelta cierto tufo rancio. Vilas me llegó, hace poco, como casi todo, por casualidad. Este año mis héroes, los que están vivos, están tardando en publicar sus cosas y me siento un poco huérfano. Por primera vez he empezado a releer cosas, en ausencia de esas otras, y he descubierto que el tiempo y la pérdida de ordesa3memoria pueden ser algo bueno, porque puedo ver las obras de nuevo como nuevas gracias a cierto grado de olvido. Pero, agotadas esas expectativas, volví a bucear entre las listas de éxitos y las opiniones de terceros buscando algo “nuevo” para instalarlo dentro de mi cabeza. Como siempre, he de confesártelo Manuel, no he pagado nada por él. Es otra cosa que decidí hace tiempo, no pagar nada si podía no hacerlo. Me lo prestó mi amigo Emule en formato electrónico.

Yo funciono con la lectura por motivaciones, por inexplicables motivaciones. Hace tiempo que decidí que sólo leería lo que me produjera cierta hambre, el placer del hambre de leer. Y así la verdad es que me va bien. Sigo recomendaciones de gente que no conozco por lo que cuentan sobre lo que leen, más por la forma en que lo hacen y por intuición. Quizás mi búsqueda es la de un diálogo con gente en la distancia a través de los libros. No busco entretenimiento, busco gente, busco semejantes. No intento pasar el rato. Tampoco quiero encontrar respuestas en sus libros, sino más bien compañía en las preguntas que se hacen y que les atormentan, como a mí me sucede. Nos atormentamos juntos sin saber unos nada de los otros. No hay fórmulas matemáticas que lleven a la felicidad en lo que leo, sino compañeros de viaje en medio del páramo.

De aquí surgió Manuel Vilas. Leí un artículo que hablaba sobre su libro que ahora se está convirtiendo en un tsunami: “Ordesa”. Me atrajo el aire con el que se lo describía, la música que parecía emanar. Era todo cierto, el libro es música. “Ordesa” es prosa pero no es puramente prosa. Es un diálogo interior del que se escucha el eco. Desde la primera página quedé fascinado. Cuando me metí en la lectura de Knausgaard quedé instantáneamente maravillado por las cosas en común que podía tener una persona de, digamos, mi generación conmigo a pesar de haberse criado en un lugar muy lejano. Con Vilas me sucede exactamente lo mismo, pero de una forma más cercana. E imagino que a mucha gente de la que denominaríamos “nuestra generación” les ocurrirá lo mismo cuando visualizan estas páginas y evocan a través de ellas su propia vida.

“Ordesa” habla de paisajes interiores comunes. Habla de la nostalgia de esos momentos en los que nos reconocemos a través del tiempo. Habla de la forja del yo que nos acompaña cuando nos gusta y cuando no lo queremos, de esa imposibilidad de elección ante lo que nos viene dado. La existencia con el único juez y hacedor al fondo, conviviendo con el único Dios que es el tiempo. Vilas se aparta de lo bueno o de lo malo, de los juicios sobre las personas, para incidir en la imagen que cada uno nos hacemos de ellas dentro de nosotros mismos. Es el superpoder humano de vernos desde fuera, de imaginarnos y de imaginar al resto, la capacidad de fabricar mundos propios para sobrevivir. Hay una escala infinita de grises durante nuestra vida que es la que nos construye y de la que no podemos prescindir ni huir, para lo bueno y para lo malo. Ser capaz de salir fuera de tu cuerpo y verla es duro pero al mismo tiempo llena de sentido el vacío.

ordesa2Muchas veces he imaginado, como Manuel, a mi padre sentado en el asiento del copiloto en el coche junto a mí. También me parece que él ve a través de mis ojos. Mi padre desapareció, pero está más presente que nunca en mi interior. Nuestros padres. Ellos nos dan, cuando de repente nos hacemos conscientes, una visión de lo que somos, de lo que fuimos y de lo que seremos, ellos son el eterno retorno, nuestro eterno retorno. Son nuestra condena y en el fondo nuestro único consuelo al otro lado del espejo de la muerte.

El estilo de “Ordesa” fluye desde la primera página, desde la primera letra, como si las frases flotaran dentro de una música conductora. Es una música suave, quizás triste, pero que nos acompaña y nos da calor. Es un libro que deja mucho en los márgenes, en los de cada uno, para que los rellenemos. Es abstracto y a la vez de carne y de huesos. Es un libro de sentimientos, de oscuridades, de soledades, el tiempo se para dentro de él. Vilas observa su interior a través del exterior, hace suyos a los suyos, y un poco nuestros, porque todos los hijos de esa época somos un poco iguales a Vilas, todos somos un poco de Barbastro aunque no lo conozcamos, basta con mirarse en el espejo con ojos de rayos-x, como sólo el gran Vilas lo ha podido conseguir. Qué difícil es mirarse como él lo ha hecho.

Me he introducido por una casualidad dentro de Manuel Vilas. Me veo en la necesidad de continuar buceando en el interior de su vida como lo he hecho, por otras casualidades, dentro de otros muchos semejantes que escriben. Mi próxima estación es “Resurrección”, otro de sus libros donde cuenta sus cosas. Vilas está más cerca de mí, sin que lo conozca ni vayamos a intercambiar una sola palabra nunca, que la mayoría de las personas con las que trato todos los días. Ordesa es un territorio absolutamente común para ambos y espero que muchas otras personas se reconozcan dentro de él.


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